Recientemente en una nota dijimos que “para bajar la inflación es necesario congelar la distribución del ingreso”. La frase pueda interpretarse como un objetivo de congelar el poder adquisitivo del salario por parte de cualquiera que no esté entrenado en los fundamentos más básicos de la economía. Si uno efectivamente lo está, la mala interpretación probablemente responda a otras causas. En esta nota vamos a desarrollar las implicancias de la idea de “congelar la distribución del ingreso” para mostrar que su verdadero objetivo es obtener un aumento continuo del poder adquisitivo del salario, cosa que no pasa en la economía Argentina de manera sostenida hace ya mucho tiempo.
¿Qué significa congelar la distribución del ingreso?
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Vamos a hacer un ejercicio con fósforos, que fue la manera en la que la mayoría de nosotros aprendimos a sumar, restar, e incluso a multiplicar y dividir, en primero y segundo grado. Tal vez así muchos colegas puedan recuperar la “memoria aritmética” recientemente perdida. En esta economía habrá un trabajador y un empresario. El empresario es el propietario del lugar donde se fabrican los fósforos y gracias a nuestro trabajador, se fabrican 100f (f=fósforos) por mes. Luego de discutir un rato largo, nuestros dos actores económicos se ponen de acuerdo y deciden repartir el producto de su trabajo en partes iguales: el trabajador no puede trabajar sin el empresario, y el empresario no puede producir sin el trabajador: 50f para cada uno entonces. Veamos los números de esta economía: el salario es de 50f, el empleo es de 1; la ganancia del nuestro único empresario es 50f ¿Cómo es la distribución del ingreso de esta economía? Esta economía alcanzó el fifty-fifty: el trabajador se lleva la mitad del producto y el empresario la otra mitad.
Si el empresario o el trabajador comenzaran una discusión para cambiar el reparto de los fósforos, esa discusión podría darse en términos razonables y modificar la distribución del ingreso o, por el contrario, la discusión podría llegar a un punto tal de belicosidad que tal vez afectaría negativamente a la producción. El nivel de esa discusión entre trabajadores y empresarios se refleja en las economías modernas en el nivel de la inflación. Las discusiones razonables implican niveles de inflación razonables; las discusiones irrazonables, niveles de inflación irrazonables. En Argentina, la inflación anual de mayo fue 57%. Dejamos la conclusión a cargo del lector. En este contexto, congelar la distribución del ingreso significaría cortar esta discusión que afecta negativamente a los niveles de producción de Argentina de manera abrupta, con el objetivo último que esa y otras medidas comenzaran a permitir un entorno económico más amigable para el crecimiento. Los factores de ese crecimiento serán objeto de una posterior nota, pero supongamos que ese crecimiento tiene efectivamente lugar y que incluso lograr incrementar la productividad de la economía ¿Cómo podríamos repartir los frutos de ese crecimiento evitando que la discusión sobre esa repartija volviera a conspirar contra el propio crecimiento? Respuesta: congelando la distribución del ingreso ¿Significa esto congelar o incluso reducir el poder adquisitivo del salario? Para nada. De hecho, todo lo contrario. Veamos.
Supongamos que el crecimiento efectivamente ocurre y es el resultado de un crecimiento en la productividad. En lugar de discutir sobre cómo se reparten los fósforos, nuestro trabajador y empresario se ponen a discutir cómo aumentar la producción. Y en esa discusión logran encontrar un mejor método productivo que permite que el mismo trabajador en lugar de generar 100f al mes, genere 105f, es decir, un aumento de la productividad de la economía del 5%. Eso significa que en lugar de 100f, nuestra economía podría producir 105f. Es decir, un crecimiento de la economía del 5%. Congelar la distribución del ingreso significa que en un marco de crecimiento, el salario de nuestro trabajador debería aumentar exactamente lo que aumente la productividad: 5%. El 5% de 50f es 2,5f (dos fósforos y medio). Si nuestro trabajador cobrara 52,5f, la nueva distribución del ingreso sería exactamente igual que la anterior: de los 5f adicionales, el trabajador se llevaría la mitad y el empresario la otra mitad, es decir, seguiríamos en el fifty-fifty, con un producto de 105f y un ingresos para el trabajo de 52,5f. Pero este crecimiento y este congelamiento de la distribución del ingreso se daría en simultáneo con un aumento del poder adquisitivo del salario del 2,5%, o de 2,5f ¿Magia? No. Aritmética.
El proceso inflacionario de Argentina durante los ´80 fue un fenómeno regional. La desinflación de los ’90 también lo fue. El proceso inflacionario que comienza en 2008 es específico de nuestro país y despertó las peores memorias y prácticas en materia de inflación: recalentamiento de la puja distributiva, seguimiento del dólar como valor de referencia y, más recientemente, acortamiento de los períodos de ajuste de los contratos nominales (tarifas, alquileres, paritarias, etc.). Esta nueva dinámica inflacionaria fue agravada por un diagnóstico completamente errado de Cambiemos: que en un entorno inflacionario como el de 2015 “los precios estaban al blue” y que además el ajuste de precios relativos no sería inflacionario, puesto que el ajuste de tarifas iba a estar acompañado de una desaflación del resto de los precios. Nada tiene que ver Cambiemos con el proceso inflacionario de 2008-2015. Pero sí es absolutamente responsable de haber llevado la dinámica nominal de nuestra economía al borde de una espiralización. Por esa misma razón hoy es imposible mejorar la competitividad mediante movimientos del tipo de cambio real.
Resulta urgente generar un acuerdo de precios y salarios que permita desanclar la inflación de la zona actual del 50% para, a partir de ahí, aplicar un programa anti-inflacionario que no busque inventar la rueda, sino ir desinflando al economía gradualmente, al tiempo que se reconstituye al peso como unidad de cuenta y reserva de valor. De lo contrario, si las inconsistencias actuales de la política económica y/o la desconfianza del mercado llevan a una nueva devaluación, la posibilidad de que las variables nominales se espiralicen es hoy demasiado alta y podría implicar el agravamiento de una recesión que ya significó volver a los dos dígitos de desocupación.
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