24 de noviembre 2025 - 00:00

Por qué si los exámenes dieron bien (y muy bien), la FED debió salir al rescate de Wall Street

Aunque los datos macro y corporativos sorprendieron al alza, el mercado reaccionó con un retroceso abrupto que dejó expuesta su fragilidad. La FED intervino verbalmente para frenar un pánico inminente y contener una corrección que ya parecía inevitable.

John Williams:  “La FED todavía puede recortar las tasas de interés en el corto plazo sin poner en riesgo su objetivo de inflación”.

John Williams:  “La FED todavía puede recortar las tasas de interés en el corto plazo sin poner en riesgo su objetivo de inflación”.

Federal Reserve

La silueta de una corrección sobrevuela Wall Street, tenaz desde octubre. La Bolsa no es el único blanco elegido. Sí, es el único que resiste la presión extrema. Otras exuberancias recientes – la bonanza de las criptomonedas y de los metales preciosos – aún más fervientes ya se doblegaron. El derrumbe de Bitcoin, desde sus máximos de 126 mil dólares en octubre a 86 mil el viernes, es la señal más potente de cómo cambiaron los vientos. Los árboles no crecen hasta el cielo ni aunque los riegue Trump personalmente y se ocupe de desbrozar toda la maleza de la regulación. Eso quedó probado. El optimismo se escurrió. Y el temporal amenaza arrancarlos de cuajo. La Bolsa compartió el rally con los ahora defenestrados, pero es claro que tiene mejores fundamentos. La temporada de balances – como se sabe, ni las criptomonedas ni los metales preciosos presentan estados contables– certificó que los negocios de las compañías, y sus márgenes, continúan creciendo pujantes. Pero la valuación de las acciones es muy alta, históricamente excepcional, y la desconfianza no afloja.

Wall Street está en capilla. La mesa examinadora agotó el bolillero original. Por empezar, le dio mil vueltas a la fiebre por la inteligencia artificial. Como su nombre no lo sugiere, ¿cuán real es la narrativa? ¿O es una alucinación en la que se (mal)gastan miles de millones? Preguntó por la guerra comercial cuando Trump amenazó con aplicarle un arancel extra de 100% a China por el enésimo incidente con las tierras raras. Por las cucarachas del crédito, como las llamó Jamie Dimon, el CEO de JPMorgan cuando el impacto de los quebrantos de First Brands y Tricolor Holdings afloró en la banca. Y por la utilización repetida de las facilidades de pases de la FED. Por el “shutdown”, el cierre parcial del gobierno, que duró 43 días, un récord de desidia bipartidaria. Se entretuvo con los balances y castigó a todos aquellos que mostraron la más mínima mancha. Y barajó asuntos filosos – sobre todo políticos y judiciales, el triunfo de Mamdani en Nueva York, las derrotas republicanas en Nueva Jersey y Virginia, y la liberación de los archivos Epstein – en los que pudo haber indagado si Wall Street hubiese exhibido algún indicio de agitación. También husmeó en la crisis de asequibilidad – evidente en la caída a plomo de la confianza del consumidor, aunque ausente en el balance robusto de WalMart – pero nada de eso le hizo mella a la Bolsa. La confianza del inversor también está por el piso, en los niveles de abril, de cuando las cotizaciones corrigieron 20%. Sin embargo, el mercado bull se mantiene en pie, contra los pronósticos.

La mesa examinadora, que sabe que hay gato encerrado, no acierta a atraparlo ni se cancela. Dos grandes exámenes adicionales se acordaron para esta semana con la idea de apurar ya una definición. El balance de Nvidia y el informe de empleo de septiembre (que debía publicarse el 3 de octubre, pero se postergó por el shutdown). El miércoles después de hora, Nvidia alumbró un reporte estelar. No sólo superó las expectativas en cada renglón, las destrozó por amplio margen. Las ventas de data centers fueron 4,3% más altas que lo esperado, un aumento de 66% interanual. No estamos delante de una burbuja, sino en los inicios de una nueva revolución industrial, afirmó el CEO. Imposible dirimirlo con un balance. Pero, esa es otra discusión. El balance en sí es intachable.

