En el conflicto que estalló en los campos de petróleo y gas del sur del país se cruzaron otra vez disputas antiguas con nuevas intrigas. La administración debió abocarse a esta crisis hasta bien entrada la madrugada de ayer. El escenario de la negociación fue la Casa Rosada, donde Néstor Kirchner y sus principales ministros quedaron contra las cuerdas por un riesgo que apareció más probable que nunca: con unas horas más de huelga en el Sur, sería inevitable un corte de electricidad extendido a los grandes centros urbanos por la caída en el suministro de gas a las grandes centrales generadoras. Lo que sigue es un mapa de las tensiones más relevantes que derivaron en el motín sindical del martes por la noche:
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Lo primero que debe observarse es que Kirchner tropezó otra vez con la misma piedra. Los obreros de la industria petrolera patagónica se levantaron en contra del cálculo del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias. Se quejan de que para el cómputo de ese piso se consideren pagos de horas extras -sobre todo por traslados a los pozos- y de viandas que abultan mucho los salarios. Este aspecto de la contradicción enfrenta a los asalariados con el Tesoro nacional. Un cruce que ya se conoció durante los enfrentamientos de Las Heras, en los que encontró la muerte el policía Jorge Sayago (cuyo asesinato todavía no fue esclarecido). Esta repetición obligaría al Presidente a revisar el monitoreo que se lleva adelante sobre rivalidades que, pese a ser bastante previsibles, generan colapsos que estallan en la cara de los más altos funcionarios.
En el caso de ayer, de nuevo el problema llegó al despacho de Kirchner. En la Casa Rosada se deliberó desde el martes hasta tardísimo, con escenas de opereta protagonizadas por los ministros Julio De Vido, Aníbal Fernández, Carlos Tomada (quien fue abogado del Sindicato de Petroleros Privados), Felisa Miceli, autoridades de la AFIP y los sindicalistas del sector. En especial el díscolo Guillermo Pereyra. Fue en Neuquén, zona de actuación, donde los enfrentamientos resultaron más agudos, armados, entre militantes de base y personal de seguridad de los yacimientos. Kirchner en persona le advirtió a este gremialista petrolero que «no voy a dar nada bajo presión, pero si levantan el paro y acatan la conciliación trataré de darles novedades pronto». Jugó contra reloj. La disminución en la provisión de gas a las empresas no pudo ser más oportuna para los intereses del sindicato. Se produjo cuando en Buenos Aires las temperaturas inducían a un pico de consumo eléctrico. Es decir, los huelguistas pusieron al sistema al borde del apagón, con lo que esto significa para la política oficial (la última vez que salió de servicio una subestación eléctrica en Caballito, De Vido se apersonó en el lugar y permaneció allí más de 12 horas, informando a Kirchner sobre la marcha de las reparaciones: a tal punto llega el temor a una falla importante en la distribución de electricidad, fantasma que siempre amenaza a la actual gestión energética).
Subordinado
Algo había cambiado, sin embargo, en la negociación con Pereyra. A diferencia de lo ocurrido en oportunidades anteriores, ahora Kirchner y sus ministros estaban frente a un subordinado político. Pereyra fue uno de los líderes obreros del sector petrolero a los que el kirchnerismo incorporó a sus filas.
Antes había sido una pieza clave del andamiaje político de Jorge Sobisch, el gobernador de Neuquén, provincia en la que el sindicalista se desempeñó como secretario de Trabajo. ¿A qué se debió, entonces, la belicosidad de estos días? La explicación que tienen en la Casa Rosada, en alguna medida alimentada por medias palabras del propio Pereyra, es que las bases de su gremio comenzaron a sobresaltarse más allá de su capacidad de maniobra. Corrió el riesgo de verse desbordado por un conflicto anárquico. A tal punto que ayer el paro no iba a ser levantado hasta que el secretario general del sindicato no estuviera en Neuquén, motivo por el cual el gobierno lo embarcó en el Tango 03. ¿Está la mano de Sobisch detrás de ese comportamiento levantisco de los delegados de base en la provincia? Es lo que sugiere Pereyra, enemistado a muerte ahora con el gobernador, y es también lo que creen en el gobierno.
En esa lectura conspirativa de los conflictos que suele hacerse en el gobierno nacional,aparecen también otras protagonistas: las empresas petroleras y gasíferas. También aquí los funcionarios abrevan en fuentes sindicales. No sólo las que operan en el Sur. Hay sindicalistas del sector, que a menudo dialogan con De Vido, que exponen desde hace por lo menos un mes la misma tesis. Uno de ellos lo explicó así ante este diario: «Notamos una inflexibilidad que antes no había. Nos obligan a llevar los enfrentamientos a límites muy agresivos. En las últimas huelgas hasta se han negado a pagar los salarios caídos. La sensación que tenemos es que se está usando a los gremios como rehenes en un conflicto con el gobierno nacional».
La incógnita podría resolverse cuando se dé el próximo paso de la secuencia que arrancó con el paro en el Sur. Ese nuevo tramo incluye el envío de una ley al Congreso excluyendo de la base imponible las viandas y los traslados de los petroleros a sus lugares de trabajo. De Vido será el ejecutor de esta operación pero quien la dispuso y quien la llevará adelante es Kirchner. Por eso le dijo a Pereyra que cuando levantara la medida de fuerza él podría conseguir novedades. Por ahora parece más fácil que la flexibilidad venga del lado patronal y no del Tesoro: Miceli seguía insistiendo ayer en la imposibilidad de volver a ajustar el Mínimo no Imponible de Ganancias. ¿Se les concederá algo a las petroleras? Se sabrá cuando se abra la discusión del gobierno con las empresas si lo que sostienen los sindicatos es cierto: es decir, que detrás de los últimos conflictos energéticos operó, sigiloso, el malestar empresarial por los retrasos en precios y tarifas.
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