26 de agosto 2010 - 00:00

Kirchner equilibra con PJ “blanco” sobredosis Moyano

Carlos Espínola, Néstor Kirchner, Martín Sabbatella
Carlos Espínola, Néstor Kirchner, Martín Sabbatella
Tras acumular tres postales en 96 horas junto a Hugo Moyano, Néstor Kirchner buscará hoy el antídoto contra esa sobredosis moyanista al rodearse, en Corrientes, de dirigentes que en la jerga llaman, unos despectivamente, otros como autoelogio, peronistas «blancos».

En su primer desembarco, en su segunda etapa como jefe del PJ, en una provincia gobernada por la oposición, el patagónico llevará su bendición a Carlos «Camau» Espínola, intendente de la capital correntina y esperanza peronista para disputar la gobernación.

Se completaría una semana de alta exposición para Kirchner: el lunes en el Luna Park junto a la Juventud Sindical de Facundo Moyano, el martes en la jura del camionero en el PJ bonaerense en La Plata y hoy en la reunión del consejo partidario, donde el jefe de la CGT es vice.

Aunque el ex presidente asume a Moyano como un aliado imprescindible, al que delega el «control» de la calle -tarea que explica, además, la fusión entre el camionero y el Movimiento Evita-, su visibilidad es un factor crítico en la perspectiva electoral.

Con sus modos, nada sutiles, el camionero contribuye: el acto, con 4 mil militantes, en La Plata para su jura no parecía necesario. «A él no le importan las formas, total no tiene que salir después a buscar los votos», graficó, invadido, un consejero.

El rango es notablemente menor, pero este atardecer en Corrientes Kirchner sentará a Moyano junto a otros referentes que, según el prisma de la Casa Rosada y Olivos, son más «mostrables», como Daniel Scioli, Jorge Capitanich o Sergio Urribarri.

Pero la figura será -o Kirchner pretende que sea- «Camau» Espínola, deportista que irrumpió en la escena política provincial con una victoria en la capital y al que el peronismo correntino (usina de conflictos, como todos los PJ perdedores) impulsa como su aspirante, en tres años, a la gobernación.

Kirchner mira más cerca: antes, en 2011, están las presidenciales, con legisladores nacionales incluidos. En Corrientes gobierna Ricardo Colombi, el más pro-K de los primos, pero que arrastra en su ADN inocultables genes radicales.

Las tres (la tercera se concretará hoy) apariciones de Kirchner con Moyano son un dato inédito en el septenio K, y en Gobierno explican -en un exceso de preciosismo- que las apariciones del ex presidente junto al camionero son para preservar a Cristina de Kirchner.

El dilema que, de a poco, comienza a invadir a los kirchneristas, es cómo compensar el repunte K en sectores medios con la extrema cercanía del matrimonio con Moyano, uno de los dirigentes con más altos niveles de rechazo, por encima del 60%.

La duda es si las simpatías hacia el matrimonio se transformarán en votos si la oferta electoral K, con él o con ella -ya se asume que no es lo mismo- aparece, de esa línea hacia abajo, inundada de dirigentes que generan rechazo en los neo-K.

Kirchner palpa ese fenómeno y, en una mezcla de especulación y táctica, le propuso -como ya contó este diario- a Martín Sabbatella que sea su candidato a vicepresidente. Sería, dicen en Olivos, un mensaje a los sectores medios y «progres».

Pero, además, desactivaría una jugada riesgosa de Sabbatella, que amaga con ir con boleta propia como candidato a gobernador, sin postulante presidencial, alternativa que podría poner en riesgo el triunfo bonaerense, como ocurrió en 2009.

En simultáneo, Kirchner avaló -¿por qué le diría que no?- la pretensión de un espacio transversal que reúne a intendentes bonaerenses, el Frente Grande y el Frente Transversal, entre otros grupos, de impulsar una candidatura propia para la gobernación de Buenos Aires.

«Que florezcan mil flores»
, dijo dos veces, el viernes pasado, ante ese universo de transversales K que esta noche, en Quilmes, discutirán -iba a ser el martes pero se mudó para hoy- si postulan a Francisco «Barba» Gutiérrez, intendente de Quilmes, para la gobernación.

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