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Nace la nueva enemiga de los fondos buitre: Hillary Clinton
El tipo de inversión en fondos soberanos de Elliott no es precisamente lo que desvela a Hillary Clinton, sino la actividad predatoria de estos fondos en las propias empresas norteamericanas y el hecho indiscutible de la enorme brecha entre la clase media y los más ricos en Estados Unidos que ha crecido exponencialmente en los últimos quince años, lo que se debe en gran parte a la combinación de ser una actividad escasamente regulada y a la baja tasa impositiva sobre sus ganancias. Ya hace un par de años se viralizaron las declaraciones de Warren Buffett de que su secretaria pagaba una tasa más alta de impuestos que él y sus colegas, no obstante la desproporción de ambos ingresos.
Entre los principales exponentes de activismo se encuentran Bill Ackman, de Pershing Square; David Einhorn, de Greenlight Capital; Carl Icahn, de Icahn Enterprise; Dan Loeb, de Third Point; Nelson Peltz, de Trian Parners; Barry Rosenstein, de Jana Partners; Jeff Smith, de Starboard Value; Jeffrey Ubben, de ValueAct Capital; Ralph Whitworth, de Relational Investors; y por supuesto el enemigo número uno de la Argentina, Paul Singer, de Elliott Management.
La actividad de estos fondos ha ido no sólo en aumento, sino que cada año aparecen más actores en la escena debido a las ventajas impositivas. Fondos de inversión tradicionales han comenzado procesos de reestructuración para adecuar sus estructuras y técnicas de inversión a los efectos de beneficiarse de las bajas tasas. En cuanto al aumento de las operaciones llevadas a cabo por los fondos activistas, de acuerdo con un informe de Standard & Poor's difundido por la CNBC, ha habido 64 casos de activismo en 2015 hasta la fecha, 3 ½ veces más que hace una década y en camino de superar los 102 casos observados en 2014.
Esta situación está provocando una distorsión en el mercado no sólo por la inequidad arriba mencionada, sino también por la negativa influencia que estos fondos tienen en la conducción de las actividades de las empresas y por su impacto en el mercado laboral y de crecimiento sostenido. El efecto cortoplacista que sólo busca generar un beneficio rápido es un efecto negativo no deseado. Mientras las ganancias aumentan, se congelan el empleo y las inversiones en innovación.
Hillary no está sola. Empresarios importantes de Estados Unidos vienen señalando las distorsiones mencionadas, que afectan las inversiones en tecnología, innovación, mano de obra especializada o en gastos de capital esenciales para sostener el crecimiento a largo plazo. Vengo sosteniendo que la Argentina debería aprovechar el descontento de los empresarios e inversores tradicionales y la pléyade de instituciones empresariales y profesionales que los agrupan para explicar el caso argentino, el que desde el punto de vista de equidad debería despertar mayor apoyo en las fuerzas vivas de Estados Unidos. Al final de cuentas, en ambos países se valoran los mismos principios: empleo, igualdad de oportunidades y posibilidad de crecer.
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