El BCRA se comprometió con el FMI a no aumentar el nivel de la base monetaria desde octubre de 2018 hasta junio de 2019. Las autoridades del central han logrado un estricto cumplimiento de su meta de política monetaria, con meses donde la base monetaria se ubicó muy por debajo de la meta. Sin embargo, el nulo incremento de la base monetaria no logró doblegar el camino ascendente de los precios. La inflación mensual de octubre fue de 5,4%, la de noviembre de 3,2%, la de diciembre de 2,6%, la de enero de 2,9% y la proyección hacia febrero es del 3,4%, mostrando un alza pese al nulo incremento de la base monetaria. El fracaso del plan ultra monetarista no debe sorprendernos.
Una propuesta para bajar la inflación
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Tal como señalamos en una nota anterior titulada ¿Cuánto nos cuesta mantener la base monetaria constante? , “la política monetaria ortodoxa ya lleva varios años de fracaso en el control de una inflación con componentes inerciales, y su implementación en forma más enérgica sólo generará un fracaso más enérgico”.
Las causas del fracaso de las políticas monetarias ortodoxas en el control de la inflación son simples: la suba de los precios en Argentina en los últimos años no tiene un origen monetario. Si se deja de lado el dogmatismo monetarista, puede observarse que la inflación de los últimos años tiene fuertes componentes inerciales (con un piso alrededor del 20% anual), que se acelera cada vez que se realizan devaluaciones (2014, 2016 y 2018), mientras se desacelera cuando se plancha el dólar (2013, 2015 y 2017). El impacto de los aumentos de tarifas sobre la dinámica de los precios también es significativo, aunque mucho menor que la evolución del dólar.
La dinámica de la inflación en los últimos meses no escapa a esos patrones, todavía absorbiendo el shock devaluatorio del año pasado con sus mecanismos propagadores a través del alza que desencadenó sobre los combustibles y, en menor medida, los salarios, sumado al impacto de los nuevos aumentos en las tarifas de los servicios públicos. En esa situación, una política de monetarista de altas tasas de interés, encarece el costo financiero de las empresas, generando una presión extra al alza de los precios.
Aplicar políticas monetaristas sobre una inflación que no tiene origen monetario, ha generado el peor resultado macroeconómico posible. La actividad económica se contrae mientras que la inflación no cede, una situación que se denomina técnicamente como “depreflación” (depresión productiva con inflación), un término de escasa difusión entre los economistas que, como máximo, aceptaban hasta ahora la estanflación (estancamiento productivo con inflación).
Para resolver la aparente paradoja de depresión productiva con aceleración en el alza de los precios, el programa económico debe abandonar las recetas monetaristas e implementar uno que ataque los elementos inerciales. Al respecto, el CESO sugirió ya en 2014 una Propuesta de política heterodoxa para reducir la inflación, basada en un congelamiento inicial de precios, tarifas y el dólar de tres meses, mientras se negocian paritarias en salarios reales con base de indexación en el período de congelamiento para los nueve meses restantes del año.
El objetivo de dicha política es romper la inercia inflacionaria implícita en las demandas salariales, al atarla a la nueva nominalidad lograda por el congelamiento temporal de los precios claves de la economía. La política tarifaria, cambiaria y de tasas debe acompañar la nueva nominalidad lograda en la dinámica de los precios y salarios tras el período de congelamiento. Un ejemplo de los múltiples que pueden implementarse para atacar los elementos inerciales de las subas de precios, evitando sacrificios inútiles en la actividad productiva y la distribución del ingreso.
* Director CESO
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