11 de julio 2006 - 00:00

Cupones bursátiles

Dicen que está comprobado que nuestra memoria humana es sabia... Tiende a borrarnos aquello de malo que nos duele recordar. Y está bien, porque resultaría una carga sumamente pesada ir por la vida acumulando todos los tropiezos y las angustias que debimos ir superando. En cambio, para los mercados, la máxima es todavía más drástica.
Directamente, se afirma: «Los mercados no tienen memoria». Viendo de qué modo se repiten ciclos con los mismos factores que los impulsan, arriba y abajo, debería coincidirse en que esto es cierto. Entonces, es cada uno de los intervinientes -operador, inversor, analista- el que debe dejar paso a su memoria selectiva y buscar en ella los recuerdos. En especial, los que han motivado la erosión súbita de las tendencias y como para hallar parangones, con síntomas del presente.

Si nos remitimos a uno de los sustos más grandes que se pasaron en las últimas dos décadas, es posible que el llamado tequila mexicano figura entre los más duros de poder asimilar.

Tiempos de soberbia extrema en nuestro medio, donde a viva voz se querían espantar los efectos que a todos tocaban, diciendo a voz en cuello que «la Argentina no es México» (quiso unos años después castigarnos el destino para llegar a ser peores...).

El caso es que muchos en este momento deben tener los rasgos principales en su pantalla mental. Recordando que habíamos tenido el gran boom alcista 1991/92, que después el mercado trataba de recomponerse y lo tomó de lleno el grave problema de México. Unos u$s 6.000 millones de reservas se perdían velozmente. Y por allí asomaban serias dudas acerca de poder sostener la «convertibilidad». El 20 de diciembre de 1994, «los mexicanos habían dado la gran sorpresa con su devaluación: habiendo previamente salido de su acuerdo con el FMI ( posteriormente, la Argentina también lo había hecho).

En marzo de 1995, como para salvar las elecciones, se firmaba un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario y el sistema financiero se normalizaba...

Esto mencionado será la película en pleno nudo y desenlace del problema. Pero, ¿de qué manera comenzó el efecto dominó, que fue volteando economías?...


Una suba de tasas en Estados Unidos, seguida por la tendencia de los países desarrollados, dejaba en indefensión a los emergentes. El doble riesgo de la evolución del gasto público junto con la dependencia del capital de corto plazo del exterior eran los que ponían el palo en la rueda de las economías menores. Las condiciones actuales resultan distintas; el país no precisa de actitudes como la «red de seguridad bancaria», que en 1995 hubo de acordarse. Pero lo que más hay que tener en cuenta es el motivo principal del alud que se vino. Y fue con aumento de tasas en las grandes economías: un riesgo que ha vuelto a decir... presente.

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