28 de septiembre 2001 - 00:00

De la Rúa habría firmado decretos secretos de guerra

El gobierno autorizó en las últimas horas las primeras transferencias de fondos para pagar tareas de defensa por su compromiso con los EE.UU. en participar del esfuerzo de guerra contra el terrorismo tras los atentados del 11 de setiembre.

Ese dinero tiene como destino alimentar el principal aporte de la Argentina a esta guerra, que es el espionaje.


Menos puede conocerse de otras medidas que Fernando de la Rúa habría tomado echando mano del recurso de los decretos secretos a que lo habilita su cargo. Esos decretos no serían de manejo de fondos ya que hasta ahora las transferencias de partidas se han hecho dentro de la elasticidad que tiene el gobierno para mover fondos secretos y reservados. También vienen de fondos que autoriza el presupuesto a las áreas de Defensa y de inteligencia, pero que estaban «pisadas» por Hacienda.

El primer resultado de la cumbre discreta del Presidente con un grupo de ministros y jefes militares en Olivos del lunes pasado fue la orden a Domingo Cavallo (ausente en ese condumio) de que abra el monedero y no niegue los pedidos de fondos que reciba de Horacio Jaunarena o de Carlos Becerra (ministro de Defensa y jefe de la SIDE, respectivamente).

Colaboración

Las previsiones para la movilización del espionaje obedecen a que es la única colaboración que le ha reclamado Washington a Buenos Aires. La Argentina además tiene la tarea de coordinar la información que provenga de servicios de países limítrofes y que será procesada por los agentes de Buenos Aires.

La dificultad obvia para que los espías criollos puedan ofrecer algún producto estimable en Washington es quebrar el recelo que divide a la comunidad de inteligencia en compartimientos infranqueables. En la Argentina funcionan servicios a varios niveles (Policía Federal, policías provinciales, Fuerzas Armadas, fuerzas de seguridad, Servicio Penitenciario) que viven de vigilarse entre sí y, pese a que las leyes les indican que deben cruzar sus datos, de esconderse la información que obtienen.

Esa es la razón por la cual las mesas de reunión de información semanales entre los servicios son más bien acontecimientos sociales y la información más valiosas suele estar más a disposición de los espías extranjeros en Buenos Aires que saben cómo lograrla de sus colegas locales de cada organismo.

Esa es la razón por la cual uno de los decretos secretos que se dice ha firmado el Presidente es el que establece una pirámide de tráfico de la información del espionaje que reinventa una vez más la Central Nacional de Inteligencia.

Esta oficina, tan decorativa como otros organismos de espionaje, la ocupa con el actual gobierno el abogado Hernán Lapieza Spota y es desde el 11 de setiembre la responsable de recibir toda la información que aportan los servicios individualmente.

De estos servicios hoy el gobierno pondera ante todo a los que pertenecen a la Policía Federal, grandes recolectores de inteligencia criminal que está siendo zarandeada para detectar movimientos migratorios de sospechosos de actuar en la planificación o financiamiento de posibles acciones de guerra contra la alianza que encabeza los EE.UU.

Lapieza depende del jefe de la SIDE Carlos Becerra, el funcionario a quien le ha encargado De la Rúa un informe diario sobre los hallazgos que la Argentina va a compartir con los Estados Unidos. El Presidente no sólo quiere estar informado: desde que estalló el conflicto ha sido en forma personal -pese a que se negará- el enlace directo con Washington; ha recibido mensajes y ha respondido inquietudes del gobierno de George Bush Jr. más allá de las gestiones que hace Adalberto Rodríguez Giavarini como canciller o Jaunarena como interlocutor habitual de los agregados militares de los países que tendrán participación principal en las misiones de escarmiento de los EE.UU.

Eso le ha permitido a De la Rúa formarse un cuadro que le ha permitido saber que no habrá actos de guerra antes de 20 días, que en esas acciones sólo intervendrán fuerzas de los EE.UU. y Gran Bretaña, con el auxilio aéreo de Australia y Canadá.

Búsqueda

Esas acciones, según la información con que cuenta hoy el Presidente, tampoco serán de ocupación territorial; buscarán imágenes y titulares espectaculares que le permitan al público alguna forma de catarsis. «Una guerra para la CNN», según un mando militar que asesora a De la Rúa.

En lo político la crisis ha habilitado no sólo la euforia de ese nuevo espécimen de exportación que será ahora el vigilante criollo. También ha movilizado a las Fuerzas Armadas en su proyecto de una reforma profunda del organigrama institucional.

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