Álvarez Tuñón ha sido juez y actualmente es fiscal general ante la Cámara General de Apelaciones de Trabajo, y un elogiado narrador, poeta y ensayista. Entre sus obras figuran las novelas "El diablo en los ojos", "El desencuentro" (que se estuvo por llevar al cine), "Las enviadas del final", y la recién aparecida "La mujer y el espejo". Dialogamos con él.
Periodista: ¿Cómo surge en usted el tema de "La mujer y el espejo"?
Eduardo Álvarez Tuñón: Es una historia real. Por provenir de la poesía busco escribir historias tomadas de la realidad desde una perspectiva poética. Mi tío Raúl González Tuñón, que era escritor, que estuvo en la Guerra Civil Española, al regresar conoció a Dolores del Río, una gran actriz del cine mexicano y de Hollywood, con la que vivió un romance intenso, más breve que el que cuento en mi novela, pero lo suficiente como para que llegaran a convivir. Después él se decepcionó. Ella era una gran diva y pertenecían a mundos muy distintos. Un día en una estación de tren cree verla. Se le acerca. Intenta hablarle. Y la mujer le dice: "Sé quién es usted, pero usted no sabe quién soy yo; es natural que se haya confundido, no soy Dolores del Río, soy su doble de riesgo". Mi tío se subyuga por esa mujer idéntica a aquella con la que había vivido hasta hacía poco tiempo. Me decía: "Sólo su voz era tenuemente diferente, en silencio eran iguales". Se siente seducido por esa mujer, que era igual a la otra, pero descubre un alma más profunda, más humilde, y así comienza a vivir con la doble de riesgo una relación más intensa que la que había vivido con Dolores del Río. Esa historia real me pareció que podía tener una dimensión poética. Empecé a investigar el tema de los dobles, que me pareció muy atrayente.
P.: El tema del doble, uno de los tradicionales de la literatura fantástica, usted lo traslada a la literatura romántica, a una novela de amor y sobre el amor.
E.A.T.: La pregunta que subyace es: ¿de qué nos enamoramos cuando nos enamoramos de una mujer? Aquí es la misma figura, el mismo cuerpo, con otra alma. Me interesó el misterio que hace que aparezcan dos seres exactamente iguales que no tienen ningún parentesco. El laberinto de causas y efectos que produce seres idénticos sin que haya nada natural que los una. En mi investigación para la novela conocí algunos dobles. Supe que hay algo que los salva y algo que los condena. Los salva parecerse a ese otro que la humanidad quiere preservar, que no corra riesgos, y ellos son los fusibles que pueden morir. En ese parecerse esta su trabajo, su dicha. El miedo del doble lo hago aparecer en un diálogo imaginario con el doble de Clark Gable. Es el miedo a envejecer distinto, a que la vida los diferencie. Tratar de vivir igual para no alejarse. Tomar su mismo whisky, comer lo que él come. Pero hay lo que no se puede evitar. Divorciarse cuando él se divorcia, amar cuando él ama, llorar cuando él llora. Y eso lo diferencia, lo registra el rostro. Mi rostro, me explica, no es sólo lo que tomo, lo que como, sino también lo que gozo y lo que sufro. Clark Gable era tan buena persona que mantuvo a su doble aun cuando su escena no era de riesgo, porque se dio cuenta de que, si no, de qué iba a vivir. Me interesó también ese mundo perdido del cine, que hoy ya no es lo mismo.
P.: Su novela trata de la relación de un guionista, de un escribidor, y una diva.
E.A.T.: Es un poeta que se convierte en guionista para vivir. Era el diferente de ese mundo. Para ella, siempre rodeada de galanes, de productores, de millonarios, lo diferente era enamorarse de un poeta de izquierda, en alguna medida censurado y pobre. Y ese hombre que ha sido valiente, perseguido, que formó parte de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española, que ha enfrentado a la represión, que supo sobrellevar las durezas del exilio, teme a sus dos hermanas, que son maestras de escuela pública, mujeres socialistas con la moralidad del viejo socialismo, no se atreve a contarles esta historia bizarra de que ahora ama a la doble de la que fuera su mujer. Eso fue posible en los años 40; hoy con los medios, Google y las redes, ya no. Cuando la lleva a la casa familiar de la calle Boedo a que la conozcan sus hermanas, él le pide que por última vez haga de Dolores del Río.
P.: Hay en su libro también para la diva y su doble una última vez, un último encuentro.
E.A.T.: La realidad, el cine, el criterio de belleza, el paso del tiempo, las van dejando de lado. Viven lo efímero de ese mundo. En el último capítulo, el que más me costó escribir, la diva, Dolores del Río, en mi novela Aída del Carril, quiere saber cómo envejeció la otra, ver si envejecieron igual. Han ido cayendo los velos de la vanidad. Otro tema que me gustó trabajar es si Adela, la doble, se enamora y sale con Martín Galdós, el personaje central, porque la ama o como una forma de seguir pareciéndose a la diva, la que le dio el trabajo que la salva; si quiere vivir aunque sea más tarde algo que la otra vivió. Esto no está planteado desde una mera narratividad, desde una especulación, sino desde esa poesía de la prosa que acerca al lector a lo que viven los personajes, que lo dispone a la emoción.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
E.A.T.: Estoy terminando "La venganza de la música", un libro de cuentos que parten, como en la mayoría de mis libros, de historias reales. Por mi trabajo, por mi vida, estoy siempre atento a lo que ocurre en el mundo, a la riqueza de la realidad. Ya tengo doce cuentos y creo que en catorce voy a darlo por terminado.
Entrevista de Máximo Soto |
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