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Sosegado show del Vicentico íntimo
También, fue una buena excusa para que Vicentico tocara unos pocos temas nuevos y, lo que esperaba la mayoría, que hiciera un repaso por su carrera solista (tres discos anteriores) y, cómo no, de «Los Fabulosos Cadillacs». «Está todo muy cerquita», bromeó el músico, con el recuerdo todavía fresco de las últimas presentaciones en River (aunque ya hayan pasado dos años) con la reunión de los Cadillacs y shows que desbordaron de fans y fueron fiestas interminables. Estos recitales que ofrecerá en octubre, ante unas 200 personas, resultan, en la comparación, casi un concierto para los amigos.
Prolijo, pulcro, con el pelo recién cortado y vestido de saco, pantalón y zapatos, su gesto de galán con mano en el bolsillo poco tenía que ver con el vocalista de los ruidosos «Cadillacs» que saltan y corren sin parar (con los años cada vez menos), llamando al pogo a los fans del ska.
Vicentico abrió con temas de su último disco, «Cobarde» y «Morir a tu lado», la más pop y que ya suena en radios con augurios de convertirse en hit, por su melodía pegadiza. «No se aburran con los temas nuevos, aplauden de compromiso», bromeó, y dio paso a varios de sus discos anteriores como «68» o «Todo está inundado». Fue ahí cuando Vicentico confesó no aguantar la incomodidad de los zapatos, buscó las zapatillas y todo indicaba que llegaría el momento de los saltos y el desenfreno. Se sacó el saco, se arremangó, pero hubo que esperar un rato para una de las canciones más celebradas de la noche, «El árbol de la plaza» y antes pasó «Algo contigo». El show continuó con «Los caminos de la vida» y uno de los puntos más altos fue la suerte de remix de «Se despierta la ciudad», con una potencia tal en las guitarras eléctricas que la convirtieron en una excelente versión pesada, muy lejos de lo festiva que es la original, con predominio de la murga.
Para los bises llegó el momento más «Cadillac» de la noche, con «Basta de llamarme así» y «Vasos vacíos», pero también pasaron otras propias, como «Bajando la calle». Cerró con la pegadiza «Tiburón». «¿Podemos pararnos?», gritaba un público obediente y contenido, a lo que Vicentico, acostumbrado al pogo y los saltos espontáneos, respondió: «Hagan los que quieran, yo ya me voy».
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