Periodista: ¿Cómo resultó su entendimiento con Sergio Tiempo?
Facundo Agudín: Fantástico. Fue como si ya hubiéramos tocado juntos muchas veces. Se me ocurren muchas cosas para hacer juntos también en Europa. Tengo varias cosas para estrenar, yo me ocupo mucho de la música contemporánea, y eso en la situación actual del mercado del disco o el no-mercado del disco puede ser girado hacia una situación de ventaja para los compositores, porque las casas, que ya no son casas sino emporios raros que hacen también otros productos y se ocupan de otras cosas, que siempre quieren novedades, pueden dar lugar a los compositores actuales. Me encantaría grabar el concierto de Liszt en Suiza, pero ¿qué casa va a aceptar esa propuesta? Hay 200 discos con esa obra, en cambio se abre un camino de estrenos muy interesante. Una vez una cantante me dijo: "Yo me ocupo de esto porque si no, ¿quién lo va a hacer?" En ese espíritu tocamos esta obra de Zorzi, las "Variaciones enigmáticas", un mastodonte, una obra en cinco movimientos muy bien escritos y muy interesante. Cuando me convocaron para este concierto tuve que elegir entre varias piezas de Zorzi, y me incliné por ésta que resultó la más interesante pero también la más difícil. Lleva una orquesta enorme, y realmente vale la pena. Finalmente va la suite 1945 de "El pájaro de fuego", que Stravinski retomó en su estilo de retocar su música, y lo hizo aquí con una mano extraordinaria; están las tres cuartas partes del material de 1910.
P.: Llama la atención que hable de "tocar" y no de "dirigir".
F.A.: Porque yo me siento un músico más. Para mí la mejor manera de dirigir es dirigir lo menos posible, ensayar de manera de ayudar a equipos a construir sus propios reflejos para que nosotros podamos retirarnos cuanto antes mejor, y transformar grupos sinfónicos grandes en situaciones lo más camarísticas posibles. Naturalmente, como decía Boulez, es lógico que a la gente y a los programadores no les guste la música contemporánea; eso se debe a que las orquestas no se dan el tiempo necesario para ensayar, si se lo dieran encontrarían el placer y la naturalidad, se construirían los reflejos y se podría hacer todo con más naturalidad. Aquí hay que remar un poco más porque exige más concentración que la quinta de Tchaikovsky, pero nos está yendo muy bien.
P.: Usted ha transitado mucho la música antigua. ¿Influyó esto en su enfoque del repertorio posterior?
F.A.: No lo sé, es posible, porque eso crea gustos. Durante mucho tiempo yo estudié muchas grabaciones de Gardiner y Hereweghe, y por más que en la Universidad Catolíca Argentina yo tenía una formación romántica nunca abandoné ese cajón. Nunca me interesó volverme un especialista, siempre creí que era una falsedad, una cuestión de modas. Ahora los directores más interesantes nunca se sabe con qué instrumentos tocan, no le dicen ni a su madre en qué diapasón afinan. Los directores de verdad siempre dirigieron de todo.
Entrevista de Margarita Pollini |
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