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Explicaciones en el dossier Valenzuela
«MARTÍNEZ» (se supone que Vilma Socorro, la embajadora) firma el extenso mensaje «confidencial» escrito contra reloj de los festejos del año nuevo, en el que critica el «sensacionalismo» de gran parte de la prensa al informar sobre el tema.
La cita de Valenzuela con 12 periodistas había tenido lugar dos semanas antes. Se trataba del estreno «diplomático» de Valenzuela en la Argentina en nombre del Gobierno de Barack Obama. El académico de Georgetown había superado un tortuoso proceso de confirmación que le habían hecho pasar los senadores republicanos por sus críticas al golpe de Estado en Honduras, ocurrido el 28 de junio de ese año.
En la cita de prensa en la embajada, luego de definiciones más bien genéricas, Valenzuela cerró su presentación ante una pregunta de Ámbito Financiero sobre el mensaje que había recogido de sus encuentros, por él referidos, con empresarios: «Me junté con las empresas de la AmCham, algunas de trayectoria larguísima, y fue una conversación interesante, muy diferente de la que tuve en el 96. En 1996 había mucho entusiasmo e intención de mucha inversión. Hoy día escuché, por parte de ellos, una preocupación por temas de inseguridad jurídica y algunos manejos económicos. A menos que haya algunos cambios, no podrían realizarse las inversiones que a ellos les interesan», sentenció el estadounidense de origen chileno.
El diario El País publicó ayer que el subsecretario para América Latina habría escuchado las inquietudes similares de Michelle Bachelet.
Definiciones tan tajantes de Valenzuela generaron un revuelo inmediato de altas proporciones. El propio Departamento de Estado comenzó casi de inmediato a emitir señales en sentido contrario a la afirmación del docente-funcionario. La contramarcha más explícita llegó meses más tarde, con una promocionada visita encabezada por el congresista Eliot Engel, un neoyorquino de palabras amables hacia los gobiernos de centroizquierda de América Latina. Se supo el lunes, en otro goteo de WikiLeaks, que aquella misión «reparadora» tuvo por objetivo lograr que la Argentina destrabara el nombramiento que Washington quería para la Agencia Internacional de la Energía Atómica, organismo esencial para inspeccionar a Irán, misión que fue cumplida con la aprobación de Yoshitaka Amano con la fundamental abstención del Gobierno de Cristina de Kirchner.
En su informe, MARTÍNEZ se quejó del foco puesto por la prensa argentina (que fue unánime) en las palabras referidas a la «inseguridad jurídica». Citó incluso dos titulares consecutivos de un diario que habló de «choque con EE.UU.».
Más que nunca, en las democracias actuales, en las más diversas latitudes, es obvio que la prensa focaliza en ciertos temas, dichos, frases... A la luz del tipo de informes que se conoce por estos días sobre los reportes de las embajadas antes de las visitas de sus funcionarios, queda de alguna manera claro que el subsecretario tuvo que haber sido puesto al tanto del clima político que se vivía en la Argentina. En cualquier caso, con asomar la cabeza por la realidad más superficial del país bastaba para prever las consecuencias de tales declaraciones. ¿Valenzuela midió mal sus dichos? Quien redactó el informe, obviamente, no lo dijo. En cualquier caso, hacia el final del cable, el o la redactora amplió la versión referida por Valenzuela al citar que «prensa, académicos, líderes empresariales, jueces, políticos de la oposición, expertos y organizaciones no gubernamentales» critican «la debilidad de las instituciones», además de comentar, a juicio del autor/a del informe, la «intolerancia de los Kirchner».
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