25 de julio 2022 - 00:00

La ministra con bonistas: otra cumbre indispensable

Además de reunirse con el FMI, Silvina Batakis mantendrá un encuentro con fondos de inversión que ingresaron al canje propuesto por Martín Guzmán en 2020. Buscará convencerlos al transmitirles su mirada sobre el rumbo del país.

Silvina Batakis, ministra de Economía 

Silvina Batakis, ministra de Economía 

NA

Silvina Batakis vivirá hoy una jornada de presiones directas en su frenético día de Washington. Además de la negociación clave con el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde vivirá de cerca y cara a cara la presencia del director gerente para el Hemisferio Occidental, Ilan Goldfajn, la ministra de Economía sentirá en vivo y en directo las protestas del mundo financiero más poderoso del planeta.

Luego de su visita por el organismo que maneja Kristalina Georgieva, que suspendió por un día un viaje a Europa por cuestiones personales para su cumbre con la ministra, Batakis se cruzará con Wall Street; quién estará representado por varios bancos con intereses en el país, pero también (indirectamente) con un puñado de fondos de inversión que aún mantienen deuda emitida por Martín Guzmán en agosto 2020 y que desde hace ya casi un año navegan en precios de default. Y que, desde la corrida generada hace cuatro semanas y potenciada con la eyección de Guzmán, directamente mantienen bonos a valor basura con cotizaciones más dignas de fondos buitre que de altos inversores globales.

El encuentro (del que muchos participarán de manera virtual desde sus computadoras instaladas en Nueva York, dado que o no fueron invitados o no consideran productivos mayores reuniones con lo que huela a argentino), fue organizado por la embajada argentina en los Estados Unidos de Jorge Argüello ante el argumento de que de nada sirve circular por despachos oficiales y de organismos financieros internacionales, si además no se concreta al menos un contacto con los tenedores de deuda emitida por el propio gobierno de Alberto Fernández. Y a los que se los viene ignorando desde hace más de un año, propiciando el malhumor de los fondos y acercando posiciones críticas (hoy furibundas) hacia el FMI; donde tienen contactos sólidos, concretos y de altísimo nivel.

Esta será la audiencia que enfrentará hoy Batakis, y a la que intentará convencer que cree en la Argentina y el gobierno aún es posible. Hoy, los bonistas que ingresaron al canje de agosto de 2020, y que aún mantienen sus posiciones, hacen cuentas y descubren que perdieron un 60% en promedio desde que aceptaron la oferta argentina. Y con cotizaciones al 20% de Valor Presente Neto (VPN), consideran que puede haber sólo una oportunidad para desprenderse de los títulos públicos reestructurados, lo que provocaría una inundación masiva de bonos argentinos en el mercado, a un valor que sólo interesaría a fondos altamente especulativos (incluyendo algunos habituales buitres). O a inversores que descarten que el país deberá llamar a una nueva renegociación de deuda en un plazo no mayor al 2026/ 2027, donde la tasa de interés se debería ubicar por encima del promedio discutido y cerrado con Martín Guzmán en agosto 2020. Y ahí estaría el negocio, ya que la alternativa de un juicio contra el país símil el cerrado en 2016 sería imposible por las trabas judiciales impuestas en la emisión de la deuda organizada por Guzmán.

Hoy por hoy, la última oportunidad que consideran válida los bonistas, es presionar en los próximos dos meses ante el mismísimo Fondo; para que el organismo cambie su estrategia con el país, y avance en una mayor presión para que se cumplan las metas fiscales, cambiarias y monetarias. Y, en lo posible, apretar aún más las clavijas macroeconómicas del país; o, directamente, dar por terminado el acuerdo con el Fondo para supuestamente presionar por una nueva negociación que derive en un pacto con el organismo más duro que el vigente. Hoy creen que el director gerente para el Hemisferio Occidental, Ilan Goldfajn, con el que mantienen contactos frecuentes, no fue lo suficientemente duros en la fiscalización al no exigirle al país una política fiscal, monetaria y cambiaria más restrictiva para cumplir las ya (para ellos) lánguidas metas comprometidas en el acuerdo que reemplazó al Facilidades Extendidas. Y que en la última misión fiscalizadora que terminó en mayo esa posición algo lánguida se profundizó. Los bonistas consideran que esa misión dejó pasar una oportunidad única para presionar al Gobierno para que ajuste mucho más los números generales del a economía local, especialmente en el terreno fiscal; y que, para peor, autorizó contabilidades creativas y pocas exigencias en cuanto al fortalecimiento de las reservas del Banco Central. Pero hay algo que indignó aún más a los tenedores de deuda. La información que desde el organismo se le permitirá al país renegociar la consecutividad de las metas comprometidas para todo el año (sin modificarlas, pero si flexibilizarlas a lo largo de los meses de 2022), provocó un alboroto máximo entre los inversores en deuda local que aún mantienen sus posiciones a la espera de algún tipo de azul en su rentabilidad que nunca llega.

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