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Partidos aliados desairan a Temer, dudan, y piensan en un posible sucesor
• EL PRESIDENTE CANCELÓ ANOCHE UNA CENA POR LAS INASISTENCIAS
El Partido Socialdemócrata analiza si rompe la coalición con el oficialista Partido del Movimiento Democrático. Si lo abandona, el Gobierno quedaría aislado.
Si se va, el PSDB se llevaría sus 47 votos y, con ellos, sus diez senadores y sus cuatro ministros (Secretaría de la Presidencia, Cancillería, Ciudades y Derechos Humanos). DEM, su otro yo conservador, se iría con sus 29 diputados.
El Partido Socialista Brasileño (PSB) ya le pidió la renuncia, se sumó a los pedidos de impeachment y se llevó sus 35 diputados. La desbandada puede seguir en cualquier momento.
Mientras Temer pretende ofrecerles lo que acaso ya no tenga a cambio de lealtad, pero sus "aliados" observan que la temperatura sube en la calle. También lo que ocurre con organizaciones poderosas de la sociedad civil, como la Orden de Abogados de Brasil, que ayer decidió por 25 votos a uno firmar un nuevo pedido de juicio político, el octavo que se presenta en la Cámara baja en los últimos días. El de la influyente OAB, que en su momento le bajó también el pulgar a Dilma Rousseff, fue un golpe que dolió mucho en el Planalto.
El final de Temer, que la amplia mayoría de los analistas considera más que probable, podría llegar, teóricamente, por cuatro vías.
Una, a través del fallo pendiente del Tribunal Superior Electoral, que retomará el mes que viene la causa por financiación ilegal de la campaña Dilma Rousseff-Michel Temer de 2014. El mandatario creía tener una mayoría de 5 a 2 para zafar en el TSE, pero los últimos acontecimientos hicieron añicos esas presunciones.
Dos, la denuncia que ya presentó la Procuración General de la República por obstrucción de justicia, corrupción pasiva y asociación ilícita ante el Supremo Tribunal Federal. El STF debe resolver esta semana el pedido de suspensión del caso reclamado por los abogados del Planalto, pero no parece tener demasiado espacio para complacerlos. Si sigue adelante, llevaría el tema a Diputados, que con dos tercios de los votos puede habilitar al alto tribunal a suspender al jefe de Estadio por 180 días.
Tres, el juicio político, cuyos tiempos prolongados, controversias y consecuencias políticas y económicas conocimos bien durante el calvario de Dilma.
La economía, cuya leve recuperación puede abortarse este año tras el peor bienio de la historia brasileña, no puede tolerar un impeachment, es el consenso. Así, la cuarta posibilidad, la de una muerte rápida (una renuncia) es la salida más plausible para muchos. Más después de los hechos de ayer. De concretarse, eso desataría otras reyertas. La calle y la izquierda reclaman elecciones directas anticipadas mediante una enmienda constitucional, pero la corporación política, que teme ser barrida por la escoba anticorrupción, prefiere apegarse a la Constitución y alumbrar una indirecta (una salida a lo "Duhalde"), con la elección en un plazo de 30 días de un mandatario interino hasta el final del mandato, el 1 de enero de 2019.
La danza de nombres en ese escenario es reveladora de los intereses en pugna. Veamos algunos casos.
La presidenta del STF, Carmen Lúcia, es vetada por esa "corpo", por considerarla demasiado cercana a la "Lava Jato".
Esta vería con buenos ojos, en cambio, a otro supremo, Gilmar Mendes, quien se ha peleado con los jueces y fiscales anticorrupción por las prisiones preventivas prolongadas y lo que considera otros abusos procesales. Pero Gilmar, de prosapia "tucana", es el hombre de Temer en el STF, lo que no lo deja a salvo de impugnaciones.
El hombre del establishment es, a no dudarlo, el actual ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, quien ya dijo que está listo para seguir en el cargo y seguir trabajando en pos de las reformas promercado aun si cae el presidente que lo designó. ¿Curioso orden de lealtades, no?
Pero esa alternativa (como la de Carmen Lúcia y la de Gilmar) obligaría a modificar la ley complementaria 64, aprobada en mayo de 1990, que impide el acceso al poder en un caso como el actual a los miembros de los poderes ejecutivo (incluso a nivel estadual y municipal), judicial y del Ministerio Público.
Un nombre que acaso genere mayor consenso es el de Nelson Jobim. Ubicado en el cruce de todos los caminos, fue nombrado en el STF por Fernando Henrique Cardoso, fue ministro de Defensa por Luiz Inácio Lula da Silva y fue confirmado luego por Dilma Rousseff.
¿Pero un hombre de consenso es capaz de satisfacer a todos o garantiza apenas un impasse, un empate indeseable para muchos? ¿Qué pasaría en tal caso con las reformas de mercado pendientes?
Esas son solo algunas de las preguntas sin respuesta del Brasil convulsionado de hoy.
Mientras Temer pelea por sobrevivir con lo poco que le queda, sus aliados de ayer se preparan para un futuro que no le otorga ningún lugar.
(*) Jefe de Editor de Internacionales.
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