En los balances culturales importa tanto lo olvidado como lo recordado. Martin Kohan, en este libro, dice que "la pregunta de la memoria es inseparable de la pregunta por el olvido. Recordar es seleccionar. Para dar sentido al recuerdo hay que elegir lo que se recorta, lo que se olvida".
En el balance que intenta "Ficciones en democracia", el olvido pone en evidencia las transformaciones que ha tenido la idea de democracia, hace patentes las cuestiones del pasado que ya no se plantean y las que se consideran vigentes. Este libro reúne las entrevistas que la periodista y escritora Silvia Hopenhayn realizó en el stand del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Se convocó a 16 escritores para conversar sobre "la nueva narrativa en tiempos de democracia". Los diez autores que estuvieron presentes y los seis restantes que contestaron por email, fueron: Martín Kohan, Luisa Valenzuela, Juan José Becerra, Fernanda García Lao, Ana María Shua, Claudia Piñeiro, Gabriela Cabezón Cámara, Leonardo Oyola, Guillermo Martínez, Carlos Gamerro, Luis Gusmán, Pablo De Santis, Luis Chitarroni, Leopoldo Brizuela, Rodolfo Rabanal y Damián Tabarosky, es decir un variado abanico de representantes de distintas generaciones y diversos estilos estéticos.
La propuesta fue que cada uno eligiera libros de ficción representativos de las tres décadas de democracia y ver "cómo la ficción dialoga con la Historia, con lo que nos viene pasando", hablar de "la ficción que ocurre en democracia, y de 'qué se le ocurre a la ficción". Los grandes recordados, los autores que son más frecuentemente elegidos como una señal de la narrativa en la democracia, son Rodolfo Fogwill, César Aira. Fogwill alcanza el nivel de magisterio, casi en el sentido de autoridad doctrinal, por lo alcanzado con su novela "Los pichiciegos", donde toma la Guerra de Malvinas y "convierte la épica de guerra en un farsa de guerra",y así señala según Martín Kohan "el año cero de estos treinta años de democracia".
Al polifacético, y laboriosamente descomunal, César Aira, se lo lee desde sus múltiples aportes, y en casos como si el haber comenzado a escribir en épocas peligrosas hubiera infundido un riesgo extra a su literatura, "en donde la palabra está jugando una batalla ideológica para instalar pensamientos" (Fernanda García Lao). Escritores emblemáticos años atrás, como Juan José Saer o Ricardo Piglia, siguen estando presentes pero, en muchos casos, con mera presencia referencial, y entran en el canon donde Borges es incuestionable, aunque buena parte de los nuevos narradores busca entrar en el legado de Roberto Arlt. En los olvidos están obras que fueron claves de la primera etapa de la democracia, los años de Alfonsín, como las novelas de Jorge Asís, Osvaldo Soriano, Tomás Eloy Martínez, entre otros.
Si hay algo apasionante en estas entrevistas son los rescates de obras que realizan, por ejemplo cuando Luisa Valenzuela lleva a leer "La última conquista de El Ángel" de Elvira Orphé, o Ana María Shua seduce contando algunos de los cuentos de Inés Fernández Moreno ("Hombres como médanos"), Carlos Chernov ("Amor propio") y Samanta Schweblin ("Pájaros en la boca") hasta hacer imperdibles esos libros. En todos los encuentros hay esos valiosos estímulos al placer de leer. Hay también guiños cómplices, fraternidades previsibles, elogios esperables, abrazos con los de la propia tribu. Hay en casos una recaída en ese gusto tan argentino por el decadente "épater la bourgeosie", por lo marginal, lo atípico, lo "moderno", lo extravagante, lo provocativamente innovador o lo declaradamente narcisista. Pero, sobre todo, en la suma de estas páginas, con autores que ya son figuras destacadas de la Literatura Argentina, la visión de una narrativa potente, abierta, que descartando temores, elige los más variados caminos personales.
M.S. |
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