Periodista: ¿Cuál es su trabajo?
Sandro Fiorin: Con mi socio Alex García colocamos cine ibero y latinoamericano de autor en universidades, cable, festivales. Trabajamos con todo el mundo, tenemos una cadena de universidades en EEUU y Canadá.
P.: ¿Y cómo es el negocio con los festivales?
S.F.: Durante dos años nuestras películas van a unos cien festivales de todo tipo, no importa si chiquitos. Algunas de bajo costo cubren sus gastos alquilándose para festivales. Las hay para festivales de gustos extremos, que nunca se verán en otro lado porque son de venta casi imposible. Y las hay para festivales de mayor interés público, donde encuentran una vidriera para saltos más grandes.
P.: ¿Pero dónde está el gran negocio?
S.F.: En la TV por cable. Ya no es tan difícil encontrar los canales adecuados. Ahora hay varios que se interesan por el cine latinoamericano. Pero también vamos a la TV abierta, licenciamos a distribuidores locales que quieren estrenar en salas, nos animamos al on-line, aunque el retorno sea poco significativo todavía. En suma, no arriesgamos millones pero hacemos algunas centenas de dólares, no perdemos, y a veces la pegamos. Como con "Las marimbas del infierno", una guatemalteca chiquita, digital, inocente, que vendimos muchísimo porque tenía cierto encanto, algo difícil de hallar en el cine de autor.
P.: ¿Cómo empezó todo?
S.F.: Estudié periodismo en Rio, cine en San Pablo, me quedé en Nueva York, ahí tuve la idea de distribuir nuestro cine internacionalmente. Entonces, años '90, solo se destacaban México y la Argentina. Esperé un poco, me asocié con García, cubano-americano que venía de trabajar cinco años como editor para Steven Spielberg, y empezamos en 2005: FiGa Films, Los Angeles, muy pocas peliculas por año, bien seleccionadas para mantener la consistencia. Y en muchos casos, participamos desde el comienzo en la producción.
P.: ¿Por qué arriesgarse con una obra a medio hacer, en vez de comerciar solo las que ya están listas?
S.F.: Porque así ayudo a evitar errores, y mejoramos la propuesta inicial para que tenga mejor carrera. No hablo de cambiar la opinión del autor, sino de mejorar lo que él propone. Aclarar también sus guiños y localismos. Una película norteamericana puede estar llena de cosas que solo ellos entienden, pero la imponen en nuestro mercado, la consumimos sin chistar y hasta pagamos para verla. Pero una latinoamericana no la tiene tan fácil. De ahí la importancia de participar desde las primeras etapas.
P.: ¿Acepta cortes o doblajes para vender una película en algún mercado difícil?
S.F.: Es complicado, pero es así. Algunos países de habla hispana piden el llamado "español continental" porque no entienden el argentino, por ejemplo. Yo prefiero la voz del actor original, pero si no la conozco no me siento en falta, no me incomoda escuchar otra mientras sea expresiva. En cuanto a cortes, hay cosas que para nosotros son comunes y en India, Corea o los países árabes son ofensivas. Una película chilena divina, "De jueves a domingo", donde los niños van con sus padres de vacaciones, tiene una escena donde fugazmente se oyen unos jadeos adentro de una carpa. En los Emiratos se quejaron y, bueno, borramos ese sonido. Los coreanos no son tan terminantes pero a veces también nos piden cortar una que otra cosita. Yo le pregunto al productor, y si no tiene problema cortamos. Lo importante es que la película tenga la oportunidad de ser conocida.
P.: Cuénteme de una película que haya acompañado desde su germinación.
S.F.: Una fresquita, la venezolana "Pelo malo", de Mariana Rondón. Conocí el proyecto durante una selección para el Festival de Cartagena. Charlé con la directora y con Marité Ugas, la productora. Fui acompañando el proceso hasta el primer corte, que presentaron en el Festival de Toulouse, y fue un éxito. Recibieron varias propuestas de otros agentes de venta, las analizaron y se quedaron con nosotros. En el mercado de Cannes ya trabajé con la película, mucho...
P.: Traducido, hizo lobby.
S.F.: Exacto, hacer lobby en este caso es hablar con las personas adecuadas para que la película nazca bien, para que sea presentada al mundo lo mejor posible. Eso a veces funciona. El asunto es que se interesaron casi todos los grandes festivales, como Venecia. Elegimos dos. Primero, Toronto. Cinco exhibiciones, cada una con más gente quedándose afuera de la sala, porque ya empezaba a correr la noticia: está funcionando. Y casi todo el público era de norteamericanos y europeos, pocos latinos. Luego, San Sebastián. Nunca se me pasó por la cabeza que íbamos a ganar la Concha de Oro, fue una sorpresa de verdad. Peroe so no asegura el éxito en salas comerciales. Esa es otra lucha.
Entrevista de Paraná Sendrós |
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