En 2025, los “Morgan boys” en adelante (MB), volvieron a escena. No son banqueros. Son extraders. Y no navegan mares, pilotean mercados. Dirigen hoy la economía argentina como si fuera una operación de alta frecuencia, ajustando variables macro con lógica de mesa de dinero. El Estado no es un hedge fund. Pero los MB aplican el manual del trader; maximizar rentabilidad de corto plazo, sin medir efectos colaterales.
Los "Morgan boys": llega la peraltada del velódromo financiero
El Tesoro paga tasas del 65% para renovar deuda en pesos, en un esquema cada vez más frágil y corto-placista que revive fantasmas de 2018.
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Los “Morgan Boys” vuelven al mando: deuda cara, rollover parcial y riesgo creciente en la economía argentina
Imagine pedalear en un velódromo a toda velocidad, con la bicicleta desequilibrada y una peraltada a punto de escupirlo contra el asfalto. Así avanza la economía argentina bajo la conducción del mismo equipo de “ex JP Morgan” que la llevó al abismo en 2018: Sturzenegger (no), Reidel, Caputo, Bausili, Quirno, Werning y ahora Daza (6 MB). Este póker de traders transformó al Estado en un hedge fund sin control, dispuesto a convalidar tasas del 65% TEA para cubrir vencimientos de deuda, en nombre de una ortodoxia fiscal que esconde desequilibrios explosivos. A menos de un año de las elecciones legislativas, los números ya no cierran, la bicicleta se acelera y el riesgo crece, como indica la tasa de interés que pagaron.
En la licitación del martes 29 de julio, el Tesoro argentino enfrentó vencimientos por $11,8 billones y logró renovar solo el 76%. Lo más llamativo no fue el nivel de adhesión, sino el precio pagado; las LECAP de corto plazo convalidaron tasas efectivas anuales (TEA) de hasta 65%, más del doble que en mayo. La señal del mercado fue clara; no hay confianza plena, y el costo financiero del Estado se acerca peligrosamente al límite de lo sostenible. Previsiblemente, el miércoles 30 de julio el dólar se disparó.
Esta dinámica recuerda al trágico desenlace de 2018, con los mismos protagonistas. Vuelven a aplicar la receta de corto plazo: endeudamiento en pesos a tasas explosivas, contención artificial del tipo de cambio, narrativa de austeridad y déficit fiscal “genuino”, que en realidad se difiere mediante instrumentos capitalizables.
Pero el contexto macro actual es incluso más complejo. Ya usaron buena parte de “la del FMI”, “Repo”, “BID” ... La eliminación de las LEFI dejó al sistema bancario sin una herramienta clave para administrar su liquidez. En su reemplazo, las LECAP asumieron protagonismo, pero no sin fricciones; la falta de profundidad del mercado, la volatilidad preelectoral y la aceleración de los encajes impiden un rollover pleno y ordenado. La licitación de julio lo confirmó; a pesar de tasas reales de (+45%), el 24% de los vencimientos no fue renovado, deponiendo $2,8 billones sin destino inmediato.
Este fenómeno tiene implicancias múltiples. Por un lado, compromete la sostenibilidad de la política monetaria ultra restrictiva. Por otro, reabre el riesgo de emisión monetaria si en las próximas licitaciones el Tesoro debe cubrir más déficit en efectivo. A su vez, el BCRA debió intervenir en los mercados de deuda a un día, pagando hasta 45% nominal anual (56.79% TEA), lo que distorsiona la curva de tasas y genera señales contrapuestas al mercado.
El secretario de Finanzas, argumenta que el mandato es evitar que sobren pesos. Sin embargo, cuando para lograrlo se deben triplicar las tasas respecto a la inflación proyectada (20%), surgen interrogantes sobre la eficiencia de la estrategia y sus efectos colaterales. El costo del financiamiento ya no es neutro; encarece el crédito privado, desalienta la inversión, frena el consumo y amplifica la desaceleración económica.
El contexto electoral añade otra capa de incertidumbre. El mercado sabe que, hasta fin de año, el Tesoro enfrentará vencimientos por $80 billones, más los intereses de las sucesivas licitaciones. Si el nivel de renovación se mantiene-escenario optimista-, podrían quedar más de $19,2 billones liberados (unos u$S14.770 millones). Parte de ese excedente buscará cobertura cambiaria, y parte simplemente quedará ocioso, empujando al alza al dólar financiero. El blue ya se mueve en esa dirección, y los futuros reflejan expectativas que contradicen el mensaje oficial.
Más allá de las variables técnicas, el equipo económico sigue mostrando un sesgo operativo propio del mundo financiero especulativo; la lógica de trading aplicada a la administración pública. Operan con hoja de cálculo, más que con visión de país. Las decisiones de política económica se subordinan a una narrativa de corto plazo que busca sostener los “platitos girando” hasta las elecciones de medio término.
En definitiva, Argentina avanza en la parte peraltada del velódromo. La velocidad se sostiene “pedaleando duro”, a fuerza de tasas descomunales y confianza artificial. Pero el riesgo de colapso está latente. Si el esquema de financiamiento deja de cerrar, si los pesos sobrantes presionan sobre el tipo de cambio, si el mercado local deja de convalidar la tasa, o si los bancos quieren capitalizar en dólares de ganancias bicicletescas, el freno será abrupto. Todo esto, siempre que nadie se resfrié y no surja un “cisne negro”.
El final de esta película ya fue proyectado en 2018. Los actores son los mismos. La diferencia es que, esta vez, no habrá margen para otro plan B. Y el costo social y productivo puede ser aún mayor.
Cada nueva licitación de deuda es un acto de fe, el Tesoro promete tasas de interés disparatadas para cubrir los pesos que la economía no absorbe, mientras la demanda de dólares crece y la desconfianza también. El escenario preelectoral no traerá calma, sino más presión. La fórmula es conocida y su final, también: reperfilamiento, reservas vacías y destrucción del crédito. La diferencia es que ahora, al igual que en el póker del mentiroso retratado por Michael Lewis (1989), los jugadores ya conocen las cartas, y los ahorristas que siguen apostando, lo hacen con los ojos vendados.
De nuevo, estamos en la parte más inclinada del velódromo. Cada pedalazo requiere más esfuerzo, más tasa, más relato. Pero la física monetaria es implacable; si la bicicleta pierde impulso, cae. Y esta vez, sin red.
Los MB, como el legendario pirata Henry Morgan, parecen haber desembarcado en el Tesoro argentino. La diferencia es que ahora no hay océano que los oculte, ni historia que los redima.
Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.
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