2 de febrero 2012 - 00:00

Un conflicto armado de final impredecible

Manifestantes opositores sirios de la provincia de Edleb muestran un cartel que ridiculiza al dictador Bashar al Asad. La necesidad de algún tipo de ayuda exterior es muy grande para el movimiento de protesta, dada la intensidad de la represión del régimen y la fuerte posibilidad de que, si este se impone finalmente, las represalias contra los movilizados sean graves.
Manifestantes opositores sirios de la provincia de Edleb muestran un cartel que ridiculiza al dictador Bashar al Asad. La necesidad de algún tipo de ayuda exterior es muy grande para el movimiento de protesta, dada la intensidad de la represión del régimen y la fuerte posibilidad de que, si este se impone finalmente, las represalias contra los movilizados sean graves.
Damasco - La crisis en Siria se está convirtiendo en un conflicto armado entre una «guerrilla» formada por miles de desertores del Ejército y un régimen determinado a controlar la revuelta popular, un escenario que eclipsa las imágenes de manifestaciones pacíficas de los primeros meses, estiman analistas.

«Es el inicio de un conflicto armado generalizado, nos dirigimos hacia un verdadero caos», dijo el especialista Joshua Landis, director del Centro de Estudios sobre Medio Oriente en la Universidad de Oklahoma.

El conflicto ya amenaza convertirse en una guerra confesional en regiones como Homs, la cuna de la revuelta contra el régimen y donde son cometidas atrocidades en los barrios mixtos musulmanes sunitas y alauitas, según fuentes opositoras.

Punta de la lanza de la «oposición armada», el Ejército Libre Sirio (ELS), formado por desertores del Ejército regular, realiza operaciones cada vez más audaces contra las fuerzas del régimen de Bashar al Asad, incluso ataques a las puertas de Damasco, ciudad que hasta ahora había estado a salvo.

De acuerdo con el jefe del ELS, el coronel Riad al Asaad, quien reivindica tener bajo su mando unos 40.000 hombres, el ejército rebelde realiza «ataques de guerrilla contra las posiciones de las fuerzas del régimen, seguidas por una retirada estratégica hacia lugares seguros».

A medida que la crisis se eterniza y que toda intervención militar, como ocurrió el Libia, está excluida, la oposición parece sostenerse por sí misma.

«La oposición se está dando cuenta, lentamente, de que para ganar será necesario destruir el Ejército. Nadie vendrá a ayudar, ni los árabes ni Occidente. Los estadounidenses no van a desembarcar como lo hicieron en Irak», dijo Landis.

En el Consejo de Seguridad de la ONU, Siria y Rusia continúan haciendo oídos sordos a los pedidos para que cese la represión (ver aparte).

«La gente esperaba que las manifestaciones pacíficas llevarían a Al Asad a renunciar, o que habría un escenario como el de la plaza Tahrir en Egipto. Pero se han dado cuenta de que no habrá un fin mágico», dijo Landis.

Apoyo

La situación es aún más difícil si se recuerda que el régimen todavía tiene el apoyo de una gran parte de la población para enfrentar lo que denomina «bandas terroristas», minimizando la amplitud de la revuelta.

«El conflicto armado ofrece argumentos al régimen para reprimir más y alegar que la violencia es causada por grupos salafistas provenientes del exterior», dijo Agnes Levallois, especialista en Siria y con base en París.

En tanto, para Fabrice Balanche, experto en Geografía en la Universidad de Lyon, «la meta es Damasco. Quien controla Damasco, controla Siria», en una referencia a los combates cada vez más próximos a la capital.

De acuerdo con este experto, la rebelión moviliza elementos jóvenes de las periferias sunitas y pobres, donde los islamistas se han organizado en los últimos años.

Esto confirma los temores de una guerra civil generalizada en sunitas y la minoría alauita -a la que pertenece el clan del presidente Al Asad-, en medio de un escenario de «resentimiento religioso que estalla» en la población.

«El régimen especula con que si Siria se encamina a una guerra civil, puede agitar el fantasma libanés o el iraquí para hacer que la población retorne al camino adecuado», dijo Balanche. Pero esta táctica puede tornarse inadecuada, dijo. «Si la situación se degenera mucho, perderá el control del proceso».

«Bashar al Asad podría mantenerse por ahora militarmente, pero no desde el punto de vista económico ni político, y al final será obligado a irse», dijo Balanche.

Agencia AFP

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