- ámbito
- Edición Impresa
Peralta Ramos, el dandy de fines del siglo pasado
• DEL INFINITO DEDICA UNA MUESTRA A UN HIJO DILECTO DEL INSTITUTO DI TELLA
Personaje único de la cultura porteña, se definía como “filósofo, poeta y artista”. Autor de los “mandamientos gánicos”, en los 90 alcanzó su mayor popularidad cuando saltó a la televisión en el programa de Tato Bores.
En los turbulentos años que van desde Frondizi a Menem, con su imaginación fecunda, fue artista plástico, conceptual y performático; cantor, filósofo, poeta, humorista y actor. Su posición dadaísta y conceptual radicaliza la del propio Duchamp. El arte se convierte en su propia vida y sale entonces en busca de la fama que tanto disfrutó. Las anécdotas son sus obras y, la del premio Guggenheim, cuando gasta el monto elevado del galardón en una comida en el Alvear, o la del toro que compró en un remate de La Rural y la de la venta del buzón, configuran una parte de su legado.
Vale la pena releer los textos para la revista "La Semana", donde cita sus lecturas, habla de las canciones de Poky Evans y las de Jorge De la Vega que él cantaba en África, cuenta sobre su participación en el programa de Tato Bores y las conversaciones con Borges. Luego de responder que "el libre albedrío es una ilusión necesaria", Borges le pregunta a qué se dedica. Peralta Ramos le responde "soy filósofo, poeta, artista", y luego, confiesa: "Borges me metió una tapa bárbara", me contestó: "Cómo me gustaría ser todas esas cosas".
Con su condición de talentoso ángel gordo de buena familia que vive la vida como se le antoja, Peralta Ramos es hoy un mito de su propia clase social que, de hecho, pobló el vernissage de Del Infinito. Seguro de sí mismo, sabía quién era. Se consideraba rebelde y provocador, pero de ninguna manera un revolucionario ("... soy un determinista... yo soy un Peralta Ramos y si bien algo he roto, esta es mi casa, esta es mi familia. Yo acepto mi destino"). Vivió siempre con sus padres, mimado por la sociedad que toleraba y aplaudía sus provocaciones.
Hoy ocupa un lugar en la lista de famosos dandys de la Argentina opulenta, ha ganado su trono entre aristócratas como el presidente Torcuato de Alvear y quienes con sus excentricidades descalificaban la pacatería reinante. En efecto, la intención de Peralta Ramos era ventilar la densa atmósfera cargada de prejuicios de la sociedad porteña: "Lo hice siempre en la Argentina, abrí las ventanas para que entre un poco de aire fresco".
Dejá tu comentario