El jueves, a primera hora, se supo que EEUU creó 119 mil puestos de trabajo netos en septiembre. Se esperaban que fuesen 51 mil. Se conoce que las políticas migratorias han hecho trizas el crecimiento de la oferta laboral. Para sostener el pleno empleo, ya no se precisan más de 30 - 50 mil por mes. El promedio trimestral a septiembre arroja 62 mil. ¿Dónde está el problema con el mercado de trabajo? La tasa de desocupación trepó una décima, a 4,4%, en línea con el promedio previo a la pandemia. ¿Cuál es el drama, entonces? Sabemos que la economía crece vigorosa. La novedad es que la fragilidad incipiente del mercado laboral ya no aparece en esta última radiografía.

Munida de estas credenciales, el jueves la Bolsa arrancó con todo. Abrió con un salto – y un “gap” de precios – y se quitó el cinturón de seguridad a pura potencia. Pero, así como el movimiento fue rotundo, resultó también efímero. Como si tratase del lanzamiento fallido de un cohete, hora y media después, la nave se precipitó a tierra. Desanduvo todo el recorrido, cerró el “gap de precios” y se hundió por debajo del punto de partida. La algarabía trocó en pavura. Los exámenes de estrés se aprobaron todos, pero esto ya no es teoría. El estrés real se llevó puesto las previsiones. ¿Salió todo bien, y muy bien, como nadie lo imaginaba? Perfecto. Ahora sí, vendan. Desde octubre, la Bolsa resistió con el reflejo del “buy the dip”, la tozudez de comprar todas las agachadas como quien saca provecho de las ofertas de una liquidación. Vender contra la evidencia de noticias excelentes es una mutación abrupta. Como señal, ominosa. Los mercados, exhaustos, quedaron al borde de un ataque de nervios.

Pero, el viernes negro que se temía no se produjo. La FED lo evitó. No fue Powell, fue John Williams, el presidente de la FED de Nueva York, quien maneja la mesa de operaciones, y por eso tiene asiento permanente en el Comité que toma las decisiones. Y es quién lidia en la trinchera (and con las consecuencias de los desastres). Williams acarició un flanco sensible. Lo hizo a tiempo, a primera hora. “La FED todavía puede recortar las tasas de interés en el corto plazo sin poner en riesgo su objetivo de inflación”, dijo. Una palabra suya bastó para sanar la ansiedad. La baja de tasas volvió a tallar como el desenlace más probable en la reunión de diciembre. A los mercados los asaltó un ataque de pánico, y Williams les acercó la aspirina que los relajó. La decisión no está tomada, y se sabe de la cerrada oposición de la mayoría de los presidentes de distrito (Williams es la excepción). Austan Goolsbee (Chicago FED) y Susan Collins (Boston FED) recordaron su reticencia ex profeso. Pero si la decisión es una pulseada de los gobernadores versus las FED regionales, el recorte procederá. ¿Se lo podría asegurar? No hay garantías de nada. En principio, la reunión es dentro de tres semanas. La urgencia era recuperar la calma el viernes. Y el objetivo se logró con facilidad.

¿Y qué pasó con la anunciada corrección? Quedó en espera. El S&P 500 cayó 5% desde lo máximos, a mitad de camino de traspasar su umbral. La saga continúa sin definición porque cuando entró la mano de nocáut, Williams le recordó que la FED es su aliada. No obstante, la Bolsa se abolló y reveló una debilidad emocional. Entiéndase bien, si la inteligencia artificial es un bluff; o un error mayúsculo; o nada de eso, pero igual provoca un daño colateral importante, la política monetaria no podrá impedir que le llegue la factura. Pero si de la economía depende, ya sea del crecimiento del PBI o de la inflación, la FED no ve razones para que cunda el pánico. Si es por la falta de data, el tranquilizante que Williams suministró bastará para sosegar la ansiedad. El mercado bull puede permanecer en vigencia mientras evite una recesión, aunque los ajustes marginales en la valuación fuercen una corrección. Que tampoco es un destino inevitable si se activa la propensión a tomar riesgos de la mano de una FED atenta y, después del próximo jueves, del inicio de la estacionalidad más favorable del año.

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