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La máquina de la paz de Minujín, el arte en acción
Desde lo visual, la pérdida de verticalidad de las columnas revela la tendencia hacia una estructura rizomática, que, desde luego, representa de modo más preciso el sistema democrático. En el terreno social, las formas de relación rizomáticas incorporan de modo explícito al espectador, favorecen el diálogo y provocan una sinergia que constituye uno de los principales valores de estas estructuras, muy cercanas a las redes sociales que en la actualidad se propagan por el mundo.
Con la ambición de desactivar los aparatos del poder y el ejercicio constante de la violencia, la artista está allí, junto a su obra, todos los días. Habla con los espectadores -que oscilan entre el asombro y la emoción- y les pide que se unan y se abracen.
En "El querer ser otro" Borges, dice: "Todas las personas absortas en la venturosa audición de una sola música, son la misma persona. Todos los amantes que se abrazaron con plenitud en el ancho mundo, que se abrazarán y se abrazan, son la misma clara pareja: son Adán y Eva. Nadie es sustancialmente alguien, pero cualquiera puede ser otro, en cualquier momento. Entre adivinaciones y burlas, me parece que hemos arribado a la mística".
Se sabe, un artista es un productor de sentido y el arte despierta las ideas y propicia el pensamiento, pero por carriles que no son los habituales.
El templo está en lo alto, sobre un gran pedestal, y toda su superficie está recubierta por 25.000 libros de colores fluorescentes adosados a las columnas. Por las noches, como si se encendiera su arquitectura, el Ágora emite su resplandor. "Cada ejemplar contiene 180 frases célebres sobre la paz, la amistad y la libertad. Es similar al Partenón, que realicé en 1983 con libros prohibidos por los militares", señala la diva del Pop argentino.
El tiempo del arte es más dilatado que el del hombre y el reconocimiento demoró 30 años en llegar. La Tate Modern de Londres compró este año en arteBA, cinco fotografías y el video del "Partenón de libros" del año 1983, documentos que incorporó a su patrimonio.
Por lo demás, como gnomos, unos personajes vestidos de blanco rondan el Ágora, susurran las frases de los sabios entre coros, conferencias y orquestas. La pretensión es deslumbrar al transeúnte; visualmente, con la monumentalidad de las formas griegas y los colores fluorescentes; mentalmente, con los mensajes reunidos en los libros por la artista. Así, el dispositivo forma-contenido debe activar una genuina máquina para la paz.
"No me dedico al arte político", observa Minujín, aunque reconoce que las obras reflejan siempre el contexto que rodea al artista. Como Oliverio Girondo, ella opina que "el arte no debe servir a nadie, pero puede servirse de todo... hasta de la política". Liberada de cualquier atadura ideológica, aclara: "Hago este arte porque vivo en la Argentina". Y como nunca lo hizo antes, hoy apela a la capacidad transformadora del arte, a la posibilidad que brindan algunas obras sólo algunas- de descubrir la otra cara de las cosas, de ampliar el horizonte de la mirada, las ideas y los sentimientos. En suma, alguien podría no ser la misma persona antes y después de una intensa experiencia con el arte.
De hecho, Arthur Danto, cita a Brenson, un crítico de arte de "The New York Times", cuando afirma: "Las grandes pinturas condensan momentos, reconcilian polaridades, sostienen la fe en el inagotable potencial del acto creativo. [...] Para los públicos que aman la pintura, la experiencia que ofrece esta clase de concentración y coherencia puede no ser sólo profunda y poética, sino también estética, incluso mística. El espíritu está encarnado en la materia [...] No sólo hace que parezca existir un mundo espiritual invisible, sino que parezca accesible, dentro del alcance de cualquiera que pueda reconocer a la vida del espíritu en la materia. La pintura apunta hacia la promesa de la curación". (Desde ya, el término "pintura" bien puede hacerse extensivo al de "arte")
Al hablar de la capacidad transformadora del arte, Minujín recuerda los tiempos del Instituto Di Tella, cuando expuso "La Menesunda", y dice: "Antes de ver la obra, había una multitud fastidiada porque debía esperar, entonces comprobé que la gente tenía otra cara al salir, que su gesto había cambiado".
Pero, ¿cómo cambiar una cultura que se autodestruye y se dirige hacia el abismo? ¿Cómo recuperar valores tan olvidados que resultan ajenos?
Minujín asegura que su obra es una respuesta. "Esas columnas torcidas, en diagonal, responden a mi idea estética de la distorsión y a que todo cambia de acuerdo al punto de vista desde donde se mira". Luego, el conceptualismo verbal destaca la importancia del lenguaje, una constante en su obra. El uso reiterado de la palabra "Arte; Arte; Arte", ahora suplantado por la repetición de "Paz; Paz; Paz" vuelve contagioso el uso del término y -sostiene la artista-, debería escucharse como un eco en los medios masivos de comunicación.
Debajo del personaje de los lentes oscuros y los eternos mamelucos, se descubre, firme como la roca, la razón de una extensa producción artística. "La pelea se ha convertido en un modo de vida, no sabemos vivir en democracia, acá se pelean las vedettes, los políticos, los chicos en los colegios, los padres de esos chicos. Un artista puede inducir pacíficamente el cambio". Finalmente, el arte está allí, en la vida misma, el gran objetivo de esta gran obra es "ver si logramos hacernos un poco amigos".
Finalmente, como creía Stendhal, el arte es una promesa de felicidad.
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