2 de diciembre 2004 - 00:00

Duhalde no sabe si Kirchner asistirá a su renuncia mañana

Duhalde visitó a Kirchner para informarlo sobre una cumbre internacional. Mañana renunciará a conducir el PJ bonaerense. Antes, creó 48 secretarías para zanjar peleas en su base.
Duhalde visitó a Kirchner para informarlo sobre una cumbre internacional. Mañana renunciará a conducir el PJ bonaerense. Antes, creó 48 secretarías para zanjar peleas en su base.
Jorge Luis Borges escribió sobre la amistad de su padre con un jefe ferroviario de comienzos del siglo XX para decir que «mantenían una amistad típicamente inglesa, en la que lo primero que se suspende es la confidencia y, al poco tiempo, el diálogo». Algo parecido sucede con el vínculo entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, como quedó demostrado nuevamente ayer. El Presidente recibió en su despacho a su antecesor y padrino político, quien concurrió con papeles y actas de lo que será la próxima cumbre sudamericana que se celebrará en Cuzco. Duhalde se enteró en el Congreso, ayer, de que Kirchner tampoco concurriría a esa reunión de mandatarios (ver nota vinculada) y eso le dio derecho a ese rato de intimidad de la tarde.

Si se examina el resultado de la entrevista, fue matizado. Por un lado, el caudillo de Lomas de Zamora consiguió que el gobierno avalara sus movimientos para que en Perú, el próximo 9, se firme el acta de creación de una comunidad sudamericana (así le quiere llamar Duhalde). La posibilidad de que esa iniciativa sea considerada una victoria inesperada de Brasil, cuya cancillería es el verdadero motor de la idea; que irrite la piel de los excluidos mexicanos; o que ofenda a los aliados españoles, abrazados a una identidad iberoamericana que se trata de sostener en sucesivas cumbres, nada de eso se analizó en el despacho presidencial ayer. A Duhalde le bastó con que Kirchner le diga «seguí adelante-», mientras le explicaba que el médico le prohibió visitar una ciudad ubicada a 4.000 metros sobre el nivel del mar.

• Dudas

En cambio, Duhalde no consiguió arrancarle al Presidente un gesto más modesto pero, para él, más importante: la concurrencia, mañana, a la ceremonia de su «renunciamiento». En efecto, el jefe del PJ bonaerense organizó un acto en la quinta de San Vicente, que perteneció a Juan Domingo Perón, para que la principal dirigencia de ese partido lo aplauda por su decisión de renunciar a la presidencia de la fuerza, para la que se lo había designado. Los organizadores esperan que Kirchner se haga presente pero él ayer no le dio ninguna señal a Duhalde respecto de esa posibilidad. Y eso que podría entusiasmarlo asistir a una renuncia de su «amigo».

Por ahora, entonces, Duhalde sólo contará con el testimonio de Felipe Solá y, claro, de todos los legisladores del distrito, sean del Congreso o de la Legislatura. También de los jefes partidarios de los distintos partidos en que se divide el territorio bonaerense.

La retórica peronista tiene una relación ambigua con el poder. Si se observa la conducta de Juan Perón o de Carlos Menem, queda la impresión de que se trata del único objetivo de la profesión de los políticos. En cambio, el recuerdo de Eva Perón remite a otro estilo, cargado de cierto cinismo, que exalta el rechazo del poder, al que se presenta como mortificante. A los Duhalde, que han peleado sus posiciones en la vida pública con uñas y dientes (en el caso de Eduardo hasta admitió llegar a la presidencia por una vía distinta de la electoral, después de haberla intentado sin éxito), les agrada mostrarse como gente de su casa que sólo ejerce posiciones de mando porque se lo imponen las circunstancias o los seguidores. Por eso es tan importante para ellos la ceremonia de mañana, en la que el ex mandatario se mostrará ajeno a las materialidades de la política, preocupado casi únicamente por las relaciones internacionales, que descubrió hace poco más de un año.

• Pasiones

Eso sí, debajo de Duhalde se siguen moviendo las pasiones y los deseos a los que él dice renunciar. A tal punto que José María Díaz Bancalari, quien quedará al frente del PJ bonaerense desde un segundo escalón, ya comenzó a pedir calma, como sucedió el martes por la noche durante una reunión de duhaldistas. Los tironeos habían comenzado porque muchos dirigentes de esa corriente pretendían algún cargo en la burocracia del partido. Duhalde mismo debió resolver el conflicto y lo hizo de manera insólita: «Hay que darle a cada consejero una secretaría», recomendó. Así, el peronismo de la provincia de Buenos Aires contará con una conducción de 48 secretarías. Una multiplicación disparatada, que obligó a establecer una dedicada a la Unión Europea, una para «ciencia» y otra para «técnica», una más para «campañas electorales», otra para «relaciones extrapartidarias y reglamentarias», una secretaría de «obras públicas» (hay que recordar que Duhalde mereció en su momento el apodo de «Ramsés II» por su afición por la construcción), otra de «planeamiento y técnica», además de una « secretaría de gestiones distritales en provincia».

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