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Juan Perón
El gobierno nacional calla ante la realidad y trata de ocultarla a la opinión pública, mientras ocupa el escenario con sus trucos diversionistas.
Las prácticas del gobierno no son ajenas a la política que ha elegido. El doctor Kirchner, un militante inmobiliario de los años de plomo, expresa en su política el intento tardío de revancha de los sectores que Juan Domingo Perón echó de la Plaza de Mayo después de señalarles una y mil veces que no era digno que usaran la camiseta peronista para defender una causa distinta.
Para aquellos sectores que hoy se refugian a la sombra de la Casa Rosada su derrota comienza el mismo día en que el pueblo argentino terminó definitivamente con la proscripción de su líder y lo llevó por tercera vez a la Presidencia. Ellos consideran -acertadamente, claro- que Perón era el jefe de sus adversarios y que el peronismo constituía la fuerza a derrotar. Si hoy no pueden encarcelar a Perón es porque el General murió. Pero es a él a quien persiguen política y judicialmente cuando clausuran la vida del Partido Justicialista y lanzan su actual ofensiva contra su viuda y ex presidenta constitucional María Estela Martínez.
La idea de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad se vuelve una navaja en manos de un mono (o de un gorila) cuando se la emplea contando con el oportunismo o la genuflexión de algunos jueces y, sobre todo, cuando es instrumentada como arma de venganza facciosa y designio de revisión judicial de una historia cargada de pasiones y circunstancias.
El empleo de ese particular concepto (tuerto) de imprescriptibilidad, que castiga a un sector y premia a otro años después de superadas las circunstancias de un duro enfrentamiento civil, hace estragos en la vida de una sociedad y podría hacer estragos mayores. ¿Es que alguien puede imaginarse que en el largo período de desencuentros que llegó más allá de la organización nacional y se extendió por el siglo XX, los próceres, estadistas y políticos que asumieron responsabilidades de gobierno pasarían indemnes un examen parcial e interesado como el que la facción dominante pretende imponer a sus adversarios?
Ni Rosas con su Mazorca, ni Mariano Moreno con el terrorismo explícito que postulaba en su Plan de Operaciones, ni Sarmiento («no ahorre sangre de gauchos») ni, como ya está visto, Julio Argentino Roca superarían las horcas caudinas judiciales alzadas por los montoneros veteranos y sus coreutas. Recuerdo un libro publicado en plena década del 70 por un comprovinciano mío, donde se enumeraban y describían 21 delitos cometidos por «los coroneles de Mitre» entre 1862 y 1867, que incluían apremios ilegales, homicidios simples y alevosos, robo, extorsión, apropiación y sustracción de cosas muebles, etc. En la atmósfera política en que ese libro fue escrito, las condiciones generales de la confrontación entre diferentes ópticas conducentes a constituir y unir al país se diluían en la culpabilización absoluta de un sector y la absolución de otro. En la atmósfera viciada de la actualidad y con el instrumento de la imprescriptibilidad en manos facciosas, estamos ante una historia de nunca acabar.
Atacando al peronismo, amparando las tropelías de sus facciosos domésticos, evadiendo sus responsabilidades ante la ciudadanía y el mundo, ocultando la realidad de la miseria y la inseguridad que padecen sobre todo los más humildes, el gobierno pretende llevar por las narices a los argentinos hasta el cuarto oscuro.
Pero los argentinos detestamos a quienes nos quieren llevar por las narices.
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