Distintas calificadoras hoy manifiestan atención -y preocupación- porque de la Argentina se va más dinero del que entra. Es un dato, al margen de explicaciones o temores. Se dice, desde el gobierno, que su desafío es capturar inversiones, lo que en castellano significa que no vienen las suficientes.
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Completa el otro dato. Al margen de sanciones a petroleras (el caso de Shell, ayer), una inquietud se advierte en el sector energético: hablan de que podrían instalarse contratos de servicio a empresas petroleras en reemplazo de las actuales concesiones. Algo semejante a lo que sucedió en Bolivia y a lo que puede suceder, sin demasiados traumatismos, en Ecuador. En términos gruesos, el cambio de sistema supondría que las empresas, en lugar de realizar lo que suponen conveniente con sus ganancias, podrían convertirse en proveedoras de servicios a las cuales se les fijaría el porcentaje de ganancias a percibir. Nadie confirma o desmiente esta alternativa -por supuesto, atribuida a Guillermo Moreno, a quien se le atribuyen todos estos proyectos quizá porque se especializa en fijaciones-, pero hay una corriente en el sector o en determinadas compañías para reducir su exposición en la Argentina. ¿Habrá relación entre un punto y otro?
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