10 de febrero 2014 - 00:00

“No hay nada humano fuera de especulación” (Nobel Buchanan dixit)

Alberto Benegas Lynch (h) - Doctor en Economía
Alberto Benegas Lynch (h) - Doctor en Economía
Entiendo que la gran mayoría de los que atacan la especulación están imbuidos de la mejor de las intenciones, pero desafortunadamente en estos casos la intención resulta del todo irrelevante. Atacar la especulación es exactamente lo mismo que emprenderla contra el ser humano. No hay acción sin especulación, puesto que aquélla significa que el sujeto actuante conjetura con que pasará a una situación más satisfactoria que en la que se encuentra. Yo estoy ahora especulando que esta nota resulte clara, el que estudia especula con obtener el título, la madre que cuida al hijo especula con que se encuentre bien, el comerciante especula con obtener beneficios, el gobernante especula con que sus políticas sean aceptadas y exitosas y así sucesivamente.

Como queda dicho, no hay acción humana sin especulación. En el mercado, gracias a los especuladores, se proveen alimentos, vestimenta, medicina, vivienda y todo lo demás que se requiere, siempre y cuando los aparatos estatales no se inmiscuyan en los procesos abiertos y competitivos, puesto que, en ese caso, comenzarán los faltantes y se deteriorarán las correspondientes calidades.

El monopolio de la fuerza que denominamos gobierno teóricamente se establece al efecto de proteger los derechos de los gobernados. Cuando, en su lugar, los conculca, se convierte en el enemigo de la gente. Se convierte en mandante en lugar de mandatario.

Nada peor que la soberbia de burócratas que pretenden manejar coactivamente vidas y haciendas ajenas, puesto que los desbarajustes son siempre superlativos. No sabemos qué haremos cada uno de nosotros la semana que viene porque las circunstancias mutan y, sin embargo, hay funcionarios que se arrogan la facultad de imponer conductas a millones de personas.

Sin duda que también especula el asaltante a un banco: apunta a lograr el objetivo sin que lo aprehendan por su delito, pero -y esto resulta especialmente importante- la detención del criminal no se debe en absoluto a su condición de especulador (de lo contrario habría que detener a todos los seres humanos) sino por haber lesionado derechos de terceros.

Quienes embisten a los comerciantes por sus especulaciones carecen del conocimiento más elemental de economía y repiten los estruendosos y reiterados fracasos de los países colectivistas y socializantes que empobrecen a todos.

A esta altura del siglo veintiuno, es llamativo que se insista en la magia primitiva y rudimentaria en cuanto a la pretensión de resolver problemas de asignación de los siempre escasos factores productivos por medio del alarido, el gesto prepotente, la amenaza y el decreto.

Por supuesto que los empresarios aliados al poder y receptores de mercados cautivos y otros privilegios son también especuladores, pero se asimilan al asaltante de bancos puesto que sus patrimonios no los obtienen en procesos abiertos y por ende son explotadores de la gente, ya que sin la prebenda la situación sería radicalmente distinta.

En resumen, como ha explicado el Premio Nobel en Economía James M. Buchanan, "no hay nada humano que esté fuera del ámbito de la especulación, y mi esfuerzo académico en gran medida se ha concentrado en que eso es del todo aplicable a los políticos".

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