Por Julián D’Angelo (*)
Una hoja de ruta indispensable para los gobiernos y las empresas
La incorporación de los los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la gestión de las empresas no puede ser una moda pasajera.
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La Organización de Naciones Unidas, en el marco de la Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que tuvo lugar a fines de septiembre en su Asamblea General en Nueva York, aprobó una declaración donde manifestó la necesidad de un necesario impulso masivo a la inversión para poder alcanzar dichas metas.
La declaración renueva el compromiso de las naciones del mundo con la acción inmediata y colectiva para construir un mundo sostenible, y pone el foco en el financiamiento necesario para pavimentar el camino hacia el cumplimiento de dichos Objetivos, el que calcula en unos 500.000 millones de dólares anuales.
A ocho años de la aprobación de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que aprobó sus 17 ODS y sus 169 metas derivadas, es necesario destacar que, los problemas en el avance de varios de esos objetivos no tienen que ver exclusivamente con la falta de financiación, sino que, además, las sucesivas crisis que han golpeado al mundo desde el año 2020 –pandemia, inflación, la guerra en Ucrania- han hecho retroceder a muchos de ellos.
A partir de 2020, apenas iniciada la proclamada “década de acción”, la pandemia provocó el mayor crecimiento de la pobreza en el mundo en las últimas dos décadas, incrementó el hambre en el mundo, el desempleo y acentuó la desigualdad, afectando muy negativamente a más del 50% de los ODS.
Más allá de cuanto podamos acercarnos en los próximos siete años a estas metas, el valor de dicha Agenda tiene que ver también con tres aportes innovadores: primero, nos presenta una valiosa hoja de ruta, a partir de un gran consenso mundial sobre cuáles son los temas trascendentales para el desarrollo humano hacia 2030, expresado en sus diecisiete ODS; segundo, redefinió el concepto de sostenibilidad, incorporando un amplio abanico de temas económicos, sociales, ambientales y de gobernanza pública; y tercero, la convicción de que es una agenda que debe ser abordada mediante alianzas de articulación público-privada, ya que, no alcanza solo con las políticas públicas, ni únicamente con la acción de las ONG’s o los Organismos internacionales y tampoco son asuntos que el mercado pueda resolver por sí solo.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, manifestó que, en el actual escenario, solo se lograrán el 15% de dichas metas. Pero que, más allá de los indicadores, es necesario comprender que esas metas “Representan las esperanzas, los sueños, los derechos y las expectativas de la gente en todas partes”.
Por ello, la incorporación de los ODS en la gestión de las empresas no puede ser una moda pasajera más. Esta Agenda no es un simplemente un conjunto de buenas intenciones. Es una hoja de ruta que requiere el compromiso político, y consecuentemente económico y financiero, de los gobiernos, las empresas, las organizaciones sociales, la academia y el mundo del trabajo. Es una plataforma que requiere un compromiso ético y honesto, que muchas veces implicará pagar el costo de enfrentar fuertes intereses constituidos.
Por ello resulta indispensable fortalecer la responsabilidad social de las empresas, no solo en la senda de esta Agenda, sino también en el sentido de robustecer sus capacidades de respuesta ante las actuales demandas sociales, ambientales y económicas.
Al enfocarse en los ODS, las empresas crean un impacto positivo en las comunidades donde operan, promoviendo la igualdad de género, mejorando la educación y la salud, y fomentando prácticas comerciales sostenibles. Además, este compromiso fortalece la reputación de las empresas, y abre oportunidades para la innovación y el crecimiento a largo plazo, ya que las empresas sostenibles son más resilientes y están mejor posicionadas para enfrentar los desafíos económicos y ambientales del futuro.
En última instancia, trabajar hacia los ODS no solo es una responsabilidad moral, sino también una estrategia inteligente que beneficia a las empresas, a las comunidades y al mundo en su conjunto, construyendo un camino hacia un futuro más justo, equitativo y sostenible para todos.
(*) Director Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA)
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