Hay otro gobernador naciente que padecerá el síndrome Felipe Solá. Es decir, administrar un territorio bajo el poder político de otro dirigente, como el bonaerense con Eduardo Duhalde. El caso, curiosamente, será el del nuevo titular de Santa Cruz, Sergio Acevedo, hoy titular de la SIDE, quien ha llegado al cargo sureño también por elecciones, pero bajo la protección del ahora presidente, Néstor Kirchner. Y aunque ambos, por el momento, comparten el mismo gobierno y disfrutan inclusive de una amistad de años, este tipo de transiciones genera conflictos.
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De acuerdo con versiones fidedignas, el último fin de semana hubo un áspero diálogo entre Kirchner y Acevedo a propósito de la designación del nuevo gabinete santacruceño. Algunos le otorgaron exagerada tensión al momento, quizá por la falta de acuerdo en las designaciones: parece que Acevedo quería nominar a ciertas figuras a las que el mandatario no es afecto y, como es habitual, el veto presidencial habría sido terminante (se afirma que en cierto momento se planteó que, al aceptar la candidatura, Acevedo nunca dijo que quería imponer a determinada gente).
Otras versiones señalan, con menos fundamento, que también hubo discrepancias por la afirmación del futuro gobernador de que repatriaría los fondos de la provincia colocados por Kirchner en el exterior. Nadie podía precisar anoche los límites del disgusto mutuo, tampoco quién será el sucesor de Acevedo en la SIDE, pues al parecer el saliente gobernador, Jorge Icazuriaga, no vendría a ese instituto de espías, como se había anticipado. Algunos lo imaginan en otra cercanía dentro de la Casa Rosada, quizá como reemplazo del actual secretario general, Oscar Parrilli, un neuquino de extrema confianza de Kirchner, pero tal vez con algún problema personal para permanecer en Buenos Aires.
En cuanto a la sucesión en la SIDE, nadie se preocupa demasiado por la titularidad, ya que permanecerá como segundo Francisco Larcher, una pieza clave no sólo en el organismo (que ha sido premiado con una nueva asignación presupuestaria para su actividad tras la valiosa reducción que aplicara en el año 2000 Fernando de Santibañes), sino en la intimidad del Presidente: es uno de los pocos a los que consulta, junto a su propia esposa, Cristina, Carlos Zanini y, eventualmente, Julio De Vido y Alberto Fernández.
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