7 de enero 2021 - 09:16

¿Por qué (no) bajar impuestos a los ricos?

La pandemia de coronavirus condujo a muchos países a pensar en estrategias para asistencia social en un contexto recesivo y cómo financiarlas.

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La irrupción de la pandemia del Covid-19 llevó a muchos países a pensar cómo encarar programas de asistencia en un contexto recesivo y a diseñar los mejores mecanismos posibles para financiar dichas estrategias de contención desde el Estado.

Argentina no fue la excepción. A comienzos de diciembre de 2020 el Congreso de la Nación convirtió en Ley el Proyecto de Aporte a las Grandes Fortunas para para paliar los efectos económicos de la pandemia de coronavirus. La medida fue rechazada por algunos representantes del pequeño universo de 12.000 personas que deberán pagarlo y, fundamentalmente, por sus voceros mediáticos. Uno de sus argumentos principales es viejo y conocido: más impuestos deterioran la inversión y, por lo tanto, resienten la generación de empleo.

La avanzada contra el Aporte solidario, amenaza de judicialización incluida, es tan obscena que ni siquiera un organismo como el Fondo Monetario Internacional se anima a cuestionarla. De hecho, en octubre del 2020, el FMI recomendó en su Monitor Fiscal aumentar los impuestos a los sectores más acaudalados para financiar las políticas que permitan paliar los efectos económicos de la pandemia.

El encendido y amplificado rechazo de los argentinos que más tienen (en su mayoría son varones) al Aporte solidario tampoco cuenta con respaldo académico. Un reciente informe publicado por la London School of Economics concluye que mantener bajos los impuestos para los ricos no reactiva la economía.

No se trata de un argumento vacío. El estudio realizado en una de las universidades más prestigiosas del mundo utilizó datos de 18 países de la OCDE en los últimos 50 años para estimar el efecto de los recortes de impuestos sobre la desigualdad, el crecimiento y el desempleo. Y las conclusiones son contundentes: las reformas que reducen impuestos a los sectores más ricos sólo son exitosos en incrementar la desigualdad, pero no tienen efectos significativos sobre el crecimiento económico y el empleo.

Argentina no forma parte de los países analizados pero para nuestro país esto no es una novedad. Entre 2009 y 2006 cuando la “presión tributaria” aumentó 3,8 puntos, la cantidad de empresas aumentó en más de 52.000 y se crearon más de 700 mil puestos de trabajo. En cambio, la reducción de 3,4 puntos en la “presión tributaria” entre 2015 y 2019 estuvo acompañada por el cierre de unas 30.000 empresas y la pérdida de más de 110 mil puestos de trabajo en el sector privado.

El debate se va cerrando. Ya sea a través de sofisticados cálculos con “generalizaciones no paramétricas del estimador de diferencias en diferencias” o con la experiencia de cada una de las más de 100 mil personas que perdieron su empleo durante el Gobierno de Cambiemos. Con la caída de más de 4% del PBI, la recesión, el endeudamiento, la caída del consumo, el cierre de empresas, etc. ya no quedan dudas de que los recortes impositivos nada pueden hacer por la Argentina, más que favorecer la concentración económica y agrandar la porción de los sectores con más participación en la torta.

Los países más desarrollados del mundo mejoran sensiblemente su distribución del ingreso a través de la intervención estatal. Alemania, Francia, Italia y Portugal reducen en alrededor del 40% la desigualdad gracias a la progresividad de sus sistemas tributarios y a las transferencias directas. El aporte a las grandes fortunas alcanza solo a aquellas 12 mil personas con patrimonios superiores a los $200 millones y se trata de una contribución por única vez. Nos resta definir cómo vamos a hacer como país para mejorar la progresividad y crecer.

(*) Contadora

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