10 de noviembre 2010 - 00:00

Rugby con aroma a café

El rugby como vehículo. En la ciudad de Medellín, el deporte está creciendo a un ritmo vertiginoso.
El rugby como vehículo. En la ciudad de Medellín, el deporte está creciendo a un ritmo vertiginoso.
Un ingeniero que había hecho sus estudios universitarios en Estados Unidos regresó a Medellín con un balón auto-grafiado por sus compañeros del equipo universitario donde aprendió el rugby. Hans Rausch luego usó esa pelota para lo que fue el nacimiento del rugby colombiano moderno. Puso avisos en universidades locales y se acercó un grupito de curiosos. Pasaron 15 años y Rausch, hoy habitante de la lejana Dubai, es el padre fundador del rugby colombiano.

Poco hubiera imaginado aquel sábado que hoy hay más de cinco mil jugadores en un país que busca recuperarse, lentamente, de un pasado que lo atormentó. El rugby es un deporte que ayuda, ya que por ejemplo en Medellín el rugby está creciendo a un ritmo vertiginoso gracias a una buena relación con el ente deportivo municipal, el INDER.

Este crecimiento está centrado en chicos de escasos recursos, de los barrios como llaman a sus zonas marginales los paisas (nombre que toman los locales), ubicadas en las laderas de las montañas que encierran a una ciudad mas que bonita.

Fue allí donde con la amabilidad que caracteriza a la gente de menos recursos fui recibido por la familia de José Manuel Diosa. Subiendo unas escaleras, entramos a la humilde casa que la familia tiene en el Barrio 20 de Julio, en las laderas de la montaña. Es de las pocas que está pintada. Allí, en el barrio, José Manuel es reconocido por todos. Juega en la selección Colombia, aunque no la de fútbol.

Mi hijo se enojaba fácil en la escuela y pensaban en echarlo; fui a hablar y me dijeron que una buena opción era el rugby, cuenta Luz Leida, la madre. No sabía qué era, pero si servía....

Vaya que sirvió. Cuatro años más tarde, el menor de seis hijos es el apertura de Los Tucanes, ha viajado por Sudamérica y el rugby le da su forma de vida. Me llevó un año entender bien de qué se trataba, cuenta. Pero le debo todo. Por suerte mis hermanos y hermanas son todos trabajadores, pero mis amigos de niños están vagando, en prisión o muertos.

Se nota en lo de Diosa que es una familia honesta. El padre hace changas de transporte, la madre es ama de casa y José Manuel -que aún vive en su casa- es entrenador de rugby del INDER. Sus ingresos son fundamentales para la manutención del hogar.

El rugby me ha formado, me ha dado nuevos amigos, un trabajo. Por eso es que quiero devolverle lo que más pueda, explica desde sus maduros 20 años. Hábil, de esos que muestran una naturaleza envidiable con las manos y el pie, seguramente podría jugar a mejor nivel si la oportunidad surgiera. No me quiero ir del barrio; siento que tengo que trabajar para mejorar las oportunidades de los niños. Y creo que el rugby es una buena forma.

Diosa lloraba después del cierre del Sudamericano B que organiza anualmente la Confederación Sudamericana de Rugby. Lo ganamos antes de empezar, confesaba el capitán Daniel de Castro. Y el apertura, a pesar de sus tres tries en los dos partidos más importantes, no pudo repetir el premio al mejor jugador del año anterior.

Lloraba por la bronca de no haber podido lograr que su equipo jugase bien al rugby. Colombia no rindió como se esperaba. No importa, su tiempo llegará.

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