3 de mayo 2024 - 13:36

Un diálogo con los muertos en impecable drama uruguayo

Hasta el domingo puede verse "Tierra" (Sala Casacuberta), una obra magnífica de Sergio Blanco que pone en juego la llamada "autoficción" y revitaliza la antigua "autoconciencia" del hecho teatral

Sebastián Serantes en Tierra, de Sergio Blanco, que se representa en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.

Sebastián Serantes en "Tierra", de Sergio Blanco, que se representa en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.

Hasta el domingo se representa en la sala Casacuberta del Teatro San Martín un espectáculo inusual. Se trata de “Tierra”, la obra de Sergio Blanco, dramaturgo uruguayo residente en París, a cargo de un espléndido cuarteto de actores del país vecino, que realizan una breve presentación en el CTBA como parte de una gira internacional.

“Tierra” es un nuevo intento de diálogo con los muertos, esa desesperada y vana tentativa de la humanidad, desde sus orígenes, por recobrar a un ser querido, por evocarlo de forma casi presencial, lo que suele ser simultáneo al propósito —no menos vano—, de desentrañar el sentido último de la muerte, y de la vida. La misma pregunta de Hamlet, que va cambiando de formatos a lo largo de la historia.

Blanco, en la búsqueda del “Rosebud” de su madre (para ponerlo en términos de Orson Welles en “Citizen Kane”: Rosebud era ese secreto íntimo que nadie conoció tras su muerte, el trineo de su infancia), de ese misterio que le permita recobrarla, entenderla, descifrarla o, simplemente, dialogar una vez más con ella, darle un beso o una caricia (una fatigosa manera de decir “resignarse a su muerte”, para ponerlo en términos de Borges) recurre al género que lo distingue por sobre otros dramaturgos que cultivan la misma corriente: la autoficción, el mismo que, en literatura, empleó también el recientemente fallecido Paul Auster.

Este formato invierte los términos del interrogante habitual: así como a los autores de ficción se les pregunta cuánto hay de autobiográfico en sus personajes, con los de autoficción queremos saber cuánto hay de invento en ellos. Pero en el fondo, y salvo para los biógrafos, eso es lo que menos importa: lo que se juega en escena, y aquí es mucho lo que se juega (verbo que en inglés, “play”, tiene un sentido más amplio: la obra hasta transcurre sobre la cancha de básquet de una escuela), es lo auténticamente valioso.

Pero esta obra no se limita a la autoficción, sino que pone en escena el acto mismo de la creación del drama. Los actores, en el Prólogo (la obra tiene luego tres actos y un Epílogo) explican al público de qué forma se gestó lo que estamos viendo ahora, y cada uno de ellos relata cómo fue convocado por Blanco para intervenir, y por qué fueron seleccionados. Esto, al igual que los hechos autobiográficos, puede ser verdad o no, pero lo mismo da.

Así, según lo que se apuntaba antes, además de autoficción “Tierra” se inscribe también en la llamada “autoconciencia” del hecho artístico, un concepto de larga data aquí actualizado. En los años 70, tiempos del estructuralismo y del neomarxismo en la teoría de las artes, se instauró el término de “autoconciencia”: así se denominaba a aquella obra de arte que barriera con la estructura “burguesa” y convencional, y para ello debía suprimir hasta el engaño de la ficción y exhibir sus propios mecanismos de producción (“esos medios de producción que el capitalista le enajena al obrero”, como enseñaban los teóricos franceses setentistas en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París después del 68). Eso es la “autoconciencia”, también tributaria de los principios de Bertolt Brecht: en el teatro, una obra es consciente de sí misma, y se muestra cómo se gestó a la vez que se representa.

Es esto lo que hace “Tierra”: el espectador asiste a una obra que se va haciendo a la vez que se explica cómo y porqué se hizo, y cada uno de sus personajes “juegan” a la vez diversos papeles: los de sí mismos, los de la obra y, en un tercer plano de desdoblamiento, los que sueña el autor. Lo que se llama una obra “en abismo”.

Atención: esto puede sonar un poco farragoso y sólo limitado a los universitarios, pero a “Tierra” la disfruta hasta el espectador menos interesado en los resortes del hecho teatral. Porque en esto, y no otra cosa, consiste el buen teatro desde los tiempos de Esquilo (autor varias veces invocado en la obra): que nadie quede fuera. La inclusión auténtica.

La trama

“Tierra” está protagonizada por Sebastián Serantes, que interpreta al alter ego del autor y director. Su meta, como se dijo antes, es recuperar a su madre, que fue en vida profesora de lenguas clásicas y apasionada por la cultura de la antigüedad; develar aspectos desconocidos de su personalidad y de su vida, y para ello recurre a tres personajes: una mujer mayor, ordenanza del colegio donde dictaba clases su madre, y a la que le enseñó a leer (Andrea Davidovics); un joven (Tomás Piñeiro), ex alumno, que asesinó a su hermano por una oscura razón familiar y que purgó su pena en la prisión, adonde la madre de Blanco le llevaba libros, y una muchacha (Soledad Frugone), también ex alumna, que busca a su padre desaparecido. Este último personaje es el que tiene un doble papel (en realidad, un tercer papel, ya que todos los actores hacen también de ellos mismos), y es encarnar a la oftalmóloga que, en una pesadilla del autor, le comunica que se quedará ciego.

La puesta en escena, dinámica, tiene una estructura que incopora a la vez que supera la habitual proyección trasera de imágenes, ya que también utiliza dos cámaras funcionales que “filman” a los personajes: ellos dan una parte de los testimonios que quiere dejar registrados el autor, y sus rostros se ven de esa forma amplificados junto a las imágenes proyectadas. Podría tratarse de un artilugio y que los primeros planos de los actores estén grabados, pero también eso forma parte del juego permanente entre realidad y ficción.

“Tierra” es una coproducción entre Marea, la empresa de Sergio Blanco, en coproducción con la Dirección Nacional de Cultura del Uruguay, el Centro Dramático Nacional de España, el Complejo Teatral de Buenos Aires y el Centro Gabriela Mistral de Chile. Ojalá se vieran más espectáculos de esta jerarquía en estos momentos tan aciagos para la vida cultural en nuestro país.

“Tierra”, de Sergio Blanco. Dirección: Sergio Blanco. Intérpretes: Andrea Davidovics, Sebastián Serantes, Soledad Frugone, Tomás Piñeiro. Complejo Teatral de Buenos Aires, Teatro San Martín, Sala Casacuberta. Hasta el 5 de mayo.

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