EE.UU. aterrizó pero el motor del empleo no se apaga, ruge. Y la nave va. ¿Hacia dónde? La desinflación ya comenzó, anunció Jerome Powell. Asoma nítida en la cabecera de pista. Sin embargo, sumar medio millón de puestos de trabajo en enero no estaba en los cálculos. La Fed aspira a un aterrizaje suave y si no es posible, entonces que sea brusco. Semejante potencia laboral alcanza y sobra para levantar vuelo de nuevo sin detenerse a recargar combustible. ¿Es una bendición o un problema?
La economía se salió del mapa y resucita el “Conundrum”
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No habríamos llegado aquí -ni tan rápido- de regir la curva de Phillips. La inflación bajó y la tasa de desocupación se preservó indemne, como si nada. Paul Volcker no lo hubiera hecho mejor (de hecho, lo hizo peor entre 1979 y 1982). ¿Estanflación? No, son las coordenadas opuestas. La Fed dedicó diciembre a actualizar su hoja de ruta, pero la desinflación procede de otro cuadrante, fuera del área de su mapa de puntos. El desempleo debía ubicarse al norte. En 3,8% a fin del año pasado y subiendo hasta 4,6% para permanecer allí durante todo el año que viene. En cambio, cayó a 3,4% en enero, su marca inferior en medio siglo. La Fed no atisba una recesión sino un crecimiento magro de 0,5% en 2023 y 2024. La exuberancia sostenida del mercado laboral promete otro vigor, más rotundo. Se sabe que la Fed no va a rehacer la cartografía hasta marzo, pero ya avisó que elevará sus tasas para que la desinflación incipiente no se arruine, rija o no la ley de Phillips.
Un halcón tenaz, el Gobernador Waller, resumió la nueva agresividad. “Nuestra intención es endurecer las condiciones financieras, incluyendo el aumento del costo del crédito, para moderar la demanda y el gasto”. En otras palabras, que los mercados se arremanguen, que no son tiempos de festejos todavía sino de talar árboles y cuanto se cruce en el camino. Los futuros de Chicago compran la visión, pero no el paquete entero. Incorporan la certidumbre de subas hasta mayo o junio, no más allá de 5,50%. Es decir, un recorrido extra de 75 puntos base. Tozudos, mantienen viva la idea que irrita a la Fed.
Las tasas cortas van a bajar antes de fin de año y no recién en 2024. De ahí, no hay quien los mueva. El empleo vuela. La economía debería seguirle el paso. Las estadísticas no dan fe todavía, pero para qué diablos el sector privado contrata a tanta gente. No se sabe aún, y la recesión saltó por la ventana. Nobleza obliga, era una hipótesis digna dada la caída del consumo, la producción industrial y la inversión residencial sobre el filo de 2022. Entretanto, la curva de bonos invertida retiene una luz roja. ¿Se niega a arriar su augurio de contracción? Bienvenidos al “Conundrum”, a otro enigma como el que torturó a Alan Greenspan cuando izaba las tasas en 2005 (y los bonos no pestañeaban). Los mercados escalan más la tasa del Tesoro de dos años que las tasas largas, y la curva así se vuelve más negativa. Urge entender la dinámica subyacente y no confundirse. La FED tiene trabajo pendiente. Ello empina el rinde de dos años por encima de 4,50% (aunque por debajo de la tasa actual de fed funds en 4,75%) porque en algún momento (no tan distante) la tasa de fed funds bajará. Cumplida la faena, devuelta la inflación a su meta, el equilibrio monetario ronda 2,5%. Con inflación en descenso, y credilbilidad en Powell, la parte larga tiene valor, más allá del temporal del momento y del exceso de exposición. ¿Sorpresa? La subasta de bonos del Tesoro a 10 años fue un éxito impensado. ¿Qué refleja la curva entonces?¿Dónde talla la recesión en el párrafo anterior? La desinflación – y la fortaleza del empleo - promueven un escenario distinto. Esto es, un aterrizaje ideal. Azaroso pero sin incidentes graves, que extienda el ciclo económico y no lo cancele. Es que el banco central ya no es el elefante en el bazar. No corre detrás de la inflación. Es al revés, la inflación viene al pie. Solo debe cercarla con sintonía fina de 25 puntos base. No hay que romper nada. Como dijo el viernes Patrick Harker, de la Fed de Filadelfia, “ahora es más fácil el aterrizaje suave”. La novedad que trajo la data es un shock real positivo. La resiliencia de los “animal spirits”. Vigor que la FED debe moderar. Y no más que eso. Con la recesión inmobiliaria alcanza. Que lo digan Greenspan (y Bernanke) que no la produjeron a tiempo (como ahora) sino cuando ya era un monstruo inmanejable.
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