16 de julio 2025 - 10:14

Octubre: la estrategia de desmotivar al electorado

“El precio nos dice el qué, el volumen, el cómo”, este adagio del mercado podríamos muy bien aplicarlo a la política como: “la cantidad de votos, nos dice quién”, “la cantidad de votantes, en qué medida”. Mezcla del desinterés de la gente y el interés del Gobierno, 2025 apunta ser el peor año para los valores republicanos desde la vuelta de la democracia.

El Presidente tiene un fuerte incentivo para desincentivar a que los Argentinos voten en octubre.

El Presidente tiene un fuerte incentivo para desincentivar a que los Argentinos voten en octubre.

Unos días atrás comentamos como los resultados de las elecciones de medio término parecieran estar influenciados por una serie de factores “distintos”, cómo los oficialismos tienden a perder escaños en el Congreso, llamamos la atención a la caída en el interés de los ciudadanos por ir a votar en las elecciones provinciales habidas hasta ahora más allá de lo esperable, y como el Gobierno ha hecho de la caída de la inflación su “caballito de batalla” para salir triunfante el domingo 26 de octubre.

Esto nos enfrentaba al dilema de definir que será “ganar”, planteando: “¿Ganar es entonces, además de conseguir más legisladores propios, incrementar el poder en el Congreso a través de más legisladores afines -que el resultado sea algo más que un mero juego de “sillas musicales” entre partidos “del palo”-?, ¿Es ganar conseguir que la sociedad -más gente que en 2023- adopte las ideas libertarias, en sus distintas variantes? ¿Entonces, perder es lo contrario a cualquiera de estas dos alternativas?”, o en realidad ganar es otra cosa.

La reforma constitucional

En aquel entonces dejé de lado el escenario de máxima para el Gobierno: “¿Es ganar conseguir un número de votantes suficientes como para poder impulsar y aprobar la reforma constitucional que necesita “si o si” la actual administración para terminar de implementar su plan de Gobierno y asegurar que este perdure en el tiempo?” “Contrario sensu”, ¿perder es que no lo logren?...

Este es un tema que está, pero del que por prudencia política y electoral no se habla. Según el artículo 30 de la Constitución Nacional (reforma 1994): “La Constitución puede reformarse en el todo o en cualquiera de sus partes. La necesidad de reforma debe ser declarada por el Congreso con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros; pero no se efectuará sino por una Convención convocada al efecto”.

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El objetivo final del gobierno libertario es conseguir una reforma Constitucional, que facilite y garantice la permanencia de sus reformas. Sin esto, todo lo que haga es circunstancial.

El objetivo final del gobierno libertario es conseguir una reforma Constitucional, que facilite y garantice la permanencia de sus reformas. Sin esto, todo lo que haga es circunstancial.

Es decir -la Constitución no dice más que lo de arriba- hace falta que dos tercios del total de los senadores y dos tercios de los diputados elegidos -no los presentes- se pongan de acuerdo en que se va a modificar y convoquen a una Convención Constituyente.

En 1994 la elección de Convencionales se fijó para 120 días después que se sancionó la ley 24.309, con un número de integrantes congruente con el de los legisladores. provinciales. Se la convocó dentro de los 60 días de la elección, finalizado -sin poder prolongarse, 90 días más tarde, asentándose en las ciudades de Santa Fe y Paraná. El reglamento interno era en un principio el de la Cámara de Diputados, que la Convención podría modificar. La Convención era el juez último de la validez de la elección e idoneidad de sus miembros y las votaciones se aprobaban por mayoría simple.

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La Argentina fue parida el día que se sancionó la Constitución Nacional el 1 de mayo de 1856. En 1830 Hipólito Yrigoyen prefirió conmemorar ese día declarándolo Feriado por el Dia del Trabajo, relegando la Constitución al olvido. El 4 de diciembre de 2003 el Congreso sancionó la ley 2.8363 estableciendo el 1 de mayo, como el Dia de la Constitución Nacional (pero no un feriado). Muchos hablan sobre la constitución, pocos la conocen y menos son los que la respetan.

