22 de marzo 2019 - 00:01

Por qué no alcanzarán los dólares del agro y del FMI

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“Si yo fuera un productor y tengo trigo o maíz, vendo todo y compro dólares, porque creo que es más seguro que suba el dólar a que los commodities puedan dar un margen mayor, a los precios actuales y los rendimientos que hubo este año”. El consejo pertenece a Pablo Adreani, asesor y experto en negocios agropecuarios y fundador de Gurú Market, grupo que nuclea a los principales referentes del sector.

Y con respecto a la soja, la recomendación “al productor con campo propio es cubrir al menos el 30% de la cosecha porque estima que el precio (local) de u$s235 por tonelada puede bajar a 210. Y a los que alquilan, asegurarse ya al menos 50% a 235, porque debajo de ese precio podría estar en riesgo la rentabilidad.”

En el campo prevalece un sentimiento que va entre la decepción y el malestar con el Gobierno. No está claro qué sucederá con la venta y exportación de granos, lo cual plantea dudas respecto de si efectivamente se concretará la entrada de dólares que las autoridades del Ejecutivo esperan como maná del cielo a partir de abril. En todo caso, si lo que liquiden los exportadores se mantendrá en pesos o los productores volverán a convertirlo en dólares en el acto y por la siguiente ventanilla.

Si la decisión fuera dolarizarse, la iniciativa en la que trabaja el Banco Nación para permitir que se pague en dólares al productor solo eliminaría un paso intermedio: reduciría costos de arbitraje y evitaría las diferencias de cambio. Pero no significa que vaya a incentivar ventas o la demanda de pesos.

Pero lo que realmente preocupa al campo, según se planteó en Gurú Market, son dos temas: 1) la imposibilidad de hacer ajuste por inflación. 2) las retenciones, que al ser un monto fijo se hacen cada vez más gravosas en la medida que los precios vayan a la baja.

En el primer caso, calculan que pagarían por Ganancias (ficticias) el 100% de las utilidades del ejercicio cerrado en febrero. Sobre las retenciones sugieren como mínimo la reducción parcial para favorecen la industrialización y mejorar los ingresos por exportaciones, hasta la eliminación total, como también reclamó la OCDE la semana pasada a la Argentina.

En este contexto que alienta a quedarse con la cosecha en silobolsas hasta mejor ocasión (¿2020?), no se descarta que el ingreso de dólares del sector en el trimestre dorado quizás resulte menor al que espera el Gobierno para contribuir a contener la volatilidad cambiaria. Un cálculo estimativo reveló que entre abril y mayo los productores venderían soja por algo más de u$s6.000 millones. Un tercio de la cosecha. La cifra, de verificarse en la práctica, resultaría 10% inferior a la del mismo periodo de 2018, año en que la sequía mermó los resultados.

Ese número también podría resultar insuficiente para cubrir la dolarización de portafolios que por lo general se acelera en un año electoral con desenlace incierto para el rumbo económico, independientemente de quien resulte ganador, por las restricciones macro de la Argentina.

Es difícil comparar cifras con 2015, ya que entonces las estadísticas estaban viciadas por la vigencia del cepo cambiario. Mucho se fue por dólar futuro o contado con liquidación. Pero en el segundo trimestre de 2011, previo al cepo, la dolarización ascendió a u$s6.124 millones, antes del inquietante “vamos por todo”.

El año pasado, entre abril y fines de junio, la Formación de Activos Externos del mismo periodo fue de u$s9.745 millones, 41% más que la liquidación de granos registrada entre abril y junio.

Desde Economía confían en que la autorización del FMI para que el Tesoro venda dólares directamente al mercado sirva para reforzar la oferta de divisas. El Gobierno mostró el total: u$s9.600 millones. Pero fraccionados de a u$s60 millones diarios, en licitaciones preanunciadas y transparentes, a partir de mediados de abril y hasta fin de año.

Esto significa que en el segundo trimestre, ese refuerzo será de unos u$s3.000 millones, equivalente a menos de una semana de operaciones en el Mercado único y Libre de Cambios. Menos de 10% del volumen diario de negocios. Casi dosis pediátricas.

A esto debe sumarse la duda respecto de la efectividad de la medida, ya que al ser las subastas demasiado previsibles pueden restarle el factor sorpresa, clave para neutralizar movimientos de pocos millones que, sobre el cierre, mueven más de 1% las cotizaciones del dólar, como ya sucedió en marzo.

A la eventual pero probable reducción de las liquidaciones del agro, y la escasez relativa de las ventas del Tesoro, hay que agregar la restricción para que el Banco Central opere en el mercado spot mientras la cotización se encuentre dentro de la muy amplia zona de no intervención.

El BCRA solo puede actuar en los futuros, o reduciendo la oferta monetaria e inducir una suba de las tasas de interés. Instrumentos estos que desde la última semana vienen mostrando señales de fatiga, y menos potencia para revertir decisiones de desarme de carteras, sobre todo cuando son tomadas por inversores externos, a quienes poco parece importarles la neutralidad de la base monetaria o el nivel que alcance la tasa de las Leliq.

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