29 de mayo 2025 - 08:08

Luis Caputo y Pablo Quirno, los ingenieros financieros detrás del Bonte 2030

El Bonte 2030 no es simplemente un bono. Es un instrumento diseñado con precisión quirúrgica para seducir a fondos especulativos, garantizar una ventana de salida anticipada, y blindar las ganancias de quienes ingresaron al convite.

La colocación del Bonte 2030 no es un acto de política económica responsable, sino una puesta en escena para sostener un modelo de valorización financiera que empobrece estructuralmente al país. 

La colocación del Bonte 2030 no es un acto de política económica responsable, sino una puesta en escena para sostener un modelo de valorización financiera que empobrece estructuralmente al país. 

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En un país con urgencias fiscales y reservas internacionales exhaustas, el gobierno argentino ha convertido al Estado en una mesa de dinero al servicio de la especulación financiera. La reciente colocación del Bonte 2030, presentada como un “hito exitoso” por el equipo económico, representa en realidad un caso paradigmático de bicicleta financiera institucionalizada. La Argentina se transforma así en un “carry trade de Estado”; un mecanismo sofisticado que garantiza altísimos retornos a los inversores extranjeros, a costa de un endeudamiento ruinoso para el país.

El Bonte 2030 no es simplemente un bono. Es un instrumento diseñado con precisión quirúrgica para seducir a fondos especulativos, garantizar una ventana de salida anticipada, y blindar las ganancias de quienes ingresaron al convite. Mientras el gobierno celebraba una supuesta “vuelta al mercado internacional”, lo que se consumaba en realidad es una nueva cesión de soberanía financiera y un subsidio implícito a capitales extranjeros.

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El Bonte 2030: arquitectura de una trampa

A primera vista, el Bonte 2030 presenta algunas particularidades técnicas:

  • Moneda de suscripción: dólares estadounidenses
  • Moneda de pago: pesos argentinos
  • Plazo: 5 años, con vencimiento en mayo de 2030
  • Tasa: cupón semestral en pesos a una tasa de hasta 29,5%
  • Cláusula “put”: rescate anticipado posible en mayo de 2027
  • Monto licitado: hasta u$s1.000 millones

La lógica es sencilla; inversores internacionales ingresan dólares directamente al Tesoro, evitando pagar el fee de entrada y salida al Mercado Libre de Cambios (MULC), y reciben bonos que les pagan en pesos, a tasas astronómicas. A cambio, el gobierno arrima dólares a las reservas sin “presionar” el tipo de cambio, lo que -según el relato oficial- serviría para cumplir parcialmente con las metas del FMI.

Pero detrás de esta estructura hay una trampa evidente; se está tomando deuda cara, a un costo extravagante.

Un bono diseñado para el cliente, no para el país

El entusiasmo oficial por la operación contrasta con la realidad de su diseño. Todo en el Bonte 2030 está pensado para maximizar el beneficio del inversor extranjero:

  • Altísima tasa en pesos (29,5%): cuando el mercado esperaba un cupón en torno al 22%, el gobierno convalidó una tasa al 29.50%, lo que refleja que el riesgo país real no es de 666 puntos básicos, como muestra el indicador tradicional de J.P. Morgan, sino de cerca de 2.503 puntos básicos planchando el dólar, pero puede ser peor si baja a $600 como dijo el presidente Milei. Pero dejemos el dólar “flat”; la tasa del bono del Tesoro de EE.UU. a 10 años es de 4,47% a partir del 28 de mayo de 2025. Podemos restarle 447 puntos básicos. La tasa de riesgo pais implícita del Bonte 2030 es… ¡2.553 puntos básicos!
  • Opción de salida anticipada (put 2027): el inversor tiene una válvula de escape para salir del instrumento dentro de esta misma gestión, lo que disminuye su exposición real.
  • Sin cobertura cambiaria: el riesgo cambiario lo asume el inversor; sí, pero en un contexto donde el dólar este “pisado” y garantizado por el propio gobierno.

¿Ingeniería financiera o abuso institucional?

El relato oficial oculta una verdad incómoda; el Estado argentino se endeuda para obtener dólares que podría conseguir genuinamente si sincerara (aunque sea parcialmente) el tipo de cambio. El régimen actual desalienta la liquidación de exportaciones y promueve la entrada de dólares vía deuda cara, antes que mediante comercio exterior real.

¿Por qué no ingresar divisas genuinas, exportadoras, en lugar de endeudarse al 29,50% anual en pesos/dólar? Porque esa opción implicaría corregir precios relativos y admitir que el dólar oficial es una ficción. En lugar de eso, el gobierno opta por subsidiar a grandes inversores externos y presentar como éxito lo que, en rigor, es un dislate económico.

El resultado es doblemente perverso:

  • Se estimula el ingreso de capitales financieros volátiles, mientras se castiga la producción genuina.
  • Se premia con tasas usurarias a fondos de inversión (y también a amigos del poder) con dólares en el exterior, sin exigirles permanencia ni obligaciones productivas.

¿Es miopía del equipo económico o un deliberado “modelo de depredación sofisticada”?

Cada vez cuesta más creer en la ingenuidad de quienes diseñan estos instrumentos. Hay demasiada precisión técnica al servicio de intereses demasiado concentrados.

Política de carry trade como política de Estado

Este episodio no es una anomalía. Es parte de una secuencia estructural que convierte a la Argentina en una plaza de especulación permanente. La historia reciente ya lo mostró con los Lebac, las Letes, los Bonar, y ahora los Bonte. La bicicleta financiera no es el efecto colateral de políticas mal calibradas, sino la estrategia misma de acumulación de ciertos sectores.

El Bonte 2030 ilustra con nitidez este paradigma:

  • El relato dice que el Estado se endeuda en condiciones absurdas para “dar señales de confianza a los mercados”. ¡Buen intento!... Pero no es evidente.
  • La prensa adicta celebra una colocación “exitosa” porque hubo sobreoferta. No amigos. “Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”. En otras palabras, la generosidad extrema no es una característica de la inversión.
  • ¿El equipo económico se consagra como “creíble” ante fondos de Wall Street? No. Se consagra como donante serial, pero “a costa de todos”

No es casual que los de los arquitectos de estas operaciones provengan del sistema financiero internacional. Piensan sesgados, piensan como traders, no como funcionarios públicos. Diseñan bonos para sus antiguos (y probablemente futuros) clientes, y negocian desde el Estado como si representaran a esos intereses.

Conclusión

La colocación del Bonte 2030 no es un acto de política económica responsable, sino una puesta en escena para sostener un modelo de valorización financiera que empobrece estructuralmente al país. Mientras la Argentina siga funcionando como mesa de dinero para capitales especulativos, no habrá inversión productiva, ni desarrollo sostenible, ni estabilidad macroeconómica posible.

Es urgente desenmascarar este modelo y asumir que el problema no es el déficit fiscal, ni la falta de confianza, ni la inflación inercial. El verdadero obstáculo para una economía sana es la captura del Estado por intereses financieros que lucran con cada dificultad. Y el Bonte 2030 es su último invento; un bono diseñado para hacer feliz al inversor, no para defender el interés nacional.

Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.

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