La Argentina fue parida el día que se sancionó la Constitución Nacional el 1 de mayo de 1856. En 1830 Hipólito Yrigoyen prefirió conmemorar ese día declarándolo Feriado por el Dia del Trabajo, relegando la Constitución al olvido. El 4 de diciembre de 2003 el Congreso sancionó la ley 2.8363 estableciendo el 1 de mayo, como el Dia de la Constitución Nacional (pero no un feriado). Muchos hablan sobre la constitución, pocos la conocen y menos son los que la respetan.

Podría parecer que la Convención se las puede apañar para hacer lo que quiera, como ocurrió con la de 1949 que surgió de una mayoría simple del Congreso dejando a la Convención la libre elección de las modificaciones constitucionales, pero tras el fallo “Ríos” 316:2473 de 1993: “Los poderes conferidos a la convención no pueden considerarse ilimitados, porque el ámbito de aquellos se encuentra circunscrito por los términos de la norma que convoca y le atribuye competencia” y el caso “Fayt”, 322:1616 de 1999, está claro que no es así.

La cuestión es que, para esto, el Gobierno necesita tener una mayoría de 2/3 en ambas Cámaras. Como señalé, este es el objetivo de máxima para Milei & Co.; tal vez no explícitamente para esta elección, pero sin dudas es su objetivo final…

El qué y el porqué

“Qué” vota la gente y “porqué” vota no es lo mismo. “Qué se vota” lo vimos en el comentario anterior, el porqué es otra cosa.

Desde ya que no todos los países ni todas las ocasiones son iguales (1), pero la evidencia sugiere que la decisión de ir a votar -o no- no surge de una ecuación costo/beneficio (2) ni de la obligación de hacerlo, sino que se trata básicamente de un acto voluntario (3), donde la gente vota porque quiere o porque siente que debe ir a votar, donde lo ético, el sentido del deber conformado por las normas culturales, valores personales, y las relaciones inter-sociales son lo que más impulsa la gente a participar: eso que llamamos el “deber cívico” (4).

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El deber cívico es el gran motivador para ir a votar “Los determinantes de la participación eleccionaria”, por A. Blais & J.F. Daoust

El deber cívico es el gran motivador para ir a votar “Los determinantes de la participación eleccionaria”, por A. Blais & J.F. Daoust

La participación: una muestra de salud Democrática…

La participación electoral en cuanto base del ideal democrático de igualdad política tiende a ser considerado como una señal de la “salud” de una democracia (5).

La realidad es que la relación entre la participación y la integridad democrática no es tan clara, porque mientras ternemos países como Vietnam (99.3%), Cuba (97.3%), Nueva Zelanda (86.6%), Italia (88.9%) o Indonesia (89.8%) donde la participación esta normalmente arriba del 85%, en otros como Suiza (48.7%), Colombia (44.1%) o Egipto (41.5%), habitualmente votan menos de la mitad.

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La obligatoriedad de ir a votar no es lo que mas moviliza la gente a hacerlo.

La obligatoriedad de ir a votar no es lo que mas moviliza la gente a hacerlo.

En esto, históricamente la Argentina no ha estado mal. Desde 1945 una media del 81% de los ciudadanos habilitados para votar participaron en las elecciones nacionales. Esto se compara con algo menos del 73% en las elecciones que ha habido desde aquel entonces en otras 201 democracias (data de InternationIdea).

… que está en decadencia

La mala noticia es que la propensión para ir a votar ha venido retrocediendo desde los 80´s a esta parte en todo el mundo, de una media de 76.8% entre 1945 y 1990 a 67.5% desde entonces. Los argentinos no escapamos a este fenómeno, si bien pareciera ser qué en menor medida, de 85.3% a 78.1%.

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La participación eleccionaria argentina es mayor a la media mundial. Si bien viene enfrentando el mismo problema de caída que el resto del mundo pareciera ser en menor medida

La participación eleccionaria argentina es mayor a la media mundial. Si bien viene enfrentando el mismo problema de caída que el resto del mundo pareciera ser en menor medida

Esto tiene que ver con que la democracia no ha dado respuestas a las necesidades de la gente y así hoy casi dos de cada tres personas se muestran insatisfecha con ella (6).

El problema con esta insatisfacción y el crecimiento de la abstención es que pareciera venir acompañada de un incremento de las autocracias, ya sean “cerradas” -no existe el derecho a escoger el poder legislativo y el ejecutivo, por medio de elecciones multipartidarias- o electorales -se vota y hasta puede existir alguna pequeña una oposición política, pero la libertad de asociación y/o expresión están restringidas y las elecciones tienden a ser manipuladas- (7).

Gente bajo regimenes democrativcos y autocraTICOS Y EL INTERES POR IR A VOTAR.jpg
La disposición para ir a votar viene cayendo en todo el mundo desde los años 80´s. La contracara es el incremento en la cantidad de personas que viven bajo regímenes autocráticos.

La disposición para ir a votar viene cayendo en todo el mundo desde los años 80´s. La contracara es el incremento en la cantidad de personas que viven bajo regímenes autocráticos.

Es así en los últimos nueve años el número de personas viviendo bajo regímenes despóticos viene creciendo casi sin pausa y es, salvo el periodo 1974-78, el mayor desde 1951 (como % de la población mundial). Lo que es peor, la evidencia sugiere que esta tendencia al crecimiento de las autocracias no tiene visos de terminar pronto.

Voto…“porqué si”

Antes de seguir, es menester tratar de entender que es lo que mueve a la gente a ir a votar. Nada nuevo si digo que las personas más comprometidas e interesadas en la política son las que más tienden a ir a votar. Lógico, para ellos el voto es la manera más perfecta de expresión e influenciar la realidad. Esto se relaciona con la educación, la exposición a los medios y el conocimiento político: son los votantes más informados.

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Por qué va la gente a votar de V.A.Bali et.al. 2020

Por qué va la gente a votar de V.A.Bali et.al. 2020

La “identidad social” y la “influencia grupal” (raza, clase social, partido político, sexo, etc.), que muchas veces se relaciona con las preferencias políticas, también afecta la decisión de estos grupos de interés en ir a votar o no.

Subyacente tenemos la idea del “altruismo”, que impulsa el ir a votar o no, bajo la creencia que la participación (o abstención) beneficia a la sociedad, a lo que sumamos “los motivos sociales”: la aprobación social y la influencia de los pares.

Un último punto está la creencia que “mi voto puede hacer una diferencia”, lo que tiende a ocurrir cuando las elecciones son especialmente competitivas, cuando la contienda parece más pareja o es más polarizada.

…o “por qué no”

Ya dijimos que en general es el descredito en la democracia lo que desmotiva el voto, pero, así como hay cuestiones puntuales que impulsan la decisión de ir a votar hay otras que la desincentivan.

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La desconfianza en el sistema electoral y la sensación de inutilidad; las barreras logísticas e institucionales que afectan especialmente a los mas jóvenes, viejos y pobres; factores demográficos y socioeconómicos, como educación, nivel económico, representatividad, etc.; falta de información o interés, la sensación de apatía y pobre difusión; la insatisfacción con los candidatos, que lleva a rechazar incluso la idea de escoger “al menos malo”, haciendo de la abstención una manera de protesta contra el sistema; etc.

Los extremismos

Como vemos, más allá de “que vota” y “que no”, los motivos de la gente para ir a votar -o no- son de los más diversos: desde “voto porque me obligan” hasta “no voto porque se me da la gana”, con infinidad de posibilidades intermedias.

En las sociedades muy polarizadas, cuando se acercan las elecciones, los gobiernos y la oposición -presionados por su base electoral- tienden a incrementar sus posiciones extremas. Esto lleva induce un paso al costado del electorado menos politizado y a la sobrerrepresentación (beneficiados electoralmente) de los partidos políticos y los candidatos de los extremos ideológicos (8).

El problema con la caída en la participación ciudadana es que conlleva la pérdida de representatividad, afectando la legitimidad del proceso.

Eventualmente, se llega un punto en que esta caída de la legitimidad democrática induce al oficialismo/oposición a tomar -en el mejor de los casos- posiciones menos extremas (9) o por el contrario (el peor), o a transformarse en autoritarismos (10).

En este punto, la participación electoral se convierte en una herramienta de “legitimización”, así los oficialismos comienzan a apelar a distintas prácticas, como el clientelismo, la coerción y la contestación, forzando a la gente a ir a votar (11), o cuando esto no alcanza, al empleo de la violencia (12).

Esto explica, por qué solemos ver una caída en el interés ciudadano antes de que se instalen las autocracias y porque, cuando se instalan -aun con un partido único- la participación pareciera crecer.

Es entonces del juego de estas cuatro dimensiones, de apelar a la seducción por lo propio y el rechazo por lo ajeno, y de motivar y desmotivar a los votantes a presentarse, que surgen las estrategias y los resultados electorales.

La estrategia de la desmotivación

Un oficialismo polarizado, como es el caso argentino, tiene un fuerte incentivo para hacer lo posible para que la menor cantidad de gente vaya a votar -lo que se debe hacer de manera sutil-, ya que el crecimiento de las posiciones menos extremas -dejemos de lado que puedan quitarle votos- reduciría la magnitud porcentual de su victoria.

En la legislativa del 18 de marzo en la CABA, votó apenas el 51.45% de los porteños habilitados para hacerlo o 1.6 millones de personas, esto es el mínimo en términos porcentuales y el volumen más bajo en número de votantes desde que se estableció la autonomía de la ciudad en 1994 (en el ínterin los ciudadanos habilitados a votar crecieron 21%).

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Manuel Adorni ganó la legislativa de la Ciudad de Buenos Aires, no por el atractivo de se propuesta, sino por el paso al costado de los electores: Menos de 2 de cada 10 porteños lo votaron

Manuel Adorni ganó la legislativa de la Ciudad de Buenos Aires, no por el atractivo de se propuesta, sino por el paso al costado de los electores: Menos de 2 de cada 10 porteños lo votaron

La Libertad Avanza ganó la elección -salió primera- al ser votado por 494.054 personas o algo menos de 1.6 de cada 10 ciudadanos, también mínimos históricos (la excepción es 2003, cuando votaron 169.000 personas más que ahora, pero la dispersión del electorado fue mucho mayor).

Así, Manuel Adorni se declaró ganador, al computar a su favor el 30.13% de los votos (tercer mínimo histórico para quien salió primero).

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Según las encuestas, la intención de voto por terceras alternativas está decayendo más rápidamente de lo que crece la intención de voto por los dos partidos mayoritarios.

Según las encuestas, la intención de voto por terceras alternativas está decayendo más rápidamente de lo que crece la intención de voto por los dos partidos mayoritarios.

La estrategia funcionó y es un buen ejemplo de los resultados que se pueden obtener “desincentivando” la gente a ir a votar.

La decisión del Mileismo de, primero “limar” y luego absorber a Cambiemos/PRO, se encuadra dentro de esta misma lógica. No solo porque eventualmente atraerían algunos votantes adicionales (es difícil que la masa entera de votantes del Pro se traslade a LLA), sino que al “vaciar” el centro y fomentar la polarización magnifican el resultado nominal que podrían obtener.

Claro que esto no es gratis. Por más que a quien pueda aducir que “ganó o arrasó” esto le importa poco y nada, su grado de representatividad y legitimidad republicana (se llame Adorni, Bullrich o como sea) es por lo menos cuestionable, y sin dudas mina la salud democrática y republicana del país.

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