En 1985 Jorge Luis Borges, dado a establecer una "biblioteca personal", seleccionó y prologó para la editorial Hyspamérica cien libros que marcaban sus preferencias, aquellos que le habían dado "el goce del lector", enfrentarse a " esa emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran la psicología ni la retórica". Su muerte, un año después, hizo que la colección se cerrara en sesenta y seis libros y prólogos. En cada prólogo Borges explicó el por qué de su elección, que en muchos casos no era la esperable. Por ejemplo, de Gustave Flaubert se decide por "Las tentaciones de San Antonio", aquel mamotreto inicial del que el autor descartó páginas hasta convertirlo en apenas un cuento, porque "prescinde de los excesivos escrúpulos que limitan y perjudican su obra ulterior", de la que es emblema "Madame Bovary". Los escrúpulos señalados por Borges son lo que ha sido considerado el programa literario de Flaubert, encontrar "la palabra exacta". Para Borges, Flaubert "incurrió en lo que Whitehead llamaría la falacia del diccionario perfecto; creyó que para cada cosa de este intrincado mundo preexiste una palabra justa, 'le mot juste', y que el deber del escritor es acertar con ella".
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Veintisiete años después, el escritor sudafricano, premio Nobel de Literatura 2003, John Maxwell Coetzee , presenta su "biblioteca personal" que, con extrema modestia, reúne apenas una docena de volúmenes.
Un estante donde están "Madame Bovary" de Flaubert, "La letra escarlata" de Hawthorne, "La Marquesa de O" y "Michael Koholhass" de Heinrich Von Kleist, "Tres mujeres" de Musil, "Watt" de Beckett, "El ayudante" de Walser, "Roxana" de Defoe, "El buen soldado" de Madox Ford, "Relatos" de Kafka, "Las esferas del mandala" de White, "La muerte de Ivan Ilich" de Tolstoy, y una antología de poesía.
Si para Borges la preocupación es compartir el goce de la letra, el placer de la lectura, en Coetzee es indicar la influencia que tuvo cada libro en su formación como escritor, cómo esos libros expandieron su horizonte narrativo, le mostraron lo que es posible lograr en la ficción. Y en esto, "Madame Bovary" es un ejemplo que alumbra el programa de Coetzee como novelista, profesor de literatura, traductor, lingüista, ensayista y crítico literario.
"Madame Bovary es la historia de una francesita sin importancia -esposa de un inepto médico rural-, quien tras un par de relaciones extramatrimoniales, ninguna de las cuales funciona bien, y después de hundirse en deudas para pagar los artículos de lujo, desesperada toma veneno para ratas y se suicida", es la síntesis argumental según el sudafricano. A partir de ahí mostrará que Flaubert no es el maestro del realismo, lugar que le es habitualmente asignado, sino "un hombre de las neblinas", un romántico.
Tiene una vívida imaginación poética y agudos poderes analíticos, algo infrecuente. Es una novelista de novelistas por "su capacidad para reformular grandes temas morales como problemas de composición". No busca "la palabra justa" sino el relato justo. Para Coetzee lo que Flaubert enseña es a mantener distancia emocional con respecto al personaje.
Es por eso que interpreta de otro modo el famoso apotegma del francés "Madame Bovary, c'est moi". Al convertirse el escritor en Emma Bovary la volvió en cierta medida "extraña y andrógina", es decir "un ser con forma femenina impulsada por una manera de desear esencialmente masculina: imperiosa, dominadora y centrada en la satisfacción física". Eso la diferencia de otras grandes adúlteras como la romántica, culposa y desesperada Anna Karenina o la Hester Prynne de "La letra escarlata". Emma Bovary no siente culpa alguna, cuando sale con el joven Leon se vuelve una pionera de las mujeres cougars, "es la nieta lejana de Alonso Quijano", y como el Quijote tiene su cabeza repleta de novelas cuyas protagonistas pretende imitar.
Si la "biblioteca personal" de Borges invita a descubrir textos de autores poco visitados por el mero placer de leer, la "biblioteca personal" de Coetzee lleva al descubrimiento, a leer de otro modo textos canónicos. Algo a lo que impulsa además, en el caso de "Madame Bovary", la extraordinaria traducción realizada por Graciela Isnardi.
Gustave Flaubert "Madame Bovary" (Bs.As., El Hilo de Ariadna, 2013, 486 págs.).
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