20 de septiembre 2025 - 00:00

Inteligencia artificial en el mundo del trabajo: revolución tecnológica, desafíos humanos

Detrás de la fascinación por el avance tecnológico, emerge una pregunta que interpela tanto a empresarios como a trabajadores: ¿cómo aprovechar el potencial de la IA sin perder de vista el valor humano que sostiene a las organizaciones?

El 78% de las compañías ya adoptó herramientas basadas en IA. 

El 78% de las compañías ya adoptó herramientas basadas en IA. 

La inteligencia artificial (IA) dejó de ser un tema de laboratorio para convertirse en un fenómeno transversal que atraviesa empresas de todos los tamaños y sectores. Lo que hasta hace pocos años era apenas una promesa futurista, hoy ya está presente en la rutina laboral de programadores, abogados, profesionales de logística y empleados administrativos. Sin embargo, detrás de la fascinación por el avance tecnológico, emerge una pregunta que interpela tanto a empresarios como a trabajadores: ¿cómo aprovechar el potencial de la IA sin perder de vista el valor humano que sostiene a las organizaciones?

La magnitud del cambio es clara. Según Great Place To Work, el 78% de las compañías ya adoptó herramientas basadas en IA. GitHub estima que el 97% de los programadores recurrió alguna vez a sistemas de asistencia en programación, mientras que el 84% planea hacerlo de manera habitual. Microsoft, por su parte, señala que más de la mitad de las pymes en América ya incorporan la inteligencia artificial en alguna de sus operaciones. El fenómeno es global, pero sus consecuencias se juegan en cada empresa y en cada puesto de trabajo.

Un cambio que es más cultural que técnico

El gran reto no está únicamente en implementar sistemas tecnológicos, sino en gestionar una transformación cultural. La irrupción de la IA genera entusiasmo y, al mismo tiempo, miedos: dudas sobre la estabilidad laboral, temores a la pérdida de autenticidad y resistencias naturales a modificar rutinas de trabajo.

En este contexto, el liderazgo juega un rol determinante. Como advierte Jimena Ferreño, directora de TR Consultores, “la transformación digital solo es sostenible si pone a las personas en el centro”. Incorporar IA no se trata de apretar un botón, sino de acompañar a los equipos en un proceso que mezcla aprendizaje, adaptación y construcción de confianza.

El líder, más que un administrador técnico, debe convertirse en un facilitador. Su tarea es guiar, escuchar y dar sentido a los cambios, permitiendo que los colaboradores se involucren y tengan espacio para explorar, equivocarse y aprender. La transformación digital, en definitiva, solo será exitosa si es percibida como una oportunidad compartida y no como una imposición que desplaza lo humano.

Programadores: de la escasez de talento a la evolución estratégica

Uno de los sectores más impactados por la IA es la programación. Herramientas de autocompletado de código, generación automática de pruebas y documentación están redefiniendo la dinámica del desarrollo de software. Según Gonzalo Airoldi, Head of LATAM de Aditi Consulting, “la IA supera al ser humano en tareas básicas de programación, pero el verdadero diferencial de los programadores está en el pensamiento crítico y la creatividad”.

Lejos de reducir la demanda laboral, la IA está modificando el perfil requerido. Los desarrolladores ya no son solo codificadores, sino arquitectos de soluciones que integran sistemas inteligentes. El mercado exige profesionales capaces de pensar en escalabilidad, seguridad, integración y estrategia, lo que abre un nuevo horizonte de especialización. Incluso para perfiles junior, el acceso se amplía: la IA se convierte en un aliado que reduce barreras de entrada y multiplica oportunidades.

Las 4A de la inteligencia artificial en las empresas

Nicolás Cánovas, director general de AMD para Latinoamérica, sintetiza el camino de adopción en cuatro etapas: Asistencia, Acción, Automatización y Autonomía.

  • Asistencia: la IA responde consultas básicas y mejora la interacción con usuarios internos o externos.

  • Acción: comienza a ejecutar tareas puntuales, como agendar reuniones o dar seguimiento a pendientes.

  • Automatización: se sistematizan procesos de principio a fin, como generar resúmenes automáticos de documentos.

  • Autonomía: la IA toma decisiones bajo parámetros definidos, reduciendo la necesidad de supervisión constante.

En Argentina, la mayoría de las empresas todavía transita entre la asistencia y la automatización, pero el horizonte apunta hacia modelos cada vez más autónomos. El desafío será garantizar que estos avances convivan con un marco regulatorio adecuado, con equipos capacitados y con sistemas de información robustos.

El derecho y la logística: dos ejemplos concretos

La transformación digital no se limita al universo de la programación. En el sector legal, la consultora PwC ya identifica un cambio estructural: los agentes de IA especializados en derecho. Estos sistemas son capaces de interpretar contratos, analizar riesgos regulatorios y proponer estrategias de cumplimiento normativo. Como señala Marcelo Brandariz, socio de PwC Argentina, “esto no es ciencia ficción, es el presente del derecho corporativo”.

En logística, el cambio es igual de profundo. Mariano Juzt, de Celsur, explica que los agentes autónomos hoy pueden “percibir su entorno, analizar datos, aprender de experiencias pasadas y ejecutar acciones de manera independiente”. De esta forma, optimizan rutas, gestionan inventarios y monitorean flotas en tiempo real. El resultado: menor costo operativo, mayor precisión y clientes más satisfechos. Pero también, un cambio en el rol humano: los equipos se liberan de tareas repetitivas para concentrarse en la planificación estratégica y en la construcción de relaciones de valor.

Reconversión laboral: el nuevo paradigma de empleabilidad

La inteligencia artificial acelera una reconversión laboral que ya está en marcha. Según Adecco, seis de cada diez trabajadores temen que la IA afecte su estabilidad, aunque el 76% reconoce que las habilidades humanas siguen siendo insustituibles.

La empleabilidad del futuro no dependerá exclusivamente de títulos universitarios, sino de la capacidad de aprender de manera continua, de adaptarse a entornos cambiantes y de desarrollar habilidades blandas como la comunicación, la resiliencia y la creatividad. Julián Blausztein, de Adecco Argentina, lo sintetiza así: “La IA ya no es opcional, es parte del día a día laboral. El desafío está en garantizar que este aumento de eficiencia se traduzca en bienestar y no en mayor presión para los equipos”.

Entre las competencias más demandadas hacia adelante se destacan el pensamiento sistémico —ver la organización como un todo interconectado—, la innovación sostenible y la autoformación constante.

¿Amenaza o oportunidad?

Los datos son claros: solo el 13% de las compañías declara haber reemplazado roles humanos con IA, aunque siete de cada diez expertos creen que ciertos perfiles se verán afectados. Como ocurrió con la revolución industrial o la masificación de internet, habrá trabajos que desaparecerán, pero también surgirán otros que hoy no imaginamos.

El gran desafío será cómo transitar esa transición sin profundizar desigualdades. Empresas como NeuralSoft remarcan que la clave está en equilibrar lo tecnológico con lo humano: “La IA automatiza tareas y predice resultados, pero detrás de esos procesos siguen estando las personas que diseñan estrategias y gestionan relaciones”, afirma Germán Viceconti, director comercial de la compañía.

La inteligencia artificial ya no es un fenómeno futuro: está aquí, transformando industrias y redefiniendo empleos. Sin embargo, lejos de reemplazar al talento humano, lo potencia. Automatiza lo repetitivo, libera tiempo y abre espacio para la estrategia, la creatividad y la innovación.

El futuro del trabajo en Argentina dependerá de la capacidad de las organizaciones para integrar tecnología sin perder lo humano, de los líderes para acompañar el proceso y de los trabajadores para reconvertirse de manera ágil. La pregunta no es si la IA cambiará el mundo del trabajo, sino cómo decidiremos convivir con ella: como amenaza a temer o como oportunidad para reinventarnos.

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