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Un candidato de izquierda amenaza a la Concertación

La irrupción de Marco Enríquez-Ominami como candidato presidencial alteró el tablero político chileno. Lo apoya una cantidad considerable de los desencantados de la Concertación.
En palabras del senador socialista Nelson Ávila, quien trata de ingeniárselas para apoyar a Frei a la vez que impulsa a Enríquez-Ominami, los disidentes expresan «que la Concertación no ha recogido un conjunto de propuestas de muchos sectores, ha tenido una dócil aceptación de la política económica heredada». «La percepción no es nueva, la vengo sufriendo desde hace un tiempo largo, abrigando la esperanza de una rectificación», admite con cierta amargura Ávila a este diario. La candidatura de Frei, visto en parte como emblema de las privatizaciones de los 90, no hizo más que ampliar esa brecha con los concertacionistas de centroizquierda.
Pero la novedad política chilena tiene una representatividad no explicada sólo por lo ideológico. En Chile hablan del «voto bronca», desideologizado, de jóvenes de la era twitter nunca encantados por la política. De hecho, la apatía del mercado juvenil es una de las causas que marcaban el lento pero decisivo declive de la Concertación, que sufre además un desgaste lógico de dos décadas en el Gobierno.
Sin embargo, de acuerdo con los límites de la discusión política en Chile, la «bronca» expresada por Enríquez-Ominami no busca romper con todo. «Chile tiene un sistema presidencialista exagerado que parece una monarquía colonial. La colusión de los partidos políticos chilenos quiere impedir debates sobre los silencios de nuestra democracia. La inequidad, los derechos civiles, la libertad de expresión, el acceso a la información y la educación», cita el candidato. Consultado sobre, por ejemplo, Hugo Chávez, responde: «Estoy de acuerdo con el Chávez que nos propone un mundo multipolar y no unipolar, pero no con el que intenta expropiar sin fundamentos. El que no renueva la concesión al canal RCTV me parece bien, pero no el que se lo guarda para crear otro canal estatal».
El propio Enríquez-Ominami matiza taxonomías tradicionales al describir un «conservadurismo de izquierda y otro de derecha» y una política «secuestrada por un grupo de dirigentes».
Como «hijo, hermano, sobrino y nieto de víctimas del régimen de Pinochet soy muy crítico del proceso de transición. La batalla estuvo mal conducida y se perdió, hay impunidad», denuncia el postulante, cuyo armado electoral no está aún definido.
En los comicios de 2000 y 2006, la Concertación logró vencer en ballottage con una transferencia de votos casi completa por parte de la coalición de izquierda comunista-humanista. Ante una primera vuelta pareja, con una luz de ventaja para el oficialismo, el 5% de la fracción minoritaria que optó por Ricardo Lagos (2000) y Michelle Bachelet (2006) terminó siendo una lápida para la derecha.
Ese trasvase en el ballottage podría repetirse desde Enríquez-Ominami hacia Frei para frenar a Piñera, llegado el caso, pero el margen de duda no es menor. Las prevenciones ideológicas hacia Frei podrían no ser salvadas, o el desencanto y la apatía podrían verse más tentados por el simpático Piñera que por el circunspecto demócratacristiano, heredero de un linaje político poco apto para twitters o rebeldes juveniles.
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