16 de septiembre 2024 - 09:09

¿Cuál es el impacto del consumo de bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos?

Detrás de cada sorbo de estas bebidas aparentemente inocuas, se esconde un complejo proceso químico que puede tener consecuencias significativas para la salud.

Las bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos afectan al cuerpo de maneras diferentes, aunque ambas pueden tener consecuencias negativas para la salud. 
Las bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos afectan al cuerpo de maneras diferentes, aunque ambas pueden tener consecuencias negativas para la salud. 
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El consumo de bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos se ha vuelto una parte común de la dieta diaria. Sin embargo, detrás de cada sorbo de estas bebidas aparentemente inocuas, se esconde un complejo proceso químico que puede tener consecuencias significativas para la salud. Desde el momento en que el refresco ingresa en el sistema hasta una hora después, el cuerpo experimenta una serie de reacciones que pueden influir en el bienestar general, tanto a corto como a largo plazo.

Beber una gaseosa es un gesto cotidiano para muchos, pero el impacto que tiene en el cuerpo es considerable. Al consumir un refresco, el cuerpo recibe una carga de aproximadamente diez cucharaditas de azúcar en los primeros 10 minutos, lo que supera el 100% de la ingesta diaria recomendada.

Una lata contiene 155 calorías, de los cuales 148 responden a 37 gramos de azúcar y el resto, a cafeína con 34 miligramos. Este contenido supera las recomendaciones diarias de azúcar y se acerca a los límites de consumo de cafeína establecidos por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). A pesar de la alta concentración de azúcar, el ácido fosfórico presente en la bebida neutraliza su sabor y permite que el cuerpo lo tolere sin causar vómitos.

A los 20 minutos, los niveles de glucosa en sangre aumentan rápidamente, lo que obliga al páncreas a liberar insulina y al hígado a convertir el exceso de azúcar en grasa. Este proceso es especialmente perjudicial para personas con un estilo de vida sedentario ya que, al no haber un gasto energético suficiente, el cuerpo comienza a almacenar grasa, inicialmente, en el hígado (esteatosis hepática no alcohólica) y, con un consumo continuo, el depósito ectópico de tejido adiposo se extiende a otros órganos como el cerebro y los músculos. Cuando se consume junto con una comida, el azúcar extra se convierte en tejido adiposo, que se deposita en lugares inapropiados, generando inflamación sistémica y aumentando el riesgo de desarrollar más de 200 patologías, incluidas la diabetes tipo 2 y tipo 3, enfermedad renal, trastornos del sueño, respiratorios, problemas articulares, mayor probabilidad de cáncer en varios órganos y deficiencias cognitivas.

A los 40 minutos, la cafeína es completamente absorbida, bloqueando los receptores de adenosina en el cerebro e impidiendo la somnolencia. Este efecto, aunque temporal, puede hacer que una persona se sienta más despierta y activa. Poco después, el cuerpo incrementa la producción de dopamina, un neurotransmisor que activa los centros de placer en el cerebro. Este mecanismo es similar al de ciertas drogas y, aunque es menos intenso, puede llevar a un ciclo de adicción y a un consumo repetido del refresco.

Una hora después de beberlo, el cuerpo comienza a experimentar una caída brusca de energía, que puede provocar irritabilidad, cansancio y una disminución en la productividad y la concentración. Además, el ácido fosfórico presente se une a minerales esenciales como el calcio, el magnesio y el zinc en el intestino, y provoca que sean excretados en lugar de absorbidos. Este proceso lleva a consecuencias negativas en la salud ósea, como alteraciones en la densidad mineral ósea. Las propiedades diuréticas de la cafeína también contribuyen con la expulsión de agua, minerales y electrolitos del cuerpo.

Las bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos afectan al cuerpo de maneras diferentes, aunque ambas pueden tener consecuencias negativas para la salud. El azúcar activa vías de recompensa en el cerebro, que libera dopamina y proporciona una sensación de placer que refuerza el consumo de alimentos dulces. Este ciclo puede llevar a un consumo compulsivo y, con el tiempo, a problemas de salud relacionados con el exceso de azúcar, como la obesidad y la resistencia a la insulina.

El impacto del consumo de bebidas azucaradas y con edulcorantes no calóricos subraya la importancia de una mayor concientización en torno de sus efectos en la salud. Es esencial estar informados sobre las posibles consecuencias de su ingesta, no solo en términos de calorías, sino también en cuanto a la respuesta hormonal y al bienestar general. La elección consciente y moderada de estos productos puede marcar una diferencia significativa en la salud en el largo plazo.

Médica especialista en nutrición y obesidad.

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