26 de septiembre 2008 - 00:00

Del Met de Nueva York a Villa Urquiza

Renée Fleming en «Capriccio» deStrauss, con el elogiado vestido deJohn Galiano para Dior.
Renée Fleming en «Capriccio» de Strauss, con el elogiado vestido de John Galiano para Dior.
En Villa Urquiza ha renacido de sus escombros y abandono el Teatro Cine 25 de Mayo por iniciativa de sus vecinos. Como parte de sus varias actividades, el moderno equipamiento con que ha sido dotado ha facilitado que el Metropolitan Opera de Nueva York lo adhiriera al sistema de transmisión de óperas en vivo iniciado hace poco, y que cada año tiene más éxito. Tanto, que ha sido copiado en Europa con todo entusiasmo. Hasta ahora, el 25 de Mayo es el único en Sudamérica.

México hace las transmisiones desde su Auditorio Nacional. El pasado lunes comenzó la nueva temporada 2008/2009 con una Gala elaborada como homenaje a la diva absoluta del Metropolitan, Renée Fleming. Aunque el director de la Opera no aprecia estas Galas, tampoco es ciego al poder taquillero de la soprano. Hubo como un juego de espejos: el público de Buenos Aires llenó el teatro vestido como para ir al Colón, léase saco y corbata para los caballeros, elegancia discreta para las damas, sin ponerse de acuerdo en ello, como es obvio.

Larga fue la velada. Incluyó dos entreactos de 35 minutos, cuando una conocida bodega obsequió champán rosado y almendras, lo que colaboró con la ilusión. El Teatro Colón cedió las libreas de terciopelo de sus asistentes de telón: tres señores empelucados, entonces, daban la bienvenida al 25 de Mayo.

La mayor parte del público fue puntual. Pero, sin anunciarlo en el programa, el espectáculo comenzó con una actuación en vivo de un conjunto haciendo un número inspirado en «Cirque du Soleil» con vestuario de «Manón» prestado por el Teatro Colón. Se habló en su momento que asistir a estas funciones del Met era despreciar los esfuerzos de los artistas locales: poco ayuda que el programa oficial no incluyera no sólo sus nombres sino su mera existencia. Y luego de una pequeña introducción por un caballero también anónimo -tal vez enviado por el Met- se comenzó con la proyección.

Técnicamente impecable: visión y sonidos nítidos sin el menor inconveniente. La mezzosoprano Susan Graham y la soprano Deborah Voigt hacían de periodistas recibiendo al público y alguna celebridad en la infaltable «alfombra roja» tanto a la entrada del Teatro en el Lincoln Centre como en Union Square, donde 2000 espectadores vieron gratis la Gala. Buena ocasión de practicar el inglés porque, por supuesto, no había subtítulos. Por suerte, tampoco traducción simultánea.

La Gala consistió de tres fragmentos de óperas, de representación completa: «La Traviata» de Verdi (actos II y III), luego el tercer acto de «Manon» de Massenet y finalmente la escena final de «Capriccio», de Richard Strauss. O sea que Fleming cantó en italiano, francés y alemán. «La Traviata» con Ramón Vargas y Thomas Hampson: fue la menos lograda versión. James Levine, repuesto tras su operación, dirigió con elegancia, pero Vargas no da un Alfredo a la altura de las exigencias; Hampson fue distinguido pero envarado, y a ella le cuesta sentirse como la «grande horizontal» que fue la desventurada Violetta Valery. Zefirelli, fiel a su lema «Nada es mucho» atiborró el tercer acto de colores violentos, figurantes y bailarines. Aun así, impactó.

«Manon» tuvo mejor suerte: naturalmente, Fleming renació, pudo lucir con descaro sus gorjeos en el «Cours La Reine», y sedujo con ardor al pobre Vargas, quien volvió a esforzarse con entusiasmo. Lo mejor de la noche fue, sin duda alguna, el largo monólogo de la Condesa en el final de «Capriccio»: Fleming, ahora sí en un medio vocal y espiritual que le es afín, tradujo con exquisitez cada nota de Richard Strauss, actuó con mínimo esfuerzo -como lo pide la obra- y dejó que sólo la magia de la música llenara la sala. Los otros dos directores de orquesta fueron Marco Amiliato para «Manon» y Patrick Summers para «Capriccio».

Una nota frívola, pero que entretuvo sobremanera la atención femenina, fue que el vestuario de Renée Fleming fue encargado a tres diseñadores de renombre: Christian Lacroix, Karl Lagerfeld y John Galiano para Dior en «Capriccio»: este último declarado unánimemente el mejor. La función que comenzó a las 19 concluyó a las 23:30. A esas horas en Nueva York algunos melómanos pudieron asistir a una cena especial, a razón de 100.000 dólares la mesa de 10 cubiertos. En Buenos Aires no existió tentación similar.

Se criticó mucho el precio elevado de las entradas, superior a los 22 dólares que cuesta en Estados Unidos. La directora del 25 de Mayo informó que han obtenido autorización del Met para grabar el programa y retransmitirlo, sin concretar fechas, a precios más acordes para la Argentina: 10 y 5 pesos. El programa completo incluye diez óperas, los sábados a la tarde: la próxima será «Salomé» de Richard Strauss con Karita Mattila, el sábado 11 de octubre a las 15.

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