Una de las zonas más contaminadas del planeta comenzó a transformarse. En el sitio de Hanford, Washington, donde se almacenaban desde la Guerra Fría miles de metros cúbicos de residuos nucleares, la empresa Bechtel inició el proceso de vitrificación: la conversión de desechos radiactivos líquidos en vidrio sólido y estable, capaz de resistir filtraciones, actividad sísmica y degradación ambiental.
Residuos nucleares de la Guerra Fría: cómo EEUU los transforma en vidrio para aislarlos por siglos
Estados Unidos convierte residuos radiactivos líquidos en vidrio sólido en Washington. El proceso -a cargo de Bechtel- marca un hito en la descontaminación nuclear global.

Bechtel diseñó el laboratorio para gestionar las frecuentes muestras que se tomarán durante las operaciones de la planta. El personal del laboratorio analizará aproximadamente 3000 muestras de proceso al año para confirmar la alta calidad del producto de vidrio y los adecuados controles de proceso.
La Planta de Tratamiento e Inmovilización de Residuos (WTP), construida por Bechtel para el Departamento de Energía de EE. UU., procesa actualmente unos 20.000 litros diarios de material altamente radiactivo. El sistema calienta los residuos a más de 1.150 °C en hornos de más de 300 toneladas, los combina con compuestos vitrificantes y los vierte en contenedores de acero inoxidable diseñados para durar siglos.
Este avance significa mucho más que una mejora técnica: representa un paso decisivo en la remediación de uno de los pasivos ambientales más graves de la historia moderna, generado durante el Proyecto Manhattan y la carrera armamentista de la segunda mitad del siglo XX.
Un proceso de décadas: cooperación, ciencia y presión social
El logro de Hanford llega tras más de 20 años de planificación, construcción y acuerdos interinstitucionales. La WTP es uno de los proyectos de ingeniería y descontaminación más grandes jamás emprendidos por EE. UU., y su concreción fue posible gracias a la cooperación entre agencias federales, gobiernos locales, comunidades tribales y centros científicos.
La presión de organizaciones ambientales y de las comunidades del noroeste estadounidense también fue determinante. Durante décadas reclamaron una solución definitiva al deterioro de los más de 170 tanques subterráneos donde se almacenaban residuos radiactivos, varios de ellos con filtraciones hacia el subsuelo y riesgo potencial para el río Columbia, una fuente vital de agua y biodiversidad.
La vitrificación, destacan los especialistas, no elimina el material, pero lo inmoviliza químicamente, reduciendo drásticamente su peligrosidad y evitando la dispersión de radionúclidos al ambiente. “No se trata de enterrar el problema, sino de transformarlo”, explican ingenieros del programa.
Un modelo para la gestión ambiental del siglo XXI
La experiencia de Hanford podría convertirse en referencia internacional para la gestión de residuos peligrosos. La tecnología de vitrificación, desarrollada originalmente para la industria nuclear, se está explorando ahora para el tratamiento de residuos industriales persistentes, como metales pesados, cenizas tóxicas de incineradoras o lodos de depuradoras urbanas.
Más allá de su impacto ambiental, el proyecto evidencia una lección clave: la descontaminación requiere visión a largo plazo, inversión sostenida y transparencia pública. No basta con aislar los residuos; hay que transformarlos en materiales inertes mediante innovación tecnológica.
La iniciativa también abre el debate sobre el costo y la escala de las soluciones ambientales. Bechtel estima una inversión total superior a los 17.000 millones de dólares desde el inicio del proyecto, una cifra que, según expertos, “marca la magnitud de lo que implica remediar décadas de pasivos nucleares”.
El valor estratégico de una tecnología replicable
La vitrificación de Hanford podría tener aplicaciones futuras en otros países con programas nucleares maduros, entre ellos Francia, Japón, Reino Unido y Rusia, que enfrentan desafíos similares con sus reservas históricas de residuos radiactivos.
Para América Latina, donde varios Estados -como Argentina y Brasil- mantienen programas nucleares civiles, la experiencia estadounidense ofrece una señal de advertencia y oportunidad: anticipar soluciones tecnológicas antes de que los pasivos ambientales se vuelvan inabordables.
En un contexto global de transición energética y de expansión de la energía nuclear como fuente limpia, la gestión responsable de los residuos se consolida como una condición indispensable de sostenibilidad. La vitrificación, aseguran los especialistas, es hoy una de las herramientas más prometedoras para lograrlo.
Dejá tu comentario