16 de enero 2003 - 00:00
El fin del mundo, de Viena a Buenos Aires
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Emilio García Wehbi: Como ocurre en general con nuestros espectáculos, hubo apologías y rechazos. Unos dijeron que era una blasfemia, que allí no había ni un dejo de la obra de Krauss. En cambio otros opinaron que, aún tratándose de un material muy reelaborado, el universo de Krauss estaba absolutamente presente en él.
P.: ¿Ustedes se basaron en el texto original de Krauss?
E.G.W.:. En realidad trabajamos a partir de su universo literario. Nuestro punto de partida fue su obra «Los últimos días de la humanidad», que es irrepresentable con sus 600 páginas de crónica en torno a la Primera Guerra Mundial. Nosotros elaboramos ese material con absoluta libertad y lo transformamos en una obra de nuestra autoría, basada más que nada en crónicas, literatura, aforismos y escritos de Krauss.
P.: ¿Y qué sucede en esta versión «Periférica»?
E.G.W.: Tiene dos partes. La primera dura unos 35 minutos y es en gran medida musical. Tomamos el espíritu de la opereta considerándola -al menos desde mi punto de vista-como algo estúpido, casi oligofrénico. En ese marco aparecen los sobrevivientes de una última guerra, que están desnudos y enlodados en un páramo, mientras cantan despreocupadamente en honor de una humanidad ya desaparecida. Luego de un intervalo de 25 minutos -el necesario para los ajustes técnicos-hay un cambio radical del espacio. En esta segunda parte todo es de un blanco absoluto. Allí vemos cinco actores, vestidos de blanco, en un lugar que no reconocen. Es un espacio cerrado, que aparenta ser un bunker o una colonia de humanos en otro planeta. En este espacio hay una serie de objetos anacrónicos (un Winco, una heladera Siam, un proyector de Súper 8) que los actores deben manipular, obligados por una voz que les da órdenes en inglés, para provocarles estímulos y ver sus reacciones. A partir de esos estímulos estos actores -que han perdido la memoria y tal vez sean los últimos cinco sobrevivientes de la especie humana- intentarán reconstruir la humanidad.
P.: Sus puestas suelen tener un fuerte contenido ideológico pese a estar montadas con un lenguaje onírico.
E.G.W.: Sí y la razón está en que, ya sea en teatro como en cualquier otra expresión artística, el lenguaje o la imagen muy directos no me dicen nada porque me impiden reelaborar metáfora. Hay gente a la que el realismo le resulta muy útil e interesante, a mí no. Por eso yo quiero que el público no sólo se siente a disfrutar de mi espectáculo sino que también se lleve tarea para el hogar. ¿Cómo puede digerirse un espectáculo en la hora y pico que transcurre?
P.: ¿Qué opina del revuelo que provocó el «Proyecto Filoctetes» con su simulacro de gente tirada por la calle aparentando estar herida o abandonada?
E.G.W.: Superó todas mis expectativas. Ya las había superado cuando estuvimos en Viena. Yo creí que no podían pasar más cosas, pero Buenos Aires triplicó o cuadruplicó lo que sucedió en Viena en términos de reacción, que fue muy intensa, y de repercusión en los medios. Que Crónica TV saliera a transmitir en vivo nos pareció increíble. Creo que hablé con todos los medios gráficos, radiales y televisivos. Si hasta me llamaron de FM Soldado que pertenece al ejército. Pero tanto por derecha como por izquierda hubo, en general, una reacción muy dura y en contra de la intervención. Nos acusaron de abusar de la confianza de la gente, de crear situaciones caóticas... cuando nada de eso fue nuestra intención. En cierta forma esta experiencia nos mostró cómo se maneja burocráticamente una ciudad, ya que exigió una gestión muy ardua y complicada y tuvo, al final, derivaciones insospechadas. Yo en ningún momento imaginé que este proyecto tendría esas características. Se armó tal revuelo que de repente empezó a correr el rumor de que se estaban tirando muñecos desde los edificios o que algunos tenían bombas adentro. Por unas horas la ciudad se convulsionó y esto es algo que nunca se logra con una obra de arte. Me refiero a la masividad de la experiencia y a la llegada y efecto que tuvo en la gente. En junio, la vamos a repetir en Montreal y en todas las ciudades posibles.
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