En un contexto global marcado por la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la escasez creciente de recursos naturales, la economía circular se consolida como una de las estrategias más poderosas para repensar el modelo de desarrollo. Este enfoque no sólo redefine cómo producimos y consumimos, sino también cómo construimos resiliencia frente a los desafíos económicos, sociales y ambientales del siglo XXI.
Economía Circular: el nuevo motor de resiliencia para empresas y comunidades
En un mundo que enfrenta límites ambientales cada vez más evidentes, la economía circular emerge como una estrategia clave para redefinir la producción, fortalecer la resiliencia y abrir nuevas oportunidades de innovación. Argentina avanza en ese camino con iniciativas privadas, desarrollos tecnológicos y modelos colaborativos, aunque aún debe superar desafíos estructurales para consolidar una transición sostenible y competitiva.
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La lógica tradicional de “extraer, producir, consumir y desechar” ha demostrado ser insostenible.
La lógica tradicional de “extraer, producir, consumir y desechar” ha demostrado ser insostenible. Hoy, el planeta consume más recursos de los que puede regenerar: según el último Circularity Gap Report 2025, la tasa de circularidad global —es decir, la proporción de materiales que se reutilizan o reciclan— cayó a solo 6,9 %, evidenciando que más del 90 % de los materiales terminan en desecho o pérdida. En otras palabras, la economía mundial sigue siendo abrumadoramente lineal.
Sin embargo, cada vez más gobiernos, empresas y emprendedores comienzan a ver en la circularidad una oportunidad concreta para innovar, reducir riesgos y fortalecer su capacidad de adaptación. Desde Pacto Global Argentina, convencidos que no se trata solo de reciclar o gestionar residuos, acompañamos con diversas propuestas a repensar el valor mismo de los recursos, extendiendo su vida útil, regenerando ecosistemas y diseñando modelos de negocio que funcionen en armonía con los límites del planeta. En este sentido, ofrecemos un programa de formación ejecutiva en el primer semestre del año, un grupo de trabajo para intercambiar buenas prácticas y este año llevamos a cabo el primer Concurso de Economía Circular a nivel nacional para conocer nuevas prácticas, que serán reconocidas en un encuentro en el mes de diciembre.
Argentina frente al desafío circular
En Argentina, aunque la transición circular recién comienza a consolidarse, las señales de cambio son cada vez más visibles. El panorama de la Economía Circular (EC) en nuestro país se define por una fuerte tracción desde el sector privado y avances regulatorios provinciales.
La adopción de la EC ha trascendido la fase inicial para convertirse en un factor de competitividad estratégica para las empresas argentinas. El enfoque de las grandes compañías y un creciente número de PyMEs en la Economía Circular va más allá del reciclaje básico. Su estrategia se centra en aumentar la eficiencia energética, asegurar la gestión integral de sus residuos y, fundamentalmente, en la valorización de subproductos. Esto implica una profunda transformación en sus procesos de producción.
En este marco, se observa una fuerte tendencia hacia la simbiosis industrial, un modelo colaborativo donde los flujos de desechos, residuos o excedentes de una empresa se convierten en materias primas o insumos valiosos para otra, cerrando así los ciclos productivos. Paralelamente, las compañías están invirtiendo en el ecodiseño de sus empaques y productos, buscando que estos sean más fáciles de reparar, reutilizar o reciclar desde el momento mismo de su concepción.
En este contexto, la innovación emerge como el puente que transforma la necesidad en una oportunidad. Las empresas argentinas están activamente experimentando con soluciones circulares que van más allá del simple reciclaje. Las iniciativas son notablemente diversas: incluyen el desarrollo de biomateriales, la implementación de plataformas digitales de trazabilidad y la adopción de modelos de "producto como servicio". Los proyectos que se visibilizan abarcan desde la valorización de residuos de la construcción y demolición, el uso de caucho de neumáticos fuera de uso en asfalto, la logística inversa eficiente, hasta el reciclaje avanzado de plásticos y residuos electrónicos, demostrando un compromiso transversal con la circularidad.
Estas iniciativas no solo reducen el desperdicio, sino que abren nuevos mercados, generan empleo verde y fortalecen la resiliencia local ante la volatilidad económica y las crisis ambientales.
Existe una necesidad manifiesta de desarrollar estándares y certificaciones que avalen el management circular de las empresas, garantizando transparencia y ofreciendo un diferencial de mercado ante consumidores cada vez más conscientes.
Pese a estos avances, el país enfrenta importantes desafíos estructurales: falta de datos integrales sobre circularidad, débil articulación normativa, escaso acceso a financiamiento verde y una economía informal que, aunque cumple un rol clave en la recuperación de materiales, aún no está plenamente reconocida ni integrada. La circularidad en Argentina se asocia muchas veces solo al reciclaje, cuando en realidad abarca toda la cadena de valor: desde el diseño del producto hasta la logística inversa, pasando por la innovación tecnológica y la regeneración de recursos naturales.
El valor de la transformación
“La economía circular no es una moda, es una estrategia de supervivencia”, sostienen los expertos. En un escenario donde las interrupciones en las cadenas globales de suministro, las sequías o las fluctuaciones energéticas se vuelven cada vez más frecuentes, las organizaciones que diseñan sus procesos desde la circularidad logran adaptarse mejor, reducir costos y construir relaciones más sólidas con su entorno.
Repensar el valor—esa es la clave. En la economía lineal, el valor se agota cuando el producto se descarta; en la economía circular, el valor se transforma, se multiplica y se regenera. Implica entender que los residuos de hoy pueden ser los recursos del mañana, y que cada decisión empresarial tiene un impacto directo en la capacidad de una comunidad para resistir y prosperar.
Argentina tiene ante sí una oportunidad única: aprovechar su talento innovador, su diversidad productiva y su capital natural para liderar la transición hacia un modelo circular propio, adaptado a sus territorios y con una fuerte dimensión social. La circularidad no solo impulsa la eficiencia, sino que también puede convertirse en un motor de inclusión, dignificando el trabajo de recicladores urbanos, fortaleciendo economías regionales y generando nuevos sectores productivos vinculados al conocimiento y la regeneración.
La resiliencia del futuro no dependerá únicamente de la cantidad de recursos que tengamos, sino de nuestra capacidad para usarlos de manera inteligente, creativa y regenerativa. La economía circular propone precisamente eso: un nuevo contrato con la naturaleza, donde el crecimiento se mide no por cuánto se extrae, sino por cuánto se conserva, se transforma y se comparte.
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