Una de las promesas de campaña de Javier Milei era ponerle fin a los esquemas que de alguna manera intervienen en la formación de precios. Por eso, al poco tiempo de asumir su cargo avanzó con un decreto que va en esa dirección. El DNU 70/23, cuya misión es desregular parte de la economía, le asestó un puñal en el corazón a un ente como el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), que mediante la participación de todos los actores de la cadena yerbatera fijaba un precio mínimo de compra de la materia prima a los tenedores de la producción.
Por qué la desregulación en la yerba mate podría podría tener efectos negativos
Tras casi 22 años de un ordenamiento propio de la cadena, la yerba se comercializará bajo las leyes del libre mercado.
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Yerba mate desregulada: qué pasará de ahora en más.
En un contexto como el actual, con alta inflación y una economía al rojo vivo, es normal que muchos se pregunten qué va a pasar con los precios en las góndolas, ya que en este escenario de libre mercado también terminaron los programas que intentaron sin éxito contener los precios en las supermercados y comercios minoristas.
En este caso, el fracaso no tiene una relación directa con la desregulación o no del sector, sino de una enorme cantidad de decisiones de política económica equivocadas que llevaron al país a un descontrol en cuanto a precios de los alimentos se refiere.
Acerca del precio que tendrá la yerba mate en la góndola a partir de ahora es difícil aventurar un valor, ya que mas allá de la desregulación y de la posición dominante que tiene un puñado de empresas en el sector yerbatero, cuando todo tienda a normalizarse serán los propios consumidores los que propicien una baja o suba del precio.
A priori, con la caída del poder de compra del salario, es de esperar que los precios comiencen a transitar una meseta, resultado de bolsillos flacos y de consumidores que probablemente no convaliden valores exorbitantes.
Pero lo que debe preocuparnos no es sólo lo que pase en las góndolas. Debemos mirar hacia adentro de la cadena, porque en el campo cuando hay que “ajustar”, el que más sufre es -paradójicamente- el que más arriesga, el que siembra y luego espera poder cosechar.
Por ahora, los productores reciben entre $350 y $370 por kilo de hoja verde puesta en el secadero. Ese precio se ubica en más de un 50% por encima del último valor fijado por el INYM.
Esta diferencia “a favor” del productor surge por dos motivos: el primero de ellos es que el valor de referencia es anterior a las medidas impulsadas por el nuevo Gobierno, por lo tanto quedo completamente desactualizado. Y por otra parte, es un precio que refleja una baja en los rendimientos, mas allá de los desafíos agronómicos y climáticos que tuvieron que atravesar los yerbateros, por lo tanto es el precio que surge en un contexto de baja productividad.
La pregunta que debemos hacernos es qué pasará con los más de 10.000 colonos (que en su mayoría son misioneros y tienen chacras de pocas hectáreas) que no tuvieron, no tienen ni tendrán poder de negociación frente a las empresas del sector, que son las que cuentan con capacidad de compra y espalda para soportar cualquier tipo de embate financiero.
Desregulación de la yerba mate: Misiones en contra, Corrientes a favor
Según pudo saber Ámbito, las dos provincias yerbateras tienen una composición completamente diferente en este entramado productivo y allí es donde se explica el apoyo o el rechazo al nuevo esquema. Existen unas 93 industrias que procesan el total de la producción de la yerba, de las cuales dos grandes en Corrientes manejan casi el 70 % de la molienda (hoja canchada).
En Misiones se produce el 88 % de la hoja verde de todo el país, pero es Corrientes la que industrializa y por lo tanto la que tiene mayor poder para presionar a los productores al fijar un precio de compra.
La yerba mate en pocas manos
Hasta ahora, el INYM tenía la tarea de establecer precios de referencia durante la zafra para garantizar un valor justo para los productores, protegiéndolos frente a las grandes industrias. Este tipo de situaciones son las mismas que se vivieron en los años 90, cuando el mercado estaba desregulado. En aquel entonces el precio de la yerba estaba por el piso y el negocio sólo lo hacían las grandes empresas.
En estos casos, lo que suele ocurrir es que el impacto sólo lo sufre el productor y no hay casi beneficios para el consumidor, porque si un colono sale del negocio mal vende su chacra -que pasará a manos de una corporación- con lo cual es probable que no caiga la productividad pero habrá menos productores.
Quizá, en medio de la urgencia económica o de la designación de funcionarios a las apuradas, ocurra algo inesperado: que se deje de lado lo superfluo y cobre protagonismo lo realmente necesario, que es el debate que implica qué tipo de productores queremos en determinados sectores -como el de la yerba mate- donde abundan los de baja escala que buscan superarse para mantenerse en el negocio. Son productores que quieren un precio justo por su trabajo y no sentir que están condenados a abandonar sus pagos u obligados a emigrar a una villa miseria.
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