18 de mayo 2009 - 10:39

“Las ferias me gustan, nunca sabes cuál es el artista que conocerás”

“Las ferias me gustan, nunca sabes  cuál es el artista que conocerás”
Ella Fontanals-Cisneros comenzó a comprar obras de arte en la década del 70. Hoy es una de las mayores coleccionistas latinoamericanas y una figura clave del circuito artístico internacional.

Su extensa colección, conformada por alrededor de 1.300 obras, se divide en cuatro áreas: la histórica, con obra geométrica latinoamericana de las décadas del 40 y del 70; la fotográfica, con una estética abstracta y arquitectónica predominante; nuevos medios, en la que se agrupan instalaciones y videos, y por último, pero no por eso menos destacable, el área de arte contemporáneo internacional.

Con 65 años y el espíritu emprendedor que la acompañó a lo largo de su vida, tiene en su haber una exitosa carrera como mujer de negocios, y en lo que respecta al arte, algunas ideas de peso para ofrecerle al gran público. «Quiero crear un banco de arte, los coleccionistas pueden depositar allí sus obras, que serán democráticamente exhibidas, facilitándoselas a los museos», sostiene.

Su vasta colección originó la creación de la Fundación de Arte Cisneros Fontanals (CIFO), dedicada a la promoción y exhibición en Estados Unidos de artistas emergentes y de mediana trayectoria latinoamericanos, y la fundación de Miami Art Central (MAC), institución que ha ganado fama por las exhibiciones temporarias que presenta.

Durante una entrevista telefónica, Fontanals-Cisneros habló de su experiencia en el difícil arte de coleccionar y sobre su inminente viaje a Buenos Aires.

Periodista: ¿Cómo define el perfil de sus adquisiciones?
Ella Fontanals-Cisneros: Ya no estoy apurada por comprar, cuando era joven era más impulsiva. Ahora, evalúo, pienso, consulto con curadores y con la fundación. La compra es totalmente racional. Es cierto que frente a algunas obras, especialmente las geométricas históricas, el impulso existe, pero también tengo un ojo que se perfeccionó con el tiempo, así que ese impulso está en parte racionalizado.

P.: ¿Qué gravitación económica e histórica cree que tiene su colección?
E.F.C.: Creo que el coleccionista comienza sin pensar en la importancia histórica que pueden representar sus adquisiciones. En un principio, lo hace por motivos personales. Luego se convierte en parte de su vida y después, cuando pasa el tiempo y tiene una importante acumulación de obra, se da cuenta de que posee un patrimonio esencial para las próximas generaciones. La herencia cultural está conformada por una mirada individual sobre un tiempo que uno, como protagonista, vivenció. Ahora pienso mucho más en esto. Estoy en la búsqueda de una alternativa que permita que las obras sean vistas por un gran público. La opción vigente es donar la obra al museo. Yo he donado obras, pero ciertos museos están repletos, no tienen espacio y la permanencia en exhibición de la obra donada es muy corta.

P.: ¿Qué solución se le ocurre?
E.F.C.: Estoy trabajando en la idea de crear un banco de arte. Muchos de los coleccionistas pueden depositar su obra allí y generar que ésta sea más democráticamente exhibida, facilitándosela a los museos.

P.: El mercado del arte en un ámbito internacional busca ciertos rasgos costumbristas o exóticos en las obras latinoamericanas. ¿Considera que existe un «exotismo latinoamericano» (Rivera, Frida Kahlo, etc.)?
E.F.C.: Es una versión equivocada, es quizá por el marketing que se generó a través de esos artistas en un público general. El arte latinoamericano está teniendo una visibilidad mayor, en parte, por el crecimiento de las comunicaciones a nivel mundial. Internet es una gran herramienta, brinda posibilidades excelentes para la difusión de los artistas.

P.: ¿Cuál cree que es la debilidad de su colección?
E.F.C.: Las debilidades en mi colección tuvieron que ver con que no me desprendí de ciertas obras por adjudicarles un valor afectivo, por ligarlas a un recuerdo. La selección afectiva de una obra no tiene una razón coherente ni visual, y eso empieza a desvirtuar el foco de la colección. El arte es emocional, pero cuando te conviertes en un gran coleccionista tienes que pensar más en la colección como una totalidad. Por eso, hoy puedo decir que esa fase ya la he aceptado y superado.

P.: ¿Cuál considera que fue su mejor inversión en arte?
E.F.C.: He comprado obras sin pensar que llegarían al precio que han alcanzado. Una anécdota que recuerdo en este momento es haber adquirido un Rafael Soto en un mercadito de Canadá por 870 dólares, una obra que hoy supera los 50.000 dólares. Pero son pocas las ocasiones como ésa que se presenta en la vida.

P.: ¿Cuál sería su consejo en el momento de la compra?
E.F.C.: No hay que ser emocional ni apurarse. Hay que hablar mucho con gente experta, con los galeristas, etc.; todos te van a dar una opinión personal, pero cuando recopilas muchos fragmentos de estas conversaciones se logra una correcta evaluación. Nunca hay que apurarse, siempre hay otra cosa fabulosa esperando ser descubierta.

P.: ¿Qué le interesa ver en Buenos Aires, qué la entusiasma?
E.F.C.: Tengo particular interés en la Fundación Esteban Liza y en la visita a los talleres de Guillermo Kuitca, Leandro Erlich y el joven Matías Duville, quien el año pasado ha realizado una muestra en CIFO. Las ferias me gustan, porque nunca sabes exactamente cuál es el artista nuevo que conocerás.

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