Argentina está en un momento crucial dentro de la transición energética global, y la verdad es que tiene todo para ganar: nuestros recursos naturales podrían ser la llave para cambiar la economía del país y mejorar nuestra posición en el mundo. En el sentido de que un nuevo gran complejo exportador puede asegurar la estabilización del balance de pagos. Sin embargo, mientras soñamos con ser protagonistas en esta historia de exportaciones energéticas, la realidad nos golpea increíblemente con cortes de luz programados para el próximo verano y tarifazos que nos afectan a todos. Estas medidas anunciadas por el gobierno de Javier Milei dejan en claro la gran contradicción que vivimos: un país con un potencial energético destacado que, al mismo tiempo, sufre la falta de inversión y planificación en su infraestructura.
Del potencial energético a la realidad de los cortes de luz en 2025
-
Provincias vuelven a la carga contra Nación por las regalías de las hidroeléctricas
-
Acelerar a fondo con tu marca: qué podemos aprender del marketing de audiencias con el ejemplo de Franco Colapinto
¿Qué es lo que hay? Argentina cuenta con una de las reservas de shale gas más grandes del mundo, especialmente en Vaca Muerta, la segunda reserva de shale gas del mundo. En su mejor momento, estas reservas podrían generar 140 millones de metros cúbicos diarios de gas, muy por encima de lo que consumimos actualmente. Si además le sumamos el convencional, no es poca cosa, porque si se aprovecha bien, esto podría traducirse en más de 20.000 millones de dólares al año para el 2030. Además, contamos con 19,3 millones de toneladas de litio en recursos identificados dentro del “triángulo del litio”, lo que nos sitúa como uno de los líderes mundiales en esta materia prima fundamental para la transición energética. Así, tenemos el potencial para ser como Noruega o Australia en lo que respecta a recursos naturales, pero hay una diferencia crucial: mientras ellos supieron capitalizar y desarrollar sus recursos, nosotros todavía no logramos convertirlos en reservas comprobadas o aprovechables, los proyectos deben madurar bastante. Y la tracción sobre el valor agregado de estos minerales tampoco tiene un horizonte a la vista.
En este contexto, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, anunció que este verano vamos a tener cortes de luz programados debido a la "alta demanda" y la "falta de inversiones". Es un golpe duro para los argentinos que ya venimos sufriendo tarifazos desde noviembre pasado. Hablamos de incrementos que, en algunos casos, llegan hasta el 600% en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), debido a la eliminación de subsidios para los consumidores residenciales y comerciales de alto consumo. Además, se espera que estos aumentos continúen en 2024, en línea con el plan del gobierno de reducir los subsidios energéticos. ¿Qué quiere decir esto? Que, a pesar de la fuerte liberación de tarifas, y los menores subsidios, la falta de inversión sigue haciendo que nuestro sistema sea vulnerable y poco eficiente. Sin Estado no habrá más y mejores inversiones.
En cuanto a los subsidios energéticos, en 2023 finalizaron en casi USD 10.000 millones (1,5 puntos del PBI) y, la reducción de esa partida a 1 punto del PBI es igual a USD 6.744 millones lo que implica un recorte de casi USD 3.000 millones en 2024. En ese camino el gobierno piensa llegar a 2025 con 0,5 puntos del PBI y cerrar el ciclo en 2026. No sabemos si será posible. Pero sí que en lo inmediato significa que los usuarios vamos a terminar cubriendo el 80%-85% del costo del suministro energético, un cambio enorme considerando que hoy las familias pagan alrededor del 48% de estos costos. El gran interrogante es cómo podremos afrontar este ajuste con los salarios y la inflación que todavía tenemos.
La falta de inversiones es una realidad que no podemos ignorar. Hay proyectos clave que han quedado en el limbo. Por ejemplo, la segunda etapa del Gasoducto Néstor Kirchner (hoy la primera etapa inyecta lo mismo que un barco en Escobar a full por día), que es esencial para llevar el gas de Vaca Muerta a los principales centros de consumo y convertirlo en electricidad, no ha avanzado, limitando nuestra capacidad de abastecimiento y exportación. Sumado a esto, se canceló la licitación TerCONF, destinada a mejorar la generación de electricidad a gas, lo que significa que dejamos de incorporar 1.000 MW de capacidad necesarios para los próximos años. Hoy nuestra matriz energética todavía está lejos del 20% provisto por energías renovables para 2025 (Ley 26.190) y se mantiene con una utilización de más de 60% de hidrocarburos.
Los tarifazos, obviamente, afectan directamente a los bolsillos de los argentinos. En un contexto donde la inflación proyectada para 2024 es aún de 150%, las familias tienen que destinar más de sus ingresos a pagar los servicios públicos, y eso reduce su capacidad de consumir otros bienes y servicios. Justamente por eso, los subsidios existían: para mejorar el poder adquisitivo y el consumo de la población, lo que a su vez impulsaba la economía (en la medida que existieran los dólares para cubrir la producción). Pero hoy, el consumo de electricidad y gas en hogares está cayendo a niveles de 2014, mostrando cómo el acceso a estos servicios básicos (e inelásticos) se está volviendo sin embargo un lujo para muchos.
El panorama para la industria tampoco es alentador. Los costos crecientes y la incertidumbre sobre el suministro de energía limitan la capacidad productiva y la competitividad de las empresas. Sin energía fiable y a precios razonables, se hace muy difícil que las empresas argentinas puedan competir a nivel internacional.
El presidente Javier Milei ha dejado claro su objetivo de alcanzar un "déficit cero" como base del Presupuesto 2025. Esto significa recortes importantes en subsidios energéticos y un aumento del 155,4% en el impuesto a los Combustibles Líquidos y al Dióxido de Carbono, lo que obviamente va a impactar directamente en el precio final de las naftas (la inflación se estima en 18% entre puntas). Con este ajuste, se espera que el aporte de este impuesto a los ingresos fiscales se duplique.
El Estado argentino ya empezó a reducir los subsidios energéticos: en el primer semestre de 2024, se recortaron un 47%, lo que significó un ahorro de unos 3.035 millones de dólares, equivalentes a 0,5 puntos porcentuales del PBI respecto al año anterior. Para 2024, se estima que habrá un 30% menos de subsidios en comparación con 2023. Esto podría sonar como un gran ahorro, pero la pregunta es si ese recorte va a traducirse en inversiones reales que mejoren nuestra infraestructura o si solo va a ser un ajuste más que termine golpeando a los usuarios, como lo ha sido hasta ahora, y confirmado por los cortes de luz programados.
Argentina tiene un potencial enorme para ser un actor clave en la transición energética global y, de paso, estabilizar su economía. Pero para que esto suceda, el Estado tiene que asumir un papel mucho más activo (como en todos los países del mundo desarrollado) y no dejar que el mercado decida todo. La crisis energética que vivimos no es simplemente "mala suerte" o algo inevitable; es el resultado de decisiones políticas que priorizan el ajuste por sobre el desarrollo sostenible y equitativo del sector, la economía y la sociedad. Si queremos aprovechar nuestras riquezas y darle un respiro a la economía del país, tenemos que dejar de lado las políticas de ajuste y enfocarnos en invertir en infraestructura, con obra pública, y en un plan energético que garantice la seguridad y el acceso para todos.
Si seguimos en esta línea catastrófica, la transición energética en Argentina seguirá siendo un sueño lejano y, en el mejor de los casos, terminaremos apagando la luz para ahorrar un poco de energía, mientras otros países aprovechan las oportunidades que nosotros dejamos pasar.
Docente UBA y Flacso. IG @hernanpherrera
- Temas
- Energía
Dejá tu comentario