A riesgo de que parezca poco serio, más de una vez hemos utilizado un mismo elemento para justificar una suba o una baja. Pero que mencionemos tal o cual factor, no significa que estemos de acuerdo con su gravitancia sobre el mercado, ya que el objeto de esta columna es apenas reflejar los ánimos, comentarios e ideas más destacados en cada jornada. Esta introducción viene a cuento porque lo que primó ayer en las charlas de los inversores no fue ni los balances, ni la guerra en Medio Oriente, ni la suba de petróleo, ni mucho menos la salud de Fidel. Fue: el calor. Con este trasfondo ahora sí podemos hablar del efecto alcista de los balances de Procter & Gamble y de Time Warner, de los cambios estructurales en Ford, de la poca atención que se le dio a la suba del petróleo que tocó u$s 76,5 por barril y cerró en u$s 75,80 (no fue la guerra en el Líbano lo que "recalentó" este mercado, fue de nuevo el clima), de lo poco que está pesando en el ánimo de los inversores las señales de desaceleración de la economía, la situación geopolítica (la mejor definición la dio el primer ministro israelí que según A.P. al anunciar al gabinete la intención de avanzar sobre el Líbano habría dicho con un discutible humor: "El hombre del jefe se volvió loco", parafraseando a los vendedores en Tel Aviv), la continua inversión en la curva temporal de las tasas de interés, los bajos volúmenes negociados, la altísima proporción de opciones de venta en circulación frente a las de compra (80%, lo que es una inmensa apuesta a favor del "bear market"), etc. En este escenario y con la espada de Damocles que significan los datos sobre la situación laboral que se conocerán el viernes, 0,67% que subió el Dow al cerrar en 11.199,93 puntos no dejó de ser para muchos una verdadera sorpresa.
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