29 de julio 2009 - 00:00

Kirchner, un nuevo mariscal K y la sintonía Scioli-Solá

Felipe Solá, Mario Ishii, Eduardo Duhalde, Jorge Capitanich
Felipe Solá, Mario Ishii, Eduardo Duhalde, Jorge Capitanich
Desde Olivos, Néstor Kirchner designó como mariscal de la resistencia K a Mario Ishii, alcalde con licencia de José C. Paz. En pocos días, desde los paredones del conurbano partirá el grito de guerra contra la aventura autonomista de Daniel Scioli y el PJ bonaerense.

El 28 de junio, Ishii -que fue candidato testimonial- ganó la elección con el 52% pero unos días después presentó su renuncia porque, dijo, «no alcancé el 60% que le prometí a Néstor». El Concejo Deliberante se la rechazó, entonces pidió licencia por tiempo indeterminado.

De ese modo, Ishii se convirtió en el único intendente que dejó, formalmente, su cargo tras la derrota. Hace un mes, el indomable José C. Paz, está en manos de una dama: María Luisa Giesze. Sin embargo, desde su casa, el alcalde con licencia audita la gestión.

Días atrás anticipó sus movimientos. «Muchachos, prepárense porque yo a la Intendencia no vuelvo más», asustó a sus laderos y les relató que luego de una charla con el patagónico decidió enfocarse al armado de una línea interna en el peronismo de Buenos Aires.

Ishii se convirtió en el último año y medio en uno de los caciques territoriales preferidos de Kirchner. Luego de acusar de traición a otros alcaldes por el corte de boleta, y de amagar con visitarlos uno por uno, decidió canalizar su furia en un armado con sello ultra K.

La maniobra del caudillo de José C. Paz asoma como el primer gesto de reacción de Kirchner desde que, luego de renunciar a la jefatura del PJ, se desató un pase de facturas por la derrota del 28 de junio que tuvieron al ex presidente como un blanco móvil perfecto.

Espasmódico, el patagónico maquina revanchas y tira trompadas al aire mientras su esposa presidente, Cristina de Kirchner, se obstina en aplicar la lógica del látigo -que en la cima supo utilizar con eficacia el ex presidente- con los gobernadores del peronismo.

Protagonizó, en una semana, dos episodios ásperos. Se toreó con el salteño Juan Manuel Urtubey y empujó a Daniel Scioli a una contradicción. Fue con esos hipotéticos aliados más brutal que con Mauricio Macri. El bonaerense, poco dado a la batalla, gambeteó el conflicto.

Sobre Urtubey, en cambio, la Casa Rosada derrama lluvia ácida. Cristina enfureció porque el salteño pidió una reforma «en serio» del INDEC y definir una estrategia legislativa que implique, entre otras cuestiones, renunciar a los «superpoderes».

Como con Scioli -cuando pidió medidas para el campo-, Cristina de Kirchner no ocultó su disgusto por los planteos de Urtubey. Al terminar la charla, fulminó al gobernador. En el imaginario cristinista, el salteño figuraba como un potencial aliado. Tachó esa alternativa.

Hasta ahora, de los tres peronistas que recibió, sólo con Jorge Capitanich (Chaco), no se entreveró en un mano a mano. ¿Seguirá con las cumbres? Ayer, en Gobierno, se hablaba de una posible cita con Mario Das Neves, que la semana pasada se vio a solas con Julio De Vido.

Como una maldición, el INDEC persigue a la Presidente y desfleca a Amado Boudou que, en cuotas, trata de completar su equipo. Pretende a Alejandro Henke, hoy en el Banco de Córdoba, en la oficina de Hernán Lorenzino, pero desde Casa Rosada le «mailearon» un puñado de objeciones.

En otros tiempos, Henke colaboró con Pedro Pou en el Banco Central -fue, además, directivo del Banco Macro-, como Boudou fue formado en el CEMA y ha sido crítico feroz de las retenciones. Por eso, Boudou volvió a pensar en mudar a su lado a Sergio Chodos.

Sobre finanzas se habla en otras rondas. Scioli se descargó en lamentos sobre el panorama fiscal ante Felipe Solá en una charla, a solas, de 30 minutos, ayer en la residencia del gobernador, antes de la cita con la comitida Unión-PRO, entre ellos Francisco de Narváez.

Enfrascado en unir los retazos de un panperonismo, Scioli se encerró con su antecesor y además de cuadros -Solá se dio cuenta que había olvidado una pintura que el gobernador prometió enviarle- ensayaron hipótesis sobre cómo fusionar a las distintas tribus del PJ.

En ese mapeo -parecido, sino igual, que el que el gobernador confeccionó con Eduardo Duhalde y Gerónimo «Momo» Venegas- no hay casillero reservado para De Narváez.

Solá, sin embargo, trazó una frontera y lo obligó a Scioli a sumergirse en sus típicas frases grises. «Yo estoy trabajando sobre la idea de un peronismo no kirchnerista -dijo el ex gobernador-. Vos, cuando sea el momento, te vas a tener que decidir».

Solá se sabe de memoria ese libreto. Lo charló, el sábado, con Alberto Fernández y ayer lo discutió, mano a mano, con Jorge Obeid y un puñado de diputados de Santa Fe. De esa provincia, el ex gobernador espera una señal precisa, algo más profundo que una metáfora geológica.

Dejá tu comentario