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Industria vitivinícola, a la espera de medidas para recuperar el liderazgo
Algunos de los máximos referentes locales de la industria vitivinícola plantean en Ámbito Biz un extenso debate sobre la coyuntura de un sector que, como tantas otras economías regionales, atraviesa serias dificultades para mantenerse competitivo. Los temas de agenda pasan por tener un dólar más flexible que les permita recuperar las exportaciones, eliminar las retenciones (del 5%), mejorar cuestiones de logística como abaratar el costo de los fletes (cuesta prácticamente lo mismo un flete Buenos Aires-Mendoza que Buenos Aires-Londres), flexibilizar los permisos de importaciones y generar acuerdo bilaterales por afuera del Mercosur para lograr mejores aranceles.
"Nuestra mayor prioridad es deshacernos del stock acumulado en los últimos años, que pesa y mucho en la rentabilidad del productor. Ese alto volumen de vinos stockeado, sumado a la fuerte caída en las exportaciones, impacta en los costos", agrega Walter Bressia, presidente de Bodegas de Argentina. "Esto provoca que los argentinos tomen hoy excelentes vinos a precios muy accesibles", comenta.
La realidad del sector no escapa a la realidad de todas las economías regionales. Y los problemas que enfrenta la industria son los mismos para las grandes bodegas que para las empresas familiares, aunque lógicamente con consecuencias distintas. "Todo pasa por un tema macroeconómico. El retraso cambiario al cual no estamos acostumbrados, sumado a una inflación importante, nos ha hecho perder competitividad. Las exportaciones que veníamos desarrollando fuertemente se frenaron. Veníamos creciendo hasta 2009 a razón de dos dígitos (un 20%) y hoy estamos estancados, sobre todo en la franja que va de los u$s 2 a los u$s 2,80 la botella, el segmento que nos dio las mayores satisfacciones durante muchísimos años", admite Bressia y continúa: "Personalmente, creo que el sector puede funcionar perfectamente con un dólar de 11 pesos o 12 como máximo".
La coyuntura es delicada. En Mendoza hay 11.400 productores vitícolas de los 17.500 que hay en la Argentina. En Tierras del Este (San Martín, Rivadavia, Junín, Santa Rosa y La Paz) se encuentra el 50% de la superficie de viñedos de esa provincia. "Este sector no la está pasando nada bien y teniendo en cuenta que el 60% del valor de la producción corresponde a mano de obra, la situación es más que preocupante ya que impacta en gran parte de la población directa o indirectamente", cuenta Mauro Sosa, director ejecutivo del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este. "El productor de uvas/elaborador de vinos está recibiendo precios de quebranto por sus productos que no le permiten cubrir sus costos, es más, ni siquiera sus gastos operativos y otro tanto ocurre con las bodegas elaboradoras o trasladistas que deben enfrentar precios bajos y condiciones de pago irrazonables", agrega y amplía: "La situación es de asfixia. Desde hace décadas que no se vive algo parecido. Los sectores vulnerables subsisten como pueden, básicamente con un 'autoajuste': no se invierte en nada, se dejan de pagar impuestos, tasas y servicios -con las consecuencias del caso-, se reducen o no se hacen los trabajos culturales en las viñas y en muchos casos se verifican abandonos cuando no la puesta en ventas de viñedos y bodega, a veces para saldar deudas y en otros casos para no devengarlas. Se dan así las condiciones ideales para profundizar la ya aguda concentración económica que con rasgos de posición dominante prevalece en la vitivinicultura".
Para dimensionar lo dicho, de 884 bodegas en actividad en el país, sólo 5 empresas detentan el 50 % de las exportaciones y cinco empresas concentran el 75% del mercado interno. Esto trae aparejado un mayor poder de mercado al momento de comprar la materia prima, sean uvas, vinos o mostos, pagando precios bajos. "Es en estas condiciones como se está desarrollando una fabulosa transferencia de recursos entre un sector y otro de la cadena de valor", reconoce Sosa.
EXPECTATIVAS
Para Villanueva, "la industria vitivinícola es un Fórmula Uno sin combustible. Los vinos argentinos a nivel mundial están muy bien considerados. Sin embargo estamos perdiendo contra competidores con tipos de cambio más adecuados, contra países del primer mundo, eficientes, hípercompetitivos. Basta mencionar a Estados Unidos, Australia, Sudáfrica, los europeos o Chile, que al tener una economía abierta tiene mejores condiciones para negociar internacionalmente".
Los expertos coinciden en que Chile es el principal competidopr en la región. Y uno de las principales ventajas que tiene el país trasandino es la autonomía que tiene para negociar acuerdos bilaterales con otros países. "Los aranceles son un tema prioritario", dice Bressia. "Al formar parte del acuerdo del Mercosur, cada vez que tenemos que negociar tenemos que ir en bloque. Eso nos ata a una situación comercial negativa, porque las necesidades de exportación que tienen los diferentes jugadores del Mercosur es diferente. México, por ejemplo, es un destino muy interesante para nosotros. Pero al tener un arancel que ronda el 20% es muy complicado hacer negocios. Y ese es un mercado que nos gana Chile, que tiene arancel cero, al igual que con Brasil y con varios destinos europeos. Y a mi entender, nosotros tenemos productos de mejor calidad que los chilenos".
Según Sosa, "a Chile como competidor hay que analizarlo puntualmente por mercado. Por ejemplo, si consideramos que EE.UU. es el principal importador de vinos del mundo y Argentina ocupa el cuarto puesto como vendedor de dicho mercado, desde el año 2011 Argentina desplazó a Chile. En otro caso, el mercado brasileño -Mercosur mediante a favor de Argentina- es Chile quien siempre ha estado liderando dicho mercado. De todas maneras hay que destacar que Chile es un país con una sólida política de Estado en materia de acuerdos comerciales, que suman más de 24 acuerdos en 65 países, los que les da siempre mejores posibilidades de penetración, posicionamiento y mantenimiento respecto a Argentina", fundamenta Sosa.
MERCADO INTERNO
El mercado interno no es menos complicado que el mercado externo. "No hay espacio suficiente debido a que las ventas de vinos de bajo precio se concentra en cinco empresas que tienen agresivas políticas comerciales para conservar y mantener su porción de mercado frente a lo cual las pymes fraccionadoras de vino tienen serias dificultades para mantenerse y tienden a desaparecer. Aquí se evidencia otro problema para el productor/elaborador ya que las transacciones del mercado de traslado se ven reducidas a cada vez menos empresas que son las que compran el vino que se fracciona y se comercializa", sintetiza Sosa.
"Además mantenerse competitivo en el mercado interno no compensa las pérdidas ocasionadas por no poder exportar. Lo ideal es tener un pie adentro y otro afuera. Por otra parte, estas bodegas tienen inconveniemntes para importar (corchos, vidrio, barricas). Si bien no hay trabas, hay muchas cuestiones burocráticas que entorpecen estas operaciones", opina Villanueva.
Por tratarse el vino de un producto de consumo masivo es en la franja de los de menor precio donde existe una fuerte competencia con otras bebidas alcohólicas y analcohólicas en esta competencia se pierde o se gana en términos de precios.
"Tenemos que asumir que hoy en el segmento de gama baja y media tenemos que convivir en un mercado interno de bebidas que antes era de tradición y hoy es de placer. Actualmente el consumidor es infiel a la marca y el lugar que antes era del vino es ocupado cada vez más por bebidas analcohólicas. Competimos con cervezas, gaseosas y aguas saborizadas. Gran parte de la gente que vive en zonas urbanas no toma agua de la canilla, toma líquidos envasados. El vino se tiene que ubicar en ese segmento y el desafío es muy bueno, poque a diferencia de nuestros competidores, nosotros tenemos el factor de la diferenciación. Vos podés tomar un agua o una gaseosa acá o en China y tiene el mismo sabor, pero el vino tiende a multiplicarse en la diversidad, aun en el segmento más económico. En el sector de gama alta obviamente tenemos menos competidores", considera Villanueva.
LOS DESAFÍOS
Con un cambio de Gobierno inminente, hay coincidencia en que la industria va a despegar, algunos consideran que 2016 será el año clave, mientras otros son más cautos y hablan de un plazo mayor y progresivo.
Para Guillermo Barzi, presidente de Wines Of Argentina, "las expectativas a mediano y largo plazo son buenas, pero lentas. El despegue dependerá fundamentalmente de las exportaciones. Se estima para los próximos 10 años un crecimiento entre un 10% y el 15% considerando que las importaciones mundiales de vinos crecen, sobre todo las de los países donde Argentina ha consolidado una posición importante como es el caso de Estados Unidos, que representa el 50% de nuestras exportaciones. Tenemos la fortuna de contar con el Malbec argentino que sigue siendo muy demandado por la mayoría de los mercados".
Pero el foco no sólo está puesto en las exportaciones. "Creemos que hay otras cosas que se pueden hacer. Hemos propuesto que debido al retraso cambiario, si no se quiere ajustar por diferentes razones el tipo de cambio, por lo menos nos ayuden en eliminar las retenciones, que hoy son del 5%. También nos vendría bien un acuerdo para reducir el impacto que tiene la logística en nuestra rentabilidad. Subsidiar el combustible para que los fletes sean más baratos, por ejemplo. Las navieras, por traer el contenedor a origen y volver a llevarlo (Buenos Aires-Mendoza-Buenos Aires) cobran alrededor de 1.500 dólares, mientras que un flete entre Buenos Aires y Londres está alrededor de 2.000 dólares, entonces no existe relación", explica Bressia.
"Además, hay que apostar a la innovación, a la calidad y a la mejora de la eficiencia en todo el proceso productivo y comercial. No nos olvidemos que la industria tiene muchísimos años. Hemos pasado por estos procesos en el pasado y si bien son difíciles, siempre los terminamos superando. Hoy el vino es un elemento cultural para la Argentina y es uno de los sectores que más empleo directa e indirectamente genera", argumenta Barzi.
"La Argentina va a volver a ser competitiva. Si esta situación hubiese ocurrido varios años atrás, muchos países nos hubiesen cerrado las puertas, porque no teníamos calidad, porque no éramos consistentes. Pero hoy no sucede eso, pues somos una industria fuerte, sólida, seria. Nos hemos ganado un lugar preponderante en el mundo", concluye Bressia.
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