29 de octubre 2020 - 00:00

La era que viene: crecimiento lento, baja inflación y alta deuda

Los think tank diseñan el futuro esperando la vacuna. La recuperación tipo "raíz cuadrada" es, por lo pronto, lo que se vislumbra. ¿Pero cuáles son las 5 razones detrás de la menor tasa de crecimiento?

Tokio, Japón.

Tokio, Japón.

Pixabay

En aras de vislumbrar lo que viene parecía que a los analistas se les habían acabado las letras del alfabeto para describir la evolución de la economía mundial tras la pandemia. Hoy está claro que no se puede esperar ver una recuperación rápida en forma de “V”, ni se debería esperar un estancamiento completo o una recuperación en forma de “L”. La versión más reciente de recuperación, la forma de “K”, refleja la creciente disparidad entre los sectores ganadores y perdedores, incluida la clase media. Mientras gana adeptos que la recuperación en un mundo poscoronavirus se asemejará más a una “raíz cuadrada”, que comienza con un fuerte repunte, muy parecido al que se está experimentando ahora a nivel global, incluso cuando la pandemia aún persiste. Sin embargo, esta rápida recuperación es seguida inmediatamente por una desaceleración estructural, lo que plantea otros interrogantes que ya veremos más adelante.

Mientras los principales think tank del mundo siguen debatiendo “lo que viene”, uno de ellos, The Economist Intelligence Unit, ha planteado recientemente si la nueva se caracterizará por ser de crecimiento lento, baja inflación y alta deuda, por lo que interroga si la pandemia nos convertirá a todos en japoneses. Vale recordar que hasta el comienzo del brote de coronavirus, Japón se consideraba una rareza económica, porque después del estallido de las burbujas inmobiliarias y bursátiles niponas en 1989, la economía se desplomó abruptamente antes de pasar por una “década perdida” de débil crecimiento entre 1991 y 2001. Ahí el Gobierno japonés de Kiichi Miyazawa y subsiguientes trataron de impulsar la actividad a través de programas de estímulos fiscales, que incrementaron la relación deuda/PIB en torno al 240%. Pero las medidas fracasaron y la moderada demanda significó que la inflación se mantuvo obstinadamente baja. Con un panorama demográfico sombrío, la economía se caracterizó por un crecimiento lento, baja inflación y alta deuda, lo que, según EIU, se convertirán en características comunes de las economías avanzadas en las próximas décadas. “El impacto de estas condiciones sin precedentes cambiará las reglas del juego para la economía mundial. Puede que la pandemia no dure una vez que se encuentre una vacuna. Sin embargo, la zombificación posterior al coronavirus de las economías avanzadas parece estar aquí para quedarse”, sostiene.

Pero quizás los que, por ahora, mejor resumen lo que se puede esperar de la recuperación pos-pandemia son los expertos de Natixis, quienes apostando a una “raíz cuadrada” advierten que el problema no es tanto un colapso repentino de la actividad, sino el impacto negativo que sigue. Por ello consideran que el gran interrogante a responder es: ¿por qué la pandemia traería un menor crecimiento? Al respecto esbozan cinco razones por las que el covid-19 genera un menor crecimiento.

En primer lugar, las empresas serán menos rentables y reaccionarán recortando la inversión en activos fijos.

En segundo lugar, la distribución de la renta empeorará en todo el mundo. De hecho, la pandemia ha provocado un grave deterioro de la rentabilidad empresarial en todo el mundo. De manera similar a la crisis global de 2008, las empresas querrán recuperar su rentabilidad y ganancias, para lo cual deberán reducir el empleo y los salarios. Esto empeorará la ya maltrecha distribución de los ingresos en todo el mundo. En otras palabras, parece inevitable una mayor presión a la baja sobre los costos laborales unitarios y, por tanto, sobre el poder adquisitivo de los hogares. Para empeorar las cosas, las burbujas de precios de los activos derivadas de políticas monetarias ultralaxas están destinadas a aumentar la brecha entre la clase trabajadora y los que pueden invertir en activos financieros.

En tercer lugar, la intervención estatal en la economía está generando una proporción mucho mayor de empresas zombis. El hecho de que las tasas de interés se mantengan bajas hará posible que los gobiernos continúen financiando empresas improductivas y la mala asignación de ahorros relacionada.

La cuarta consecuencia negativa potencial es que la inestabilidad financiera global podría ser una de las consecuencias no deseadas clave de la pandemia, debido a los flujos cada vez más volátiles en las economías emergentes y las dudas sobre el papel del dólar como moneda de reserva. La combinación de una liquidez global ultraabundante y las fluctuaciones en la aversión al riesgo puede conducir a flujos de capital muy inestables, que siguen siendo cruciales para muchos países emergentes. Cuanto más un país emergente depende del financiamiento externo, más costosa puede ser esta situación en términos de volatilidad de los flujos de capital y desempeño económico. Otra forma de inestabilidad financiera puede provenir de la creciente duda sobre el papel del dólar en la economía mundial, derivada de la falta de liderazgo estadounidense, el fuerte aumento de la deuda externa estadounidense y la política monetaria ultraexpansiva de la Fed, hoy comandada por Jerome Powell. Además, China es muy consciente de la importancia para la hegemonía a largo plazo de EE.UU. del dólar como moneda de reserva, y no tendrá reparos en usar las armas que tiene a su disposición para debilitar el papel del dólar a largo plazo.

La quinta y última razón está motivada por la pérdida de capital humano debido a la interrupción de los programas educativos a nivel mundial. Es probable que haya una reducción en las tasas de fertilidad durante muchos años, dado el impacto negativo de la pandemia en los ingresos familiares en los próximos años.

Al analizar cada uno de estos puntos con mayor detalle, parece inevitable un menor crecimiento a medio plazo y con él, la continuación del actual entorno de tasas de interés ultrabajas. La pérdida de capital humano, así como la pérdida de capital financiero debido a la fuerte caída de la inversión, además de la destrucción del tejido empresarial debido a las quiebras, todo esto está destinado a tener efectos duraderos, sobre los que las políticas de demanda no pueden hacer mucho. Los esfuerzos que deberían hacerse para que la innovación tecnológica y social compensara por completo esta tendencia hacia un menor crecimiento potencial parecen hercúleos. “El impacto económico que podemos esperar de esta pandemia a medio plazo no es prometedor para empresas, familias o gobiernos. Es difícil pensar en un impacto más devastador para la economía mundial y no sólo por los efectos inmediatos”, sentencia la gente de Natixis.

Sin duda, para los hacedores, actuales y futuros, de la política económica argentina sería muy conveniente que tuvieran en cuenta estos pronósticos a la hora de pergeñar futuros planes y de proyectar reformas estructurales.

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