Uruguay tiene el desafío de aumentar su tasa de crecimiento y el escenario no luce fácil para lograr ese objetivo. Si bien la economía uruguaya tiene buenos fundamentos de estabilidad e institucionales, no se vislumbran grandes inversiones en el horizonte, de esas que “mueven la aguja”, como en su momento fueron las plantas de celulosa o la acumulación de inversiones en el sector energético. A su vez, el escenario comercial global sigue tenso y por esta razón -entre otras- el FMI redujo su proyección de crecimiento global de 3,3 a 3,2% para este año.
Uruguay, el Nobel y la "destrucción creativa"
Para crecer más, la economía uruguaya tiene que incorporar más innovación y tecnología, algo que ya han hecho algunos sectores.
-
Las proyecciones de crecimiento y déficit fiscal de los analistas se alejan de lo previsto en el Presupuesto
-
El Banco Mundial mantiene la proyección de crecimiento para Uruguay, una de las más bajas de la región

La "destrucción creativa" propuesta por los ganadores del Premio Nobel podría serle útil a Uruguay.
Por otro lado, el mercado laboral muestra niveles de empleo en máximos de los últimos 10 años y niveles salariales que son los mayores en casi 50 años. Seguir aumentando el empleo es posible, pero no tan fácil como hasta ahora; lo mismo con el aumento de salarios. De manera que avanzar en términos de productividad se hace imprescindible para crecer.
A su vez el mundo está transcurriendo un proceso de transformación tecnológica vertiginoso al cual no es ajeno prácticamente ninguna economía. El protagonismo lo tiene hoy la Inteligencia Artificial, que promete -y ya lo está cumpliendo- revolucionar la productividad de los servicios y la forma de trabajar en todos los ámbitos. Uruguay no puede quedar atrás.
Con todo este contexto, esta semana se dio a conocer el premio Nobel de Economía 2025, otorgado a los investigadores Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, por sus investigaciones sobre el crecimiento económico impulsado por la innovación tecnológica. Sus aportes remiten a los del referente austríaco Joseph Schumpeter, economista que -a principios del siglo XX- acuñó el concepto de Destrucción Creativa, que alude a la retracción o desaparición (destrucción) de empresas, tecnologías o estructuras económicas obsoletas, que son sustituidas por otras más eficientes e innovadoras, más productivas, en base a nuevos emprendimientos (creación).
El punto es que esos procesos implican -necesariamente- transcurrir por crisis empresariales, transformaciones y cambios muchas veces profundos en las relaciones laborales -con pérdidas de empleo-, en aras de crear otras empresas, otros empleos y otros procesos, más productivos y valiosos. De eso se trata dicha Destrucción Creativa, que puede ser dura pero que -en su fundamento- implica algo que muchas veces se soslaya en las discusiones económicas en nuestro país: se liberan recursos (de capital, trabajo, tecnológicos) en actividades de baja productividad para aplicarse a otras con mayor retorno, más innovación y mayor productividad; todo lo cual es el fundamento para el crecimiento económico por incorporación de tecnología.
Resistencia por idiosincrasia y conflictos laborales
Por idiosincrasia y/o convicciones políticas mayoritarias, a Uruguay le cuesta ingresar en esta trayectoria; se aferra más al pasado, a lo hecho, que a innovar a futuro lo cual -obviamente- siempre conlleva un riesgo. En la mayor parte de las discusiones vinculadas a cuestiones del empleo y los salarios, o sobre el propio crecimiento económico y empresarial, estos asuntos no suelen abordarse explícitamente e incluso buscan evitarse.
Los conflictos laborales recientes son ejemplos paradigmáticos de esta escasa inclinación del Uruguay a incorporar cambios imprescindibles para el crecimiento innovador. Por un lado, la cooperativa Conaprole -principal empresa de capital uruguayo- anunció el cierre de una planta industrial de mínimo porte y totalmente obsoleta; el sindicato se opuso con contundencia, con apoyo del intendente del lugar y otros voceros. Otro ejemplo más reciente es el de la Terminal Cuenca del Plata (TCP) que decidió incorporar un software de gestión, que ya está funcionando en otros ámbitos portuarios. Enfrentó la oposición frontal del sindicato y el gobierno, para destrabar el conflicto, promovió una negociación. Y hay muchos otros ejemplos.
Las resistencias al cambio -en especial de los trabajadores involucrados- son hasta cierto punto entendibles y forman parte de estos procesos, pero preocupa cuando no se incorpora el avance tecnológico como un objetivo, positivo en sí mismo. Porque es en las empresas -en el amplio sentido del concepto- donde buena parte de la incorporación efectiva de tecnología se concreta. Se podrán hacer decenas de programas de innovación y promoción de Ciencia y Tecnología, discursos, foros, encuentros o artículos en la prensa, sobre su importancia, con los reclamos universitarios del caso. Pero si en el plano de la toma de decisiones empresariales no se da el espacio para esos procesos de lo que Schumpeter llamó Destrucción Creativa, será difícil establecer una dinámica de crecimiento económico basado en incorporación tecnológica y mayor productividad. Que es justamente lo que Uruguay necesita.
La innovación resultó clave en algunos sectores
En esta orientación también hay que incluir a la administración estatal, en sus diversos planos (incluyendo, aunque cueste reconocerlo en Uruguay, el de la Defensa). Pero el Estado, seguramente más que en cualquier otro ámbito, hay reflejos más inclinados a resistir que a cambiar; el renombrado Plan Ceibal es un interesante ejemplo de innovación por fuera de la institucionalidad establecida. Y un ejemplo que destaca la necesidad de creación de nuevos enfoques y procesos también en el ámbito educativo.
A pesar de este panorama de resistencias, hay que destacar que en varias áreas y sectores de la economía uruguaya el cambio tecnológico ha sido muy importante. El aumento de la productividad en el agro, con rendimientos y producción agrícola récord, es reflejo de la permanente incorporación de nuevas tecnologías e invenciones. En las tecnologías de la información son decenas las startups que, con propuestas innovadoras y nuevas tecnologías, buscan hacerse paso en diversos sectores, desde la medicina a las finanzas; lo mismo en la ingeniería y el diseño. En el propio ámbito artístico (producción, medios, creaciones artísticas) Uruguay muestra capacidad de crear, incorporar nuevas tecnologías y crecer.
Es la demostración de que el país puede ampliar esa capacidad innovadora de manera más sistemática y permanente. Para eso, abrir más los mercados, desregular (incluso permitiendo ciertas consolidaciones empresariales para ganar eficiencia interna, como valoraba Schumpeter) y estimular condiciones para adopción de nuevas tecnologías (en lugar de frenarlas) es clave.
La actual administración ha puesto especial énfasis en este desafío al constituir Uruguay Innova, que con la conducción de Bruno Gili apunta a potencial el actual sistema de investigación e innovación, y racionalizar esfuerzos y ordenar el ecosistema. En el contexto global actual y con la necesidad que tiene Uruguay de acelerar el crecimiento económico, el riesgo no es innovar, sino no hacerlo.
- Temas
- Uruguay
- innovación
- Premio Nobel
- Empleo
Dejá tu comentario