• Debe corregir su política de carnes y obligar a frigoríficos a comprar en Liniers (hace 6 meses iban a cerrar ese mercado) • Enfrenta otra amenaza de paro en el campo, por las nuevas retenciones a la soja (hoy lanzan ese plan de subsidios) • Expendedores de naftas lo enfrentaron por aumento salarial que no pueden pagar (lo acusaron de trabajar para petroleras)
Le espera una mala semana al secretario de Comercio, Guillermo Moreno. La suba de retenciones de 4% para controlar el precio local de harinas y lácteos está por desatar un nuevo paro del campo (el último fue de 11 días). Tampoco hay paz entre los dueños de estaciones de servicio que no pueden absorber el aumento salarial de 19%. Allí acusan a Moreno de estar al servicio de las petroleras para concentrar más la red de distribución de naftas. El secretario debe también revisar su política de carnes: hace 6 meses quería cerrar Liniers, pero ahora obligará a frigoríficos y supermercados a comprar ganado sólo allí para evitar mercado negro y suba de precios. El método de ensayo-error.
El reinado del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, comenzó a verse amenazado con el cambio de año. Una prueba de esta modificación en el clima que rodea la política del secretario y su relación con los sectores con los que debe negociar la produjo la última reunión, el jueves, entre Moreno y los representantes de las cámaras que nuclean a los expendedores de hidrocarburos. Las crónicas que se publicaron en distintos medios evitaron, seguramente por falta de información, dar detalles sobre las acusaciones y reproches que debió enfrentar el funcionario, tan altisonantes como algunas de las bravatas que a menudo le imputa la literatura.
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En ese cónclave con más de 100 participantes, que se realizó en la sede del Círculo de Oficiales de Mar (entidad que nuclea a los suboficiales de Marina), el aire se puso espeso desde el comienzo. El motivo de la discusión es el aumento salarial que el Ministerio de Trabajo aprobó para el personal de playa de estaciones de servicios, que los dueños de estas bocas de expendio se niegan a hacer efectivo por la crisis que supone en su rentabilidad. A continuación se relatarán algunos de los pasajes del encuentro, bastante claros a la hora de demostrar la contradicción política en la que se encontró el impetuoso secretario:
La primera curiosidad la aportó el propio Moreno. Se quejó de que hubiera en la concurrencia representantes de estaciones de servicio de distintas petroleras. El secretario confesó que prefería sesiones individuales para cada una de las compañías. «Si deciden con sus estaciones tener una política comercial determinada no corresponde que la competencia se entere» adujo, acaso con demasiado celo para los intereses de las empresas. Además, Moreno sostuvo que había previsto participar de las discusiones con los dueños de puntos de venta de Repsol, Petrobras y Esso pero que cuando llegaran los de Shell se retiraría: «El gobierno no habla con Shell y yo dejaré a un representante para seguir las tratativas», adelantó. Después, cumplió.
Moreno adelantó primero, condicionando las negociaciones entre petroleras y estacioneros, que no habría cambios en los precios de los combustibles ni en los niveles de rentabilidad. Fue entonces que un representante de las estaciones de servicio de Repsol le expuso los números de su negocio para explicar que con el precio que debe pagar los combustibles y el precio que debe aplicar al venderlos, no puede absorber 19% de aumento. «¿Cómo me mantengo?», preguntó, inocente, el dueño de esa pyme, a lo que Moreno contestó: «Cambie de rubro».
Un estacionero que estaba sentado al lado del anterior se enfadó. «Escúcheme, secretario, ¿cómo va a contestar una cosa así? Usted es un funcionario público. No debe defender a un sector en detrimento de los otros». Como comenzaban a sonar algunos aplausos, el funcionario se enojó: «Tengo muchos años de asamblea. Toda mi vida estuve en el peronismo. Yo sé de oratoria, negocio con gente de la que ustedes no tienen idea, así que a mí no me van a correr con arengas...».
Una empresaria de Pergamino produjo otro episodio extraño. Fue cuando dijo que en ella tiene una estación y Repsol le había mandado una carta rescindiéndole el contrato. Patricio Dalton, de la petrolera española, sentado al lado de Moreno, intentó explicar que «tal vez en Pergamino haya otra estación que anda mejor y la suya...». «En efecto, dijo la señora, hay otra que anda mejor y que también es mía...» Intervino de nuevo Moreno: «Entonces netee las ganancias de una y otra.» Hubo casi risas.
En ese momento ingresaron los directivos de Petrobras, para los que el secretario pidió consideración: «Acá traje a un amigo al que le prometí que se iba a discutir bien, sin agresividad» dijo, ajeno a sus costumbres habitualmente belicosas, el funcionario. En ese momento se plantearon varias preguntas sobre el sistema de venta directa a grandes consumidores que aplicaron varias petroleras y que afecta la rentabilidad de las estaciones de servicio.
Moreno dejó pasar varios interrogantes, hasta que tomó la palabra, enojado, un representante de la Cámara de Expendedores de Combustibles de Río Negro y Neuquén, que preside Oscar Edorna. «No me hable de peronismo ni de asambleas, Moreno. Usted está sentado allí con las petroleras porqueusted les defiende su negocio.A la larga, ellas se quedaráncon las principales estacionesde servicio después de asfixiarnos. ¿Quién le paga el sueldo a usted, Moreno? ¿Las petroleras o nosotros? Quédese tranquilo si quiere saber quién soy porque le mandaré mi currículum...».
Moreno, gracioso, le preguntó: «¿Piensa trabajar para el Estado?», a lo que el estacionero del Sur respondió: «Yo sé con qué gente trabaja usted y por eso quiero que antes de averiguar tenga la información que va a pedir».
El secretario se retiró y regresó después con el representantede Esso. A esta alturael problema fue otro, la justificación del aumento dispuesto para los «playeros». «Ustedes saben que se firmó un acuerdo en el Ministerio de Trabajo de 19% de aumento...», ensayó el secretario. Pero Rosario Sicca, de la Federación de Empresarios del Combustible de la República Argentina, lo contradijo, también de mal modo: «Si ese convenio se firmó fue porque usted esperó a que estuviéramos en un congreso en Brasil para terminar con el convenio a las 2 de la mañana en el Ministerio de Trabajo. Pero de ese aumento deben hacerse cargo las petroleras ya que nosotros no lo podemos absorber sin quebrar».
Moreno cambió de tono a esa altura de la charla. Se notó al contestarle a la dueña de una estación de servicio que le preguntó: «Usted dice que tenemos que hacer cada uno un acuerdo con las petroleras. ¿Yo voy a negociar desde una estación de servicio con Repsol?». «Quédese tranquila que yo voy a encargarme de nivelar la cancha», acortó distancias el secretario, antes de que llegaran Juan José Aranguren y los directivos de Shell. Entonces, se retiró.